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3. Enseñanza a través de la poesía
ОглавлениеUna larga tradición de poesía didáctica prepara y dispone la obra de Lucrecio. Estaban los ejemplos venerables de Hesíodo y los filósofos anteriores a Sócrates que expusieron sus doctrinas en verso. Pero a lo largo de su desarrollo histórico, sobre todo en la edad llamada alejandrina, la poesía didáctica osciló entre temas elevados 41 y triviales 42 . Surge igualmente en esta edad, saturada de libros y literatura, el metaphrastḗs , versificador profesional que se limita a retocar el vocabulario o remover el orden de la prosa de un tratado cualquiera para sacar un mediocre producto poético. Pero el De rerum natura va en serio, no es ni trivial en su contenido ni pedestre en su lenguaje. Pretende ser el receptáculo de un mensaje que provoque en el ciudadano un profundo cambio de mentalidad y conducta. No se corresponde, que sepamos, con ningún tratado epicúreo que le sirva de pauta; nada de eso, sino que el propio autor de algún modo reanuda con sus lectores la tarea entusiasta de iluminación y liberación que en su momento desempeñó con él el Maestro. No oculta su pedagogía sino que desvela el truco supremo de endulzar con versos la amarga prosa. Su intención declarada es quitarle así al razonamiento la aspereza que sin poderlo remediar le acompaña: rationem … dulci contingere melle 43 .
Sin embargo, en lo hondo de su actividad poética, Lucrecio no concibe la poesía como mero excipiente del medicamento filosófico; no faltan en él alusiones más o menos secularizadas a las raíces misteriosas o sagradas de la inspiración 44 . Tampoco es que compusiera, como a veces se dice con anacrónica admiración, una epopeya de la ciencia (entendida al menos según nuestra moderna concepción servil o tecnológica) sino que se limitó, como él mismo expone, a dar brillo en versos latinos a los ocultos hallazgos de los griegos (I 136-137) y a publicar un canto luminoso sobre un tema descolorido, poniendo en todo un toque de gracia inspirada (IV 8-9). Será docto como piden las convenciones de su tiempo, pero huirá de todo culteranismo caprichoso o exhibicionista, pues sólo los estúpidos admiran lo que se encubre con expresiones torcidas (I 642). «Huye, bendito, de todo tipo de cultura al iniciar la singladura de tu bajel» 45 , había ordenado Epicuro. Lucrecio procuró por ello resolver la paradoja que suponía el que la doctrina de su Maestro se transmitiera en un poema tachonado de inevitables referencias cultas 46 . Porque es que los filósofos, y Platón el primero 47 , habían recelado siempre de los poetas. Epicuro vio en la poesía una actividad inútil y un daño para la verdad, que se desfigura con el uso traslaticio y ambiguo del lenguaje; la consideró un peligro para el alma, toda vez que suscita en ella pasiones y fantasmas 48 . El sabio, según él, estará capacitado para opinar sobre poesía pero «en la práctica, no compondrá poemas» 49 . Lucrecio desobedece al Maestro 50 . Y no fue el primero en hacerlo. Tenemos el caso del contemporáneo Filodemo de Gádara (110-35 a. C.), epicúreo asentado en Italia, abierto y erudito, que compuso refinados epigramas 51 . Comoquiera que sea, Lucrecio se consideró venturosamente libre y dispensado del duro veto de Epicuro.