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Las facetas literarias de Luis María Cazorla

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JAVIER JIMÉNEZ-UGARTE

Embajador de España

Fui invitado generosamente a contribuir al “Liber Amicorum” de homenaje a Luis María Cazorla. Sin duda, mi reciente incorporación como Consejero en el histórico Despacho López Rodó & Cruz Ferrer, hoy en “Lupicinio International Law Firm”, había llevado a los organizadores a confiar en mi para alguna contribución sobre áreas que estudio ahora con gran interés, en concreto la Mediación y el Arbitraje.

Sin embargo, me di cuenta enseguida de que poco podría aportar al respecto frente a firmas de grandes profesionales en el mundo del Derecho que ofrecerían reflexiones y planteamientos novedosos de gran calidad académica sobre sus áreas de especialización.

Conservo en mis estanterías, y venero, cuatro “Liber Amicorum” dedicados a personalidades amigas, que han enriquecido mis vivencias y me han ayudado a valorar al máximo tan específico género. El de quien fue, Marcelino Oreja y Aguirre, mi segundo Ministro de Asuntos Exteriores al inicio de mis cuarenta y cinco años de Carrera diplomática y, como me gusta añadir, también consular. Luego, el que sus compañeros y múltiples amigos dedicaron a Alberto Elzaburu por su gran labor en el difícil campo de la propiedad intelectual e industrial. Ulteriormente, el ofrecido a mi muy admirado compañero de promoción que triunfó también en el mundo del Derecho de la Competencia en la Unión Europea, y ahora del Arbitraje y la Mediación, Santiago Martínez Lage. Recientemente, el dedicado al Catedrático de Derecho Internacional, José Carlos Fernández Rozas, heredero de la gran Escuela de Julio González Campos, con quien di mis primeros pasos académicos. También me gusta incluir en la misma categoría, aunque con un formato más sencillo, el libro que, titulado “Un español ejemplar, un europeísta convencido” , honra la personalidad, como diplomático y político, del muy llorado Carlos Robles Piquer, que fue mi Embajador en Roma, siendo luego yo su Jefe de Gabinete en Madrid, tras su nombramiento como Secretario de Estado único en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

Dicho lo anterior, comprenderá el lector que hiciese lo posible por buscar una alternativa a la citada invitación para poder incorporarme así al nuevo Liber Amicorum que ahora ve la luz. Me di cuenta de que conocía con mayor profundidad que otros una vertiente de la personalidad de Luis María Cazorla, que merecía ocupar un lugar en esta magna obra, su amor y su dedicación a la literatura. Es cierto que en tanto que funcionario y docente, así como abogado en ejercicio, Luis María ha tenido que escribir miles y miles de folios sobre variados temas de profundo contenido jurídico. El arte de escribir se le supone a un triunfador profesional de sus excepcionales características. Pero, en su caso, vemos además un amor personal muy sentido a lo largo de toda su existencia hacia la labor de escritor, que, por las muchas horas dedicadas y los muchos sacrificios exigidos, nos permite considerar su segunda vocación.

Me ofrecí pues a cumplir con mi propuesta de comentar, de la manera más exhaustiva posible, dentro de las lógicas limitaciones de espacio, las principales aportaciones literarias de nuestro protagonista, en sus distintas facetas.

De cara a ello, destacaré en primer lugar esa voluntad de hierro que se refleja en una lejana confesión que me hizo al poco tiempo de conocernos, en la que vino a decir que mis días no serían completos si no los empezase con unas horas muy matutinas dedicadas a escribir literatura, al estilo de los viejos autores, a mano y con lápiz, bolígrafo o pluma, quizás hoy ya remplazados por el omnipresente ordenador.

I. En una PRIMERA FACETA me referiré a sus trabajos en torno a la LINGÜÍSTICA. Pienso que en el origen de su vocación literaria está su sincero interés por la lengua, lo que quedó reflejado en su más lejana obra “La oratoria parlamentaria”, editada en la colección “Austral” en 1986, con un elegante pró-logo de Francisco Ayala. Comenta éste, tras sus muchos años de exilio republicano, su final reincorporación al “Cuerpo de Letrados de las Cortes” donde ya figuraban el autor del ensayo; el editor, Presidente de “Espasa Calpe”, Ignacio Bayón Marinée; y el progenitor de éste, Gaspar Bayón Chacón, destacado Catedrático de Derecho del Trabajo, que tuve la satisfacción de tener como entregado profesor. Se refiere el prologuista luego, de manera muy sintética, a la oratoria de grandes parlamentarios de su época, Ortega y Gasset, Unamuno, Indalecio Prieto, Lerroux, y termina con unas precisas comparaciones entre los discursos políticos de Niceto Alcalá Zamora y los de Manuel Azaña.

El texto de Cazorla es una pequeña joya, cuidada brevedad, numerosas notas complementarias a pie de página, e ingente bibliografía, para analizar dos grandes vertientes de la cuestión: por un lado, la oratoria dentro del sistema parlamentario; y por el otro, los elementos retóricos de la oratoria, uno y otro llenos de enriquecedoras aportaciones. Al final, queda claro que sistema parlamentario y oratoria se influyen y adaptan recíprocamente, por lo que la oratoria de hoy no puede ser la oratoria del pasado, pero también que, en todos los momentos históricos, y aún más en los momentos actuales gracias al uso de la radio y la televisión, la oratoria parlamentaria desempeña función nada despreciable en el terreno del prestigio, dignidad y estima general de los ciudadanos.

Su interés en la palabra, oral o escrita, sin duda, le llevó, años después ya en 2007, a presentar “El Lenguaje Jurídico Actual”, para cuya edición contó también con otro prestigioso prologuista. El gran maestro, Eduardo García de Enterría, –tras clarividentes afirmaciones como la de que el Derecho es especialmente lenguaje o la de que el Juez tiene “jurisdicción” esto es “facultad de decir el derecho”–, elogia la obra en este rotundo párrafo: el sabio análisis que nos ofrece el autor está hecho desde el núcleo mismo de la ciencia jurídica, por un autorizado y docto jurista, con el hábito del manejo y la reflexión sobre el lenguaje de los sectores del Derecho que él está acostumbrado a manejar.

En los seis capítulos del detallado Índice, queda claro el diálogo mantenido a lo largo de toda la obra entre el lenguaje jurídico por un lado y el lenguaje de los medios de comunicación social por el otro, lo que le lleva a hablar de unos vasos comunicantes, y a reconocer, probablemente muy a su pesar, que el lenguaje jurídico coetáneo no es ajeno a la ola de empobrecimiento lingüístico general que nos arrolla. Interesa su análisis de las Características del Lenguaje Jurídico, unas buenas y otras malas, en tanto que especialidad, así como la atención que procede dar a lógicas exigencias de Transparencia, sus críticas a los enemigos de la precisión y el matiz, y el análisis de actuales deficiencias. Concluye reconociendo, en tono positivo, que el lenguaje jurídico contemporáneo tiende a ser más accesible para los medios de comunicación social.

Dentro de esta primera faceta, de contenido a mitad entre la lengua y el derecho, figuraría también su obra de 2016 sobre “Cervantes y el trasfondo jurídico del Quijote”, con prólogo de otro gran jurista, Javier Moscoso del Prado.

II. Y sobre esa sólida base empezaría a dar sus primeros pasos en una SEGUNDA FACETA que le llevó a hacer frente a distintos DESAFÍOS LITERARIOS. Una prueba de su espontánea vocación la vemos en que quisiese presentarse en el 2007, como cualquier autor novel, a pesar de su consolidadísimo éxito profesional en distintos campos vinculados con el Derecho, al Premio Internacional de Novela Javier Tomeo, alcanzando el rango de finalista con “Cerca del Límite”, que siempre ocupa un digno lugar en el listado de obras que acompaña su largo y completo curriculum vitae, y a la que no he logrado acceder, quizás porque no fue nunca publicada.

He conocido y admirado a otros grandes profesionales con similares inquietudes literarias. Recordaré a Fernando Benzo, también Abogado del Estado y Letrado de las Cortes Generales, que obtuvo el “Premio Sésamo” 1986 con “La Búsqueda”, un apasionante relato de detectives privados, paternidades encubiertas, nobles y plebeyos, antes y después de la boda de Alfonso XIII, que he querido releer mientras escribo estas páginas.

Había empezado Luis María su peregrinaje literario en el difícil territorio de los cuentos o relatos cortos con el ameno libro “El Proyecto de Ley y once relatos más”, editado en 1999, lógico encabezamiento en el título para un Letrado en Cortes capaz de imaginar también los íntimos sentimientos de los parlamentarios que han rodeado su quehacer cotidiano. En este caso desarrolla con rigor, método e incluso algo de suspense, los inconfesos te-mores y ambiciones de un incipiente político camino de su primer desafío como orador. La definición con la que abre su Prólogo, este libro constituye un atrevimiento, nos da una idea de la sensación de esfuerzo, tanto que opta por compartir responsabilidad en la decisión tomada con otros maestros y amigos como Fernando Sainz de Bujanda en el mundo del Derecho, Francisco Ayala en el de la pluma, o queridos compañeros juristas como Julián Martínez Simancas.

Figuran en él distintas temáticas: muchas infantiles, “Guaguito”; otras de sencillo humor, “A mí caramelos”; o de auténtico tono negro, “Una pesadilla”; sobre lecciones de vida, “En venta”; vivencias muy emotivas, “Don Sotelo cambia de pensión” o “El vendedor de la Esperanza”; algunas de fuerte carga descriptiva, “La Palmera”; una sobre temas jurídicos, “La Vereda”; otro sobre infidelidades y castigos, “Una colaboradora”; sobre su reconocida bibliofilia “Un libro en la Habana”; y así hasta el misterioso y revelador relato de un posible planteamiento vital propio, “Tocar la Roca”.

Con esta primera obra de cuentos cortos, Luis María pareció querer demostrar que podía hacer frente a muy distintas situaciones y dimensiones, en un autoexamen que se hubiese exigido y que, por la segunda edición de la obra, pareció haber superado con innegable éxito.

Vendrían otros libros de cuentos, así “Cuatro historias imposibles” editado en 2006, con un acertado Prólogo de Gregorio Marañón y Beltrán de Lis, en el que afirma que la intriga de los cuatro relatos nos prende desde un principio gracias a una sólida prosa, poseedora de un extraordinario dominio del lenguaje, junto a la habilidad narrativa del autor para llevarnos por el camino trazado, un camino donde nos encontramos con la verdadera naturaleza humana.

Tengo gran respeto por este género literario del cuento corto que en España no ha cuajado en el mismo alto grado que en el mundo anglosajón, bastaría pensar en Somerset Maugham. Lo adquirí gracias a un gran cultivador de este género, injustamente considerado menor, Medardo Fraile, al que conocí y admiré durante mis años de Cónsul General en Edimburgo, En la entrevista que le hizo uno de nuestros mejores periodistas y crítico literario, Juan Cruz escribió: “Medardo Fraile es uno de los grandes cuentistas españoles de la postguerra junto con Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos, Rafael Sánchez Ferlosio, Josefina Aldecoa, Alfonso Sastre, etc.”.

Luego, me convertiría yo en un gran lector de la obra de Medardo, llegando a rendirle homenaje en un Seminario junto con el gran especialista en su obra, el Académico de la Lengua, José María Merino, que citó una frase de Medardo que aún recuerdo “un cuento se escribe siempre temblando. ¿Por qué? Porque puede quebrarse”, a la que añadiría otras dos, también suyas: “El cuento es más antiguo que la novela, y acompañará siempre, al hombre”, y “En el cuento, la realidad necesita recurrir a la fantasía para lograr hacerse más profusamente real” .

Recuerdo haber terminado mi intervención aquel 5 de febrero de 2013 afirmando que “podría decir sin exagerar que tres son los autores cuya obra total mejor conozco: Primero Miguel Delibes, segundo Mario Vargas Llosa, tercero Medardo Fraile”. Hoy tendría que añadiría con satisfacción: “y cuarto, Luis María Cazorla”.

Tras condecorarlo en nombre de España por su labor docente de nuestra Lengua y Cultura durante varias décadas como catedrático en la Universidad de Glasgow, presenté en 2013 sin éxito la candidatura de Medardo Fraile, realzando su especialización, al “Premio Cervantes”, siempre sometido a una cierta alternancia entre un lado y otro del Atlántico, candidatura que no pude reiterar por su inesperado fallecimiento.

Dentro de este género de la narración breve se empezó a notar un creciente acercamiento de Luis María hacia nuestro pasado histórico en todo lo que tiene que ver con el viejo “Protectorado de España en Marruecos”. Así se reflejó con sus obras “El tren Ceuta-Tetuán”, (2012), de bella construcción y trágico final a fínales del año 1925; con la original “Al embajador de Marruecos le gusta la fiesta de los toros”, (2014), ubicada en el año 1757 con sultanes, reyes, embajadas y muchos personajes de la lejana época; y con “Navidades en el Krimda”, (2015), una muy realista historia de emigración ilegal hacia España.

Junto a ello, otras narraciones directamente vinculadas con la “Segunda República”, período histórico al que también dedicará largas horas de investigación y escritura, como luego comentaremos. Mencionaré “Azaña y la ballena Alegre”, o “Maldito 10 de agosto”, las dos de 2016, una y otra en torno a la famosa “Sanjurjada” de 1932; o su muy esclarecedor trabajo sobre “Canalejas, ¿Mártir de la Justicia?” de 2014, publicado como separata en la “Revista de las Cortes Generales”.

Un poco a mitad de camino entre el cuento y la novela está mi obra preferida desde el punto de vista literario, “Ni contigo ni sin ti”. La había leído nada más publicarse en el 2003, y he vuelto a disfrutar de sus cien páginas de pequeño formato. Me he reencontrado con el elogioso Prólogo de Luis Alberto de Cuenca, que recuerda haber coincidido con Luis Cazorla en el Curso 67/68 en la Facultad de Derecho de Madrid, y añade ese hecho me gratifica, porque Luis era entonces, es ahora y seguirá siendo siempre una persona excepcional, y a uno le gusta y le enriquece encontrarse en la vida con gente extraordinaria como él. También a él, como a mí, le gustó esta novela singular, la llama, destacando su énfasis en la observación y la habilidad descriptiva que le hace recordar como confeso cinéfilo, la famosa película La Ventana indiscreta.

En esa línea me cautivó la apuesta que había hecho Luis María por un estilo estrictamente literario, donde prima la búsqueda de la construcción, espontánea o programada, de cada frase, el intenso esmero en la utilización de adjetivos, substantivos y verbos para llevar al lector a un mundo muy real pero también muy distinto, a través de la óptica de un narrador siempre distante y crítico. Igualmente, me fascinó el ritmo narrativo de esta novela corta, pues sin suceder nada trascendente el autor convierte cada detalle, cada momento, en un enigma lleno de incertidumbre sobre lo que sucederá a continuación.

Como siempre leo con lapicero, me agradó revisar los subrayados en el ejemplar que me dedicó Luis María tras un encuentro social. Busqué sobre todo la descripción de la lluvia, que “traspasaba sobre la parada del autobús una plancha metálica cóncava que daba protección a un sillón corrido, de metal gris plateado, que resaltaba en la penumbra como si fuera otra cosa” , y que, dos años después, vuelve a estar presente “no me dio tiempo a mascar mi soledad, gotas gordas, contundentes, por fortuna de ritmo pausado, cedieron de pronto su lugar a una lluvia torrencial, en cascotes, ante la cual quedé inerme: no tenía cerca donde protegerme”, y otros hallazgos que habían merecido mi subrayado por su valor descriptivo como “la escena se iba petrificando, las personas y las cosas, teñidas de irrealidad, parecían figuras decorativas, sin existencia real, propia de un escenario artificial”, todas en la línea de un convencido estilista que busca probar sus capacidades literarias ante el lector y ante sí mismo.

También la niebla con sus diferentes apariciones se convierte en protagonista literario, “era luz convertida en algodón por el apocamiento que traían nubes y bruma neblinosa” ; “se acompañaban con la luz en franco repliegue con el fantasma invisible del viento y con la desfiguradora neblina”; “la niebla que nunca había llegado a tomar completa posesión del lugar había sido barrida”; “la niebla, agazapada y desliada a intervalos irregulares”; “las avanzadillas de la bruma me alcanzaron, un retal con bordes irregulares comenzó a tapar las cumbres y a desplomarse por las laderas que casi me daban su mano” ; y una última expresión también acertada “la algodonosa mata de la niebla permitió que estuviera más cerca del lugar de los hechos”.

III. Empezará luego nuestro autor una TERCERA FACETA, vinculada a lo que conocemos como NOVELA HISTÓRICA. En efecto, después de este gran esfuerzo estilístico, vencido ya por su creciente inclinación hacia la novela sobre una base histórica, pasaría a imponerse una prosa cuidada pero destinada a narrar hechos y describir personajes con el máximo rigor, buscando solo una mejor reconstrucción del pasado a los ojos del lector, sin dejar a éste desviarse de ese principal objetivo por otros atractivos meramente formales. Así llegaría su penúltimo y más importante desafío, su Trilogía sobre la histórica ciudad de Larache durante los años del Protectorado español.

Este esfuerzo hizo que se intensificasen nuestros contactos personales. En efecto en 2005 había asumido yo el Consulado General de España en Nador, y pude acoger a Luis María y acompañarlo a visitar algunos lugares que iban a aparecer en sus nuevos libros, así toda la zona que vivió aquella gran tragedia militar recordada como la derrota de Annual. También iríamos juntos a Alhucemas, con su preciosa bahía y los recuerdos del ulterior exitoso desembarco español.

Siguió luego mi carrera consular con un ulterior destino como Cónsul General en Tetuán, (2006-2010) puesto que lleva consigo la titularidad del cercano Consulado General de Larache. Pudimos, Luis María y yo, viajar juntos a esa ciudad donde nació, que él conocía a la perfección, recorriendo sitios y edificios que recordaba de sus años infantiles, donde habían emigrado sus abuelos, valiosos emprendedores de Alicante, y concretamente de Novelda, y habían seguido triunfando sus padres bien conocidos, como me había adelantado mi viejo amigo el Dr. José Edery, Jefe de la Unidad médica del Ministerio de Exteriores, también nacido en Larache.

Pasarían los años, y seguiría nuestro homenajeado llevando a cabo una gran labor de investigación histórica, accediendo a las mejores fuentes bibliográficas, pero también a unos y otros archivos, hasta que tuve la alegría de recibir el manuscrito de su primera gran obra dedicada a Larache, “La ciudad del río Lukus”. Aún conservo la carta que le remití el 1 de julio del 2010. Contenía la misma variados elogios por las muchas horas de agradable lectura que mehabía ofrecido, la acertada descripción de las vidas tan distintas de los protagonistas, unos civiles como José Luis Ninet, Tenoll y Robi, y otros militares como Fernández Silvestre y Ovilo, así como la del ensalzado Cónsul General Zugasti, y la de los distintos hermanos franciscanos vinculados a la trama. Me alegra comprobar hoy que en uno de mis comentarios le escribía que me gustaría mucho en un futuro poder disfrutar de un nuevo libro sobre la continuación de las aventuras humanas y profesionales de tus protagonistas.

Unos meses después, apareció, cuidadosamente publicado por la Editorial Almuzara, que creó y preside el conocido político y jurista, Manuel Pimentel, bajo el título definitivo “La ciudad del Lucus”, donde desapareció lo del “río”, y no se añadió, como había sugerido yo, el nombre de “Larache”.

Es una gran novela estructurada en cinco partes: –“Un país inmerso en la anarquía”, “Los avatares de la penetración pacífica”, “La idea de la ocupación militar avanza”,” El Teniente Coronel Manuel Fernández Silvestre en Larache y en Alcazarquivir” y “Hacia el Protectorado”–, a su vez divididas en descriptivos subtítulos que dan una idea de todo lo mucho cubierto y estudiado por el autor sobre aquellos años que van desde los prolegómenos del “Acta de Algeciras”, firmada en 1906, hasta la constitución del Protectorado sobre Marruecos por Francia en 1912, desde el río Lukus hacia el Sur; y del Sub Protectorado por España, desde el río Lukus hacia el Norte, conservando siempre Tánger su estatuto internacional.

El libro termina con una Nota de agradecimiento del Autor, fechada el 18 de diciembre de 2010, que vino a coincidir con mi 63 cumpleaños, lo que estableció nuevos vínculos con tan admirable trabajo. En la misma escribe Luis María que “muchas capas se han acumulado hasta formar el sólido poso en el que se asienta esta novela. Han revoloteado en mí las imágenes de mi abuelo Jose María Cazorla García, que, primero como soldado y después como comerciante, se asentó en Larache en los muy primeros años del Protectorado español en Marruecos; de mi padre, Luis Cazorla Navarro, que nació en esta ciudad en 1920 y en ella empezó su destacada carrera de abogado y de interventor militar; de mi madre Soledad Prieto Castro, que llegó allí casada, abandonando en prueba de amor su ambiente, muy distinto, en Madrid. También he tenido muy presente mi infancia en Larache, el balcón del Atlántico, la música marroquí y la militar, la Legión desfilando airosamente, el embarcadero del puerto, la Plaza de España, la calle Chinguiti, la iglesia del Pilar, el Colegio de los Maristas”.

Su publicación seguiría al gran éxito de otra obra, ésta más novela que historia, “Tiempo entre Costuras” de María Dueñas, luego llevada a la televisión, contribuyendo una y otra a devolver aquel prestigioso pasado de España al merecido lugar que debe ocupar siempre en nuestra Historia, y que debería ser conocido cada día mejor. Recuerdo que, al cesar mi estancia en el viejo Protectorado en el año 2010, insistí en que los Colegios de la Península deberían organizar visitas de sus alumnos a nuestras dos Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla, y también a las cercanas poblaciones marroquíes de Alhucemas, Larache, Chauen y Arcila para conservar mejor aquella historia común.

Lógicamente, toda esa labor de investigación reflejada en el valioso volumen llevaría a nuestro autor a dedicar ulteriores esfuerzos, muy en la línea de la mejor diplomacia, a analizar y ensalzar las relaciones bilaterales entre los dos países. Mencionaré una “Tercera” de ABC, el 27 de noviembre de 2012, que tituló “La Huella Española en Marruecos”, de la que extraigo la siguiente frase: El hecho pretérito del protectorado español debe contribuir a resaltar la mucha historia que España comparte con Marruecos, y ayudarnos a aprender de los errores pasados en beneficio del respeto mutuo y la colaboración sincera que deben guiar siempre las relaciones entre ambos países, así como las dos últimas líneas con una clarividente recomendación: Hay que desechar el estribillo de “condenados a entendernos” para reemplazarlo por el de “enriquecidos por su relación”, que, sin duda, comparten hoy los respectivos Gobiernos.

Luis María, para satisfacción de todos, publicaría poco después el segundo volumen de la Trilogía, “El General Silvestre y la sombra del Raisuni”. E inmediatamente después tendría yo, destinado como Embajador en Suecia, la oportunidad de invitarl a viajar a Estocolmo para presentar estos dos primeros volúmenes en el “Instituto Cervantes”. El 15 de noviembre del 2013 pude elogiar sus admirables trabajos dentro de la serie de Actos culturales que habíamos denominado “El autor y su obra”. Releo ahora mis palabras de presentación de nuestro invitado reconocido hoy como uno de nuestros mejores especialistas en la Historia del Protectorado que se remontaría, con anterioridad a la Trilogía, a los muchos siglos de convivencia, pacífica o no, entre españoles y marroquíes en aquellas tierras, con momentos culminantes como la Guerra de Tetuán de 1860 ganada por las tropas españolas a las órdenes del General Prim con especial protagonismo del batallón de “Voluntarios Catalanes” y de los “Tercios Vascongados”.

Con ocasión de aquel exitoso encuentro cultural, pudimos presentar un vídeo que ilustraba la obra pictórica de Mariano Bertuchi , el gran pintor del Protectorado, fundador de la Escuela pictórica de Tetuán aún hoy muy prestigiada, y sobre todo los 14 carteles turísticos dedicados por el artista a ciudades y parajes de la zona, bajo los distintos regímenes del Rey Alfonso XIII, de la Dictadura de Primo de Rivera, de la II República, y del General Franco, en un claro ejemplo de cómo el arte debe estar por encima de las ideologías. Supimos entonces por el nieto del pintor de igual nombre que estaba a punto de ultimarse la instalación en Ceuta de una espectacular Colección Bertuchi, auspiciada por los dirigentes políticos y prohombres de la ciudad como el abogado, empresario y también historiador, José María Campos, otro gran admirador de la obra literaria de nuestro homenajeado.

Aunque ahora los echo de menos, me agradó donar en aquella ocasión a la Biblioteca del “Instituto Cervantes” de Estocolmo los quince libros, entre los que ocupaban lugar preferente los dos citados trabajos de Luis María Cazorla, sobre la historia del Protectorado y de Marruecos, que me habían acompaña-do desde aquellos años consulares, y que darían pie a la apertura de una nueva “área de estudio” para lectores suecos interesados.

Pronto llegaría el tercer volumen, “Las semillas de Annual” que afortunadamente conservo con su generosa dedicatoria de 23 de noviembre del 2015, “Para mi querido amigo Javier, con todo afecto y simpatía, que tanto me ayudaste en los primeros pasos de esta Trilogía que acaba con esta novela”.

Divididas sus habituales quinientas páginas en ocho partes, con un total de cuarenta y cuatro capítulos, cabe encontrar en el detallado Índice una gran variedad temática que cubre todo lo allí vivido, con epígrafes referentes al valioso militar y luego Ministro de Exteriores Beigbeder; al exitoso empresario Horacio Echevarrieta que ayudaría a pagar el rescate de los prisioneros de Annual; a los banqueros Bauer, al ingeniero Ribera, y a los hermanos Gomendio que pondrían en marcha la gran explotación agropecuaria “El Lukus”, que conocí muy de cerca; a la vida social en casa de Isabel de Orleáns, Marquesa de Guisa, exiliada en Larache; a la incipiente masonería ya poderosa en Tánger; a la derrota de Cuida Rada, y a las victorias del Fondak de Ain Yedida y de Beni Arós contra las huestes de Raisuni, etc.

El autor nos dedica también un breve Epílogo, donde se sintetizan las causas del ulterior desastre militar de Annual que generaría la muerte de diez mil españoles: – La rivalidad en la carrera militar de dos compañeros de promoción, los Generales Berenguer y Silvestre, por pasar a la historia como el pacificador del Protectorado español contra los rebeldes, encarnados por el Raisuni en la parte occidental, y Abdel-Krim en la oriental; – La frecuente corrupción en los suministros militares reflejado en graves escándalos como el conocido como “el millón de Larache”; – y el proceso penal militar en contra de los integrantes de la “cofradía de la avaricia”.

Termina el epílogo con un listado de los muchos nombres de civiles y militares presentes en la Trilogía que existieron de verdad, y con otro listado de personajes marroquíes y españoles cuidosamente creados por el autor, y que se describen con idéntico afán realista, sin posibilidad de que el lector pueda diferenciar con facilidad a unos y otros. Así, reconozco que había pensado que Abraham Muchatiel, muy bien presentado como Director de la “Alianza Israelita de Larache”, era persona conocida por los abuelos de Luis María, y me sorprendió saber que era solo fruto de la fértil imaginación del novelista.

Sigue una Nota del Autor explicativa del trabajo llevado a cabo y de las razones, objetivas y subjetivas, que le impulsaron a ello. Considera su primer propósito novelar con sólida base histórica un período no demasiado tratado ni en la novela ni en los trabajos históricos-científicos: el que abarca desde los antecedentes cercanos del establecimiento del Protectorado español en Marruecos en 1912 hasta el desastre de Annual en 1921, momento a partir del cual la aportación literaria e histórica se multiplica. Y tras ello, añade que su segundo propósito era centrar el relato en la parte occidental del Protectorado donde nos encontramos con una figura como la del Raisuni, mucho más desconocida que la del rifeño Abd-el-Krim.

Finalmente añade un Glosario, útil incluso para los que hemos vivido allí, de los términos más usados, como jalifa y jerife, aduar y cabila, caid, ascari, y el omnipresente majzén etc. Y unos descriptivos Mapas de la parte occidental cercana a Ceuta, el Yébala, y de la oriental cercana a Melilla, el Rif, del viejo Protectorado español, prueba todo ello de la exhaustiva labor llevada a cabo.

IV. Como CUARTA FACETA quiero mencionar, dentro de un nuevo grupo que denominaré MISCELÁNEA, dos temas muy vinculados a la actividad literaria, e incluso profesional, de nuestro homenajeado. El primero tiene que ver con el Deporte que siempre ha cultivad movido sin duda por el viejo dicho de los clásicos mens sana in corpore sano. Reconozco no haber podido acceder a una vieja obra suya de 1979, titulada “Deporte y Estado”, Ed. Labor, y haber extraviado un pequeño opúsculo que publicó en los años en que apoyó, desde distintos puestos, la “Candidatura de Madrid como sede olímpica”, finalmente frustrada y por el momento olvidada. Su activa presencia en el “Comité Olímpico Español” e incluso en el “Comité Olímpico Internacional”, tanto como vocacional defensor del deporte como en tanto que experto jurista en este sector, explican sin duda que, atendiendo unas u otras necesidades, aceptase poner al servicio de estas metas su prestigiosa pluma.

Personalmente, me agradó aún más que escribiese en 2019 otro, para mí muy interesante, trabajo, dados mis años de servicio público como “Secretario General de Política de Defensa” (2001-2004), titulado “Fuerzas Armadas y Acción Exterior del Estado”, que editaría el Ministerio de Defensa y presentaría la Ministra Margarita Robles. Luis María ha sido siempre persona involucrada en proyectos vinculados a la conciencia social de la Defensa, asistiendo o protagonizando cursos en la prestigiosa Escuela de Defensa del CESEDEN, o involucrándose en iniciativas de la sociedad civil como lo es el grupo de “Eurodefence España”. En el breve Prólogo, defiende la importancia de las Fuerzas Armadas como uno de los cimientos más sólidos del Estado democrático y social de Derecho que diseña nuestra Constitución. Se trata de un valioso texto donde cabe encontrar una síntesis sobre las cada vez más pujantes Misiones Internacionales de Mantenimiento de la Paz, promovidas por realidades supranacionales como Naciones Unidas, Unión Europea o Alianza Atlántica. Especialmente, y por razones muy personales, me agradó leer las elogiosas palabras que dedica a la labor de las Agregadurías de Defensa en nuestras Embajadas, que quedó regulada y realzada en el Real Decreto 916/2002, que me tocó impulsar como “Segenpol”, y que tanto me hizo recordar lo vivido por mi progenitor, Agregado Militar de España en Buenos Aires y en Lima.

El autor, citando el “Manual de Operaciones de Paz” del propio Ministerio, escribe que no será hasta finales de los años 70 cuando en España se empieza a considerar una contribución a este tipo de operaciones como expresión de la voluntad de estar presente en los acontecimientos internacionales para cumplir la aspiración que expresa el preámbulo de nuestra Constitución. Mi pertenencia a una familia de cuatro generaciones de aviadores me llevó a recordar cómo anteriores textos oficiales habían descrito ya el largo e intenso puente aéreo establecido por España desde la Base Aérea de Getafe –que mandaba nuestro padre– en favor de los miles de víctimas del terrible terremoto que asoló la ciudad marroquí de Agadir en 1950, como la “primera misión humanitaria del Ejército del Aire español”.

Creo que es un buen momento para mencionar otra obra de Luis María vinculada a temas militares, titulada En torno al oficio de las Armas en el Quijote, fruto de una Conferencia inaugural del Curso 2016-2017 de la Sección de Derecho Militar de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que es co-Presidente . Analiza en ella el “Curioso discurso que hizo Don Quijote de las armas y de las letras”, que figura como capítulo XXXVIII de la Primera Parte (1604), donde analiza la naturaleza y funciones de las Armas, y donde incluye convincentes glosas sobre valores como la ética militar, sobre virtudes como la obediencia, la ejemplaridad en el mando, y sobre problemas, ya entonces, como la escasa retribución material y elevada en la honra. Pero también recurre al capítulo XXVII de la Segunda Parte (1615), para extraer la siguiente enriquecedora cita, “Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera por defender la fe católica; la segunda por defender su vida, que es de ley natural; la tercera en defensa de su honra, de su familia y hacienda; y la cuarta en servicio de su rey en la guerra justa; y si le quisiéramos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de la patria”.

Dentro de esta faceta que he denominado miscelánea, no me resisto a mencionar su reciente tarea como prologuista, que ha asumido, a instancias de un jurisconsulto, admirado por todos, Luis Martí Mingarro, de cara a la muy interesante y amena obra de éste, “Un episodio jurídico en el Centenario de Galdós”. La verdad es que merece la pena rescatar las diez páginas que Luis María dedica a comentar, y ciertamente elogiar, el trabajo del inolvidable Decano del Colegio de Abogados de Madrid sobre las vidas y obras de dos grandes personalidades, Benito Pérez Galdós en el mundo de las Letras, y Antonio Maura en el mundo de la Política y del Derecho. Narra cómo estos dos grandes amigos se unieron en la defensa de los derechos de propiedad intelectual de nuestro gran narrador, que consideró que estaban viéndose perjudicados por la aplicación de un viejo contrato que firmó con su editor, y también amigo, Miguel Honorio de Cámara y Cruz.

No me extiendo sobre aquel exitoso recurso a la vía arbitral para resolver un pleito entre las partes sin necesidad de acudir a la siempre más lenta acción de los tribunales. Procedo, en cambio, a destacar las acertadas consideraciones que dedica Luis María a lo que llama la variante jurídicoliteraria del prólogo , que no debe ser una glosa ni una apostilla, ni una reproducción de los mayores hallazgos, ni una polémica con el autor principal, ni tampoco un esfuerzo de emulación. Concluye que debe servir de ambientación general a lo que el autor del libro ha escrito, debe ser un encuadramiento general, lo que le lleva a recordar, como mejor ejemplo, el prólogo de Víctor García de la Concha a las obras completas de Miguel Delibes, en el que menciona también las dificultades de dicha labor, que destacó ya Cervantes en su Prólogo de Don Quijote.

V. Para cerrar este trabajo con referencias al momento literario de Luis María, nos toca ahora analizar su FACETA ACTUAL. Ésta tiene que ver con sus tres novelas ya examinadas, donde se complementaban y cruzaban importantes episodios nacionales vividos por nuestro país a los que se añadían personajes concebidos por el autor como partícipes o testigos directos de los mismos. Desde ese punto de vista, nada me choca que, como aparece escrito en el antes citado Prólogo a la obra de Martí Mingarro, personalidades jurídicas como Juan Velarde, Julio Iglesias de Ussel y el siempre recordado Francisco Oña hayan encontrados ecos galdosianos en las novelas de Cazorla.

En esa misma línea, tendría Luis María ya muy bien encaminado su nuevo desafío, término que sin duda ha estado siempre detrás de su exitosa trayectoria profesional y literaria. Ultimada con éxito su Trilogía sobre el Protectorado, que ya hemos comentado, habría diseñado una nueva Trilogía vinculada a los años de la II República y ulterior Guerra civil.

Arrancaría ésta con un primer volumen, editado también por “Almuzara”, titulado “La Rebelión del General Sanjurjo”. Sigue un formato muy similar a las anteriores novelas históricas, unas quinientas páginas de extensión, siempre de fácil lectura, un descriptivo Índice de las ocho partes, con un total de 55 capítulos, y atractivos títulos como “El horror de Castilblanco”, “El General Sanjurjo obligado a dejar la Guardia Civil”, “Azaña está aparentemente despreocupado”, “Los Generales Sanjurjo y Franco cenan juntos en La Coruña”, “Sanjurjo emprende el viaje definitivo a Sevilla”, “La reacción popular, fracaso y huida del General Sanjurjo”. A todo ello hay que añadir un buen número de Notas a pie de página que reflejan nuevamente la gran labor de investigación, siempre creciente, llevada a cabo por el autor.

Sin duda y, como él mismo me explicó, las técnicas narrativas a lo largo de las distintas novelas históricas, tendrán que seguir adaptándose a las necesidades concretas de cada tema principal. Así ha sucedió en lo que tiene que ver con l a Sanjurjada de 1932. Dando máxima continuidad a los muchos años dedicados a esta labor, Luis María recupera dos ramas de la tercera generación del primer protagonista, Jose Luis Ninet, que conservan esa ubicación marroquí, sin renunciar nunca a una personalidad esencialmente española. El propio desarrollo histórico de la frustrada rebelión, con sus dos epicentros en Madrid y en Sevilla, le ayuda a ello. En el Madrid oficial del entonces Presidente del Consejo y Ministro de Defensa, Manuel Azaña, será protagonista el descendiente Perico Robí, estudiante de Filosofía y Letras, y en la Sevilla militar del General Sanjurjo lo será el joven Paco Tenoll, estudiante de Derecho, tras abandonar uno y otro el domicilio familiar en Larache y venir a estudiar a la Península.

Me detendré en los capítulos finales de fuerte carga política, “Consecuencias directas de la Sanjurjada” y “Consecuencias indirectas de la Sanjurjada”, no sin antes alegrarme de ver confirmada la tesis de que el absoluto fracaso del golpe en Madrid se debió al “chivatazo de la amante de uno de los oficiales encartados en la sublevación”, ejemplo de debilidad humana que también se dio, muchos siglos antes, en el frustrado golpe de Estado que intentó dar Catilina contra Cicerón, según leía recientemente en el cuidado capítulo que Paulino Fajardo dedica a aquellos dos grandes personajes histórico, dentro del muy ilustrativo y original libro “A la Sombra. Actores secundarios de la Historia” (Ed. Alhulia).

Entre las consecuencias directas figurarían, según nuestro autor, el reforzamiento de la política de Manuel Azaña en lo referente a la definitiva aprobación de las Leyes sobre el Estatuto de Cataluña, y sobre la Reforma agraria, lo que tuvo lugar solo un mes después del fallido golpe. Buen trabajo de investigación el llevado a cabo en lo que tiene que ver con las muchas y variadas sentencias a las que dio lugar la Sanjurjada desde la de pocos días después, el 25 de agosto, con la condena a muerte del General, hasta la del 18 de marzo de 1935, que impuso similar pena al General Emilio Barrera, colocado a la cabeza del movimiento por ser el más antiguo en el generalato. Gran interés tiene también lo que escribe sobre la cuestión del indulto, optando por dar la máxima credibilidad a los diarios del propio Azaña, que escribió: “He considerado el asunto como un caso político, en el que debe hacerse lo más útil para la Republica… Hay que desacreditar los pronunciamientos por su propio fracaso y por el descrédito de sus autores. Fusilando a Sanjurjo, haríamos de él un mártir, y fundaríamos, sin quererlo, la religión de su heroísmo y de su caballerosidad”.

Finalmente, menciona los importantes desórdenes que se generaron en Sevilla la noche del mismo día 10 de agosto, tras el llamamiento a una huelga general por su Alcalde José González Fernández de la Bandera, con los incendios de “Villa Blanca”, propiedad de uno de los principales conspiradores, el Marqués de Esquivel, y de otros locales destacados como el “Círculo Mercantil” y el “Nuevo Casino”, así como el frustrado ataque al “Círculo de la Unión Comercial”.

De su análisis de las consecuencias directas destacaré su afirmación Creo que la sublevación del 18 de julio de 1936 no se pude entender completamente sin la Sanjurjada, lo que le lleva a destacar coincidencias y discrepancias en los protagonistas de una y otra parte, y evidentes avances en la organización, marcada en 1936 por un mayor monopolio militar para un aseguramiento total de lealtades.

También ha aparecido muy recientemente el segundo volumen de la trilogía, en la misma editorial “Almuzara”, y con el mismo valioso editor, Javier Ortega, con vistosa portada y sugerente título, “La bahía de Venus”. Está vinculado a los sucesos vividos en Guinea ecuatorial, que estuvieron muy presentes en los debates políticos peninsulares entre los distintos partidos, en el poder y en la oposición, durante el denominado bienio negro de la II República. Recuerdo haber leído, entre los más trágicos, gracias a ese nuevo género literario que son los, muchas veces admirables, blogs, un apasionante relato de un compañero de Facultad, Federico Bello, fiscal, hoy jubilado, que está demostrando ser un gran narrador, titulado “El asesi-nato del Gobernador General” por un sargento de la Guardia Civil en la isla de Annobón en noviembre de 1932.

En este caso, la trama se inicia en Fernando Poo, con un viaje de exploración comercial de la ya muy querida “Casa Ninet”, los primos Pedro Robi y Paco Tenoll, a la isla en busca de nuevas posibilidades comerciales. Diferencia dos períodos muy distintos de la mano de estos dos protagonistas. Por un lado, el exotismo de nuestra vieja colonia guineana, sujeta a presiones políticas y financieras, con un nuevo Gobernador Núñez de Prado, donde surgen pasiones amorosas ca-paces de llevar a grandes errores a personas inestables como el joven Paco, enamorado de una belleza local que morirá misteriosamente asesinada, trama propia de la mejor novela negra, o a lógicas retiradas de aquellas tierras incontrolables, como sucede en el caso del más racional Pedro. Luego, el retorno al mundo dela política nacional vivida en Madrid, que pasa a ser la gran protagonista, gracias a la detallada reconstrucción que lleva a cabo el autor de aquellos conflictivos años de 1934 y 1935, que culminarían con las elecciones de 1936 y la llegada del Frente Popular.

Luis María se encuentra muy a gusto narrando lo entonces vivido, y con mentalidad de buen Letrado de las Cortes, recrea con brillantez enfrentamientos políticos, tanto en encuentros personales entre altos cargos de la Administración, como en debates entre líderes de los partidos, que se enfrentan por los dos casos que llevarían a la crisis del sexto Gobierno de Lerroux, con significativa presencia de la CEDA de José María Gil-Robles, como lo fueron las reclamaciones de fuertes indemnizaciones planteadas por el naviero Antonio Tayá, titular de las líneas marítimas interinsulares en Guinea, y por el financiero Daniel Strauss a costas de su novedoso juego de azar derivado de la ruleta, el fatídico estraperlo, siempre enturbiadas, una y otra, con prometidas comisiones a mediadores corruptos.

Aparecen bien descritos grandes personajes de nuestra reciente Historia como el citado Lerroux, el Presidente Alcalá-Zamora, y desde fuera el poderoso Azaña. Se encuentro uno a gusto releyendo una cuidada narración sobre la que el mismo autor dice haber escrito “con el mayor acopio de documentación del que he sido capaz”, entre la que menciona las importantes Memorias de grandes políticos e historiadores como el propio Lerroux, su sucesor Chapaprieta, José María Gil-Robles, o Jesus Pabón y su gran biografía sobre Cambó. Como botón de muestra de su buen hacer narrativo, citaré las páginas 420 y siguientes, cargadas de suspense, que dedica al Consejo de Ministros de 17 de julio 1935, presidido por el f acundo Presidente Don Niceto, en el que sufrirá fuerte derrota el Presidente de Gobierno Lerroux, al quedar sobre la mesa la indemnización prometida a la Compañía “África Occidental”, lo que había intentado evitar el Laureado aviador, Antonio Nombela, ejemplo de la mayor integridad desde su ulterior puesto de “Inspector General de Colonias”.

No me extiendo más, sin dejar de destacar que Luis María Cazorla con su gran conocimiento de la historia reciente de España, coherente con las muchas oposiciones estudiadas y ganadas, y su interés reconocido por la prensa de época, los documentos administrativos de toda clase, las sentencias y resoluciones judiciales, dictámenes del Consejo de Estado, parece haber encontrado su nueva área de especialización.

Todo ello nos invita a esperar con entusiasmo la aparición anunciada del tercer volumen de la trilogía, que, según me confesó el homenajeado autor, está ya ultimado, se titulará , “El juez que creía en la ley”, y narrará lo vivido y sufrido en Melilla tras el Alzamiento militar del General Franco, teniendo como protagonistas a autoridades civiles y militares que decidieron mantenerse fieles a la República, recreando las consecuencias que todo ello tuvo en sus vidas. Sé que seré uno de sus primeros lectores, pues mi año de destino como Cónsul General de España en la cercana ciudad marroquí de Nador ha desarrollado en mí una fuerte adicción a todo lo que ha venido sucediendo en torno a la histórica Mar Chica.

Termino ya estas páginas con un reconocimiento del acierto de Luis María en su deseo de unir en las analizadas novelas históricas ya publicadas, y sin duda también en la que le falta aún ver la luz, esos dos elementos claves, una fiel reproducción de lo sucedido en el pasado que justifica la utilización del adjetivo, junto a una fértil imaginación que responde al substantivo, y se mueve dentro de lo que conocemos como microhistoria.

No dudo, en cualquier caso, de que Luis María Cazorla, con su excepcional preparación intelectual, seguirá recurriendo a su pluma en otras muchas batallas, o para hacer frente, como le gusta decir, a futuros desafíos, impulsado siempre por su gran vocación literaria y por su insaciable curiosidad por la historia de nuestra compleja España.

Estudios en homenaje al profesor Luis María Cazorla Prieto

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