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19. La transmisión del texto
ОглавлениеEl texto del De rerum natura es un caso perfecto de tradición cerrada. Hubo un momento en que la corriente de copias, que nunca debió ser caudalosa, quedó reducida a delgado hilillo: un manuscrito en letra capital del siglo IV o V , que tal vez fue transcrito en minúscula alrededor del año 800. De él derivan, sin contaminación de otras fuentes, todas las copias posteriores conservadas. Entre ellas destacan como principales dos códices, uno y otro denominado indistintamente Leidensis (por la biblioteca que los guardó) o Vossianus (por su antiguo propietario). Sólo la forma de sus hojas les otorga el apellido que las distingue: Oblongus (O) y Quadratus (Q). Fueron copiados en Francia en algún momento del s. IX . El primero es algo más antiguo y fiable que el segundo, pues al parecer se transcribió sin intermediario y con mayor cuidado 248 . De la misma fuente que el Quadratus procede una serie de hojas sueltas (schedae) conocidas como Gottorpienses y Vindobonenses , igualmente de época carolingia. Todos estos códices y fragmentos comparten numerosos errores que estaban ya en el arquetipo, atribuibles a la casi total incomprensión del sentido por parte de unos copistas que jamás yerran a sabiendas o con intención de arreglar un pasaje (la forma de error más insidiosa para la tarea del filólogo).
A. García Calvo 249 ha propuesto un nuevo stemma cuyo tronco arranca de la supuesta edición ciceroniana a través de otra del s. II d. C. (ω), muy cuidadosa con la ortografía recomendada por el gramático Probo 250 e ilustrada con títulos semigriegos, de moda en el helenismo de la época de Adriano, y con variantes textuales. Viene luego el cambio de soporte, del rollo al libro o códice (principios del s. IV ) y dos momentos editoriales que dejan su huella en la trasmisión (arquetipos Ψ y χ, este último copiado en Irlanda); sigue el paso de la letra uncial a la llamada carolina (en tomo al año 800), en la que se compone el arquetipo (φ) del que depende toda nuestra tradición, bien directamente en el caso de O, bien a través de un intermediario (x) en el caso de Q y las schedae; a partir de ahí se pasaría de la ‘copia a ciegas’ a la comprensión creciente del texto, con los diversos correctores de O y Q.
Fuera ya de cualquier hipótesis novedosa es seguro que del Oblongus (o de un coetáneo equivalente guardado en la abadía de Murbach), mediante la copia efectuada por el humanista Poggio Bracciolini (1380-1450) y enviada a su amigo Niccolò Niccoli, deriva un conjunto de manuscritos del quinientos fabricados en Italia (codices Itali) a partir de 1418 251 .
Fuera de esta tradición hay muy poco. Son del todo inseguras las trazas de Lucrecio que se han querido ver en papiros calcinados de Herculano 252 . El interés que por el poeta-filósofo mostraron gramáticos y profesores como Nonio o Prisciano, eruditos como Servio o Macrobio, y autores cristianos como Lactancio o Isidoro de Sevilla, permite que se perfilen algunos versos y vocablos gracias a sus citas, las cuales difieren muy poco entre sí y todas parecen venir de una misma edición.
Desde los albores de la imprenta se suceden las ediciones en las que la crítica humanística se ejerce en la lenta mejora de un texto muy estragado. La editio princeps , harto deficiente, se debe a T. Fer(r)andus (Brescia, ca. 1473), y destacan entre otras las de H. Avancius (Venecia 1500, primera Aldina), J. B. Pius (Bolonia, 1511), P. Candidus (Florencia, 1512-13, edición Juntina), A. Naugerius (Venecia, 1515, segunda Aldina), O. Gifanius (Amberes, 1565-66), D. Lambinus (París, 1563-64, cuya reedición de 1570 incluye ya un índice de conjeturas). Muchos de estos humanistas encabezan el De rerum natura con vidas de Lucrecio donde se entreveran datos bien documentados y fantasías librescas 253 .
En los siglos XVII y XVIII destacan las ediciones de T. Le Févre (Saumur, 1662), T. Creech (Oxford, 1695), G. Wakefield (Londres, 1796-97), todas ellas provistas de anotaciones y comentarios (algunos de Bentley en la de Wakefield).
En el siglo XIX la edición de C. Lachmann sobrepasa el ámbito del texto lucreciano para erigirse en modelo del método moderno de crítica textual. Los comentarios de Lachmann a su edición hicieron época cuando aparecieron por vez primera en 1850. Posteriormente la doble edición de H. A. J. Munro (minor , Cambridge, 1860; maior , Nueva York, 1860-1896) afianzó las bases para explicaciones objetivas. De gran interés es la ingente edición comentada de C. Giussani (Turín, 1896-1898).
En el siglo xx la labor de H. Diels, con su edición crítica y traducción alemana (Berlín, 1923-4), hizo avanzar la comprensión del poema. Muy consultadas han sido y serán las ediciones de A. Emout (París, 1920; luego ampliada con la colaboración de L. Robin, París, 1925) y C. Bailey (Oxford, 1947).
El estudioso de Lucrecio dispone actualmente de ediciones y comentarios minuciosos de cada libro del De rerum natura por separado 254 .
La edición de A. García Calvo, que es la que, a sabiendas de su heterodoxia 255 , aquí adoptamos como texto básico para nuestra traducción, restituye la ortografía e intenta acercarse a lo que conocemos de la escritura republicana (con la presentación de formas como saluos, equos, uolua, quom, quor, quoi, quoique, quoicumque, fluont). Donde los manuscritos presentan mutilaciones y carencias graves García Calvo rehace el texto en perfectos hexámetros para regalarle al lector la comodidad de una lectura continuada. Con esta misma finalidad recogemos estas restituciones en nuestra versión (responsabilidad del lector será no tomar, y mucho menos citar, estas recreaciones como palabras propias de Lucrecio).