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INTRODUCCIÓN 1. El tiempo de Lucrecio
ОглавлениеNacido en el primer decenio del s. I a. C. y muerto hacia mediados de la centuria 1 , el poeta Tito Lucrecio Caro vive en unos tiempos de violenta inestabilidad y fuertes disensiones civiles 2 que habrían de cambiar la faz de Roma y el Mediterráneo. Nos han llegado pocos datos e inseguros sobre su vida, que parece llevada según aquella regla de su maestro Epicuro (Samos 341-Atenas 270 a. C.) que aconsejaba vivir a escondidas 3 .
Desconocemos el lugar de su nacimiento 4 . Algunos lo han querido situar en la Campania, territorio por donde deambulan simpatizantes del epicureísmo 5 , otros en la Galia Cisalpina, patria de Catulo y Virgilio 6 , pero lo único probable es que residiera largos años en Roma según dejan ver muchos detalles de su poema 7 : los entrenamientos militares en el Campo de Marte, las procesiones orgiásticas de Cibeles, los espectáculos teatrales y escenografías palaciegas 8 .
Sobre la clase social a la que perteneció sólo es posible hacer conjeturas. Hay quien ha defendido que era de familia noble, pues los Lucretii aparecen en los Fastos como detentadores de magistraturas 9 . Pero, aunque la gens Lucretia era ilustre y antigua, tenía también ramas plebeyas. Otros reparan en cambio en su cognomen Caro (Carus) , que, acaso de estirpe celta, era frecuente en esclavos, y suponen por ahí que fue un liberto 10 . Un apoyo para encuadrarlo en la clase de los clientes modestos parece prestarlo la dedicatoria del poema a un rico y poderoso Memio (I 26). Pero el tono que usa Lucrecio en sus palabras es más bien de amistad juvenil, e incluso parece hablar con cierta autoridad de preceptor y ofrecer a su discípulo algo más valioso que lo que podría obtener de él 11 .
Es del todo inseguro que hiciera un viaje de formación por tierras helénicas, a pesar de que «su cognomen , Caro, reaparece en medio de un grupo de epicúreos asentados en la isla de Rodas, de los que hace mención una carta anónima adjuntada por vía epigráfica entre los textos fragmentarios de Diógenes de Enoanda» 12 . Este Diógenes fue un apóstol tan entusiasta del epicureísmo que grabó en un muro de su ciudad, en tierras de Anatolia, pasajes de tratados, cartas y aforismos de la secta , que se han ido rescatando desde el año 1884 13 .
Que en unos versos del poema Lucrecio aparezca como quien está familiarizado con peleas matrimoniales y prácticas favorables a la fecundidad de «nuestras esposas», como dice literalmente (IV 1277), no es ninguna prueba de que estuviera casado.
Y al referirnos a su muerte topamos con una historia que rueda por los siglos como leyenda infamante desde que San Jerónimo, en escueta nota, afirmara que el poeta se había intoxicado con un filtro amoroso y había enloquecido, si bien pudo escribir su poema (que luego corregiría Cicerón) en intervalos de lucidez antes de acabar suicidándose 14 . Todo esto acaso no sea más que una fábula tipificadora como tantas que se han adherido a las biografías de los antiguos filósofos (las vidas de Sócrates o Diógenes el Cínico están hechas de ellas y casi de nada más), o el resultado de una serie de vagas alusiones que cuajan en un persistente malentendido 15 . El caso es que el cuento prende y forma parte ya de la memoria de los siglos. Sobrevuela o impregna cualquier juicio que se haga sobre el poeta. Los editores renacentistas, que con una suerte de horror al vacío aprovechan todo para confeccionar sus «Vidas» de Lucrecio, lo recogen y amplifican 16 . Los estudiosos modernos oscilan entre una aceptación llena de suspicacia 17 y el rechazo o menosprecio más decidido de la noticia 18 . Unos la consideran perjudicial pero operante 19 , otros la despejan como niebla que impide ver al verdadero poeta 20 , alguno 21 ni siquiera la toma en cuenta (pues la calumnia, ya se sabe, medra con su refutación). Hay en toda la historieta, es evidente, una intención de desacreditar a Lucrecio. La pretendida locura anularía cada verso del poema (pues el autor no sabe lo que dice), mientras que el acto final, el suicidio, refuta por vía práctica el mensaje de una doctrina que se proclama gozosa pero que no sabe mantener al que la enseña en la felicidad mínima de seguir vivo 22 .