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Historia de un académico

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RAFAEL NAVARRO-VALLS

Catedrático de Derecho Canónico, académico/ Vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España y Presidente de las Academias Jurídicas Iberoamericanas

Una afortunada circunstancia propició que conociera al profesor Luis María Cazorla bastante antes de su elección como Académico Numerario de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Sucedió, que los Departamentos de Derecho Eclesiástico del Estado y Derecho Canónico (del que yo era director), y el de Derecho Financiero y Tributario (al que pertenecía Luis María Cazorla), estaban ubicados en el mismo pasillo de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense.

El trato ocasional como “vecinos” bien avenidos, hizo que la vecindad cordial fuera transformándose en verdadera amistad. Pasaron los años y Luis obtuvo la cátedra de Derecho Financiero de la Universidad Rey Juan Carlos. La distancia ocasionó que los contactos se hicieran menos frecuentes, pero manteniéndose la amistad.

La amistad, como es sabido, es una relación singular entre dos personas que, cuando es sólida, no se quiebra por la envidia ni por las sospechas; puesta a prueba no cede, y se muestra inflexible en la tormenta. Debo advertir que, sin embargo, nuestra amistad no tuvo que sufrir esos embates. Fue una amistad “sin sobresaltos”.

Y si la inicial relación de amistad surgió por un simple hecho de ubicación común, su rejuvenecimiento posterior lo ocasionó la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.

Efectivamente, el profesor Cazorla de la mano de don Aurelio Menéndez, Manuel Olivencia y Landelino Lavilla decidió en algún momento que se daban las circunstancias oportunas para su posible incorporación como Académico de Número.

De este modo, hacia febrero de 2009 -creo recordar- recibí su visita para manifestarme que era su deseo ser candidato a una plaza vacante por el fallecimiento del académico D. Manuel Amorós Guardiola. Naturalmente, como es costumbre de los nuevos candidatos, solicitaba mi voto.

No tuve inconveniente en prometerlo, y ya no por amistad, sino por una razón de justicia. Baste decir aquí muy sucintamente –me figuro que el curriculum vitae completo, aparecerá en estos volúmenes homenaje– que el profesor Luis María Cazorla, es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, Abogado del Estado, Letrado de las Cortes Generales e Inspector de Servicios del Ministerio de Hacienda. Cuando tuvimos la entrevista aludida era también Catedrático de Derecho Financiero y Tributario en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y Secretario General del Consejo de Administración de Bolsas y Mercados Españoles. Antes había sido Secretario General del Congreso de los Diputados y Letrado Mayor de las Cortes Generales.

Naturalmente, sus publicaciones eran muy abundantes y de excelente calidad científica.

Así, pues, el lector comprenderá por qué he manifestado que mi voto favorable no se veía “cegado” por una sincera amistad, sino orientado por una razón de excelencia.

Su candidatura estuvo presentada por los Académicos Numerarios Excmos. Sres. Menéndez Menéndez, Olivencia Ruiz y Calvo Ortega, y fue elegido por amplia mayoría, en sesión del Pleno de Numerarios celebrada el día 1 de febrero de 2010.

A estas alturas, conviene advertir al lector no avisado que un Académico electo no se convierte en verdadero Académico de Número hasta que “lee” su discurso de ingreso. Teniendo en cuenta que ese “discurso” presupone la presentación de un verdadero libro que suele oscilar entre 100 y 250 páginas, se entiende que un electo “diligente” tarde entre año y medio y dos años en presentarlo. En caso de académico “no diligente” esos plazos suelen alargarse bastante, mediando la autorización de la Academia. Incluso hay casos en que la presentación del discurso se dilata tanto, que la Academia se ve obligada a “despojar” al académico electo de su plaza, que vuelve a salir a concurso. Siempre le queda al electo huérfano de plaza, hacer su discurso y firmar otra plaza vacante, que –previa aprobación del discurso por Censor y Pleno de Numerarios– le es automáticamente adjudicada.

Lo inédito de nuestro personaje es que presentó y leyó su Discurso en el mismo año de su elección, pues la sesión solemne de recepción tuvo lugar el 15 de noviembre de 2010. Es decir, nueve meses después de su elección.

La “lectura” del Discurso por un académico electo es acontecimiento de primera magnitud tanto para la Real Academia como para el recepcionario. Este suele invitar a colegas, autoridades, familiares etc., de modo que el gran Salón de la Academia suele llenarse de una selecta concurrencia.

Recuerdo bien el acto de recepción del profesor Cazorla, pues yo era por entonces Secretario General de la Real Academia y responsable, por tanto, de la organización del evento.

Efectivamente, el gran salón de la Real Academia estaba completo. Reconociéndose entre los asistentes al Presidente del Congreso de los Diputados, Fiscal General del Estado, al del Tribunal de Cuentas, Jefe del Cuarto Militar del Rey, Magistrados del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo, Diputados, varios Rectores y un largo etcétera de personalidades jurídicas, empresariales y de las finanzas.

El discurso versó sobre “El gobierno de la globalización financiera: una aproximación jurídica”.

En mi opinión fue un buen discurso, ya que desde el principio su autor tuvo bien presente la regla de oro de que los cinco primeros minutos de un discurso son los que hacen o deshacen a un orador. O uno logra captar la atención del auditorio enseguida, o este se distrae y deja de prestar atención. Una vez perdido el interés del auditorio asistente, es muy difícil hacerse con él de nuevo.

Luis María Cazorla no incidió en ese error, y supo atraerse desde el principio el interés del auditorio. Por otra parte, fue un discurso repleto de ideas. Todo lo contrario a lo que uno de los senadores coetáneos del Presidente Warren G. Harding solía achacar a los discursos del malogrado Presidente (murió a los dos años de su elección (1921-1923), que eran “como un ejército de frases avanzando por el paisaje en busca de una idea. En ocasiones, esas palabras en perpetua divagación apresaban por fin un pensamiento rezagado y lo conducían triunfalmente en medio de todas las palabras, como un prisionero, hasta que moría de servidumbre y agotamiento” (Senador William McAdoo).

Perdóneseme este tributo que pago a mi afición incorregible por la Presidencia USA.

En fin, Luis María Cazorla vino a insistir en dos ideas madres, entre otras muchas: a) Su reticencia a las limitaciones que la tradicional soberanía de los Estados sufre como consecuencia de que éstos se han ido transformando en ciertos aspectos, sobre todo en el terreno de la política económica, en correa transmisora de los requerimientos que proceden de los organismos del incipiente gobierno de la economía globalizada; b) Solicitó –en su referencia a España– una mayor intervención del Congreso de los Diputados en la aprobación de las medidas dictadas al hilo de los requerimientos de los organismos rectores de la economía globalizada. El abuso del decreto-ley, en el que se ha caído recientemente, perjudica la calidad democrática del sistema político español.

La contestación al discurso (misión que recae en un Académico de número designado por el Pleno de Numerarios) corrió a cargo del Académico Excmo. Sr. D. Aurelio Menéndez Menéndez, Marqués de Ibias. Este, en cumplimiento del encargo recibido, hizo una síntesis crítica del discurso escuchado y un elogio de las cualidades científicas y humanas del nuevo numerario.

Ambas intervenciones fueron muy celebradas y el nuevo Académico de número fue investido en propiedad con la medalla número 14.

Bien, ya tenemos a nuestro protagonista como Académico de Número en propiedad. Pero el discurso de ingreso para los académicos no es un punto de llegada sino de partida. Quiero decir, en la vida en la Academia de un inmortal (así denominados los académicos por el sólido rastro que suelen dejar –no todos– en el campo del Derecho) se abren una serie de vertientes que pueden o deben recorrerse. Muy en síntesis son estas: sus aportaciones al Pleno de Numerarios, su trabajo en la Sección o Secciones en que se integra, labor en los órganos de Gobierno y otra serie de actividades internas y externas que completan las anteriores y a las que también me referiré.

Ya dijimos que Luis María Cazorla desde su inicio fue un Académico diligente, lo cual se manifestó enseguida en sus aportaciones a los Plenos de Numerarios. Advertiré que dichos plenos suelen celebrarse en un día fijo de cada semana (los lunes, en el caso de nuestra Real Academia), en el que el Académico designado por el Presidente desarrolla un tema de su especialidad en un tiempo razonable, y contesta con argumentos jurídicos las observaciones críticas que pueda recibir de los académicos asistentes en el debate posterior. Lo normal es que los académicos de número desarrollen una vez al año las intervenciones antedichas. Aunque hay excepciones de académicos que se muestran pasivos ante esta praxis.

Cazorla, en lo que se me alcanza, cada año ha aportado puntualmente una comunicación al Pleno. A título de ejemplo, su primera comunicación la presentó el 21 de enero de 2011 sobre el siguiente tema: “La Oficina de presupuestos en las Cortes Generales”. La última ha sido desarrollada por vía telemática –dada la pandémica situación que todavía vivimos– sobre la interesante cuestión de plena actualidad. El alcance y límites, principalmente parlamentarios, de la declaración del estado de alarma.

Permítaseme detenerme un momento en los debates que suceden a la presentación de comunicaciones en los Plenos. Ante todo, hay que decir que esos intercambios de opinión no son como una jaula donde de pronto descubres que estás como un boxeador sin guantes mientras unos implacables actores te vapulean y los observadores hacen apuestas en su interior acerca de cuanto durarás en pie.

Son debates, desde luego, en los cuales los intercambios a veces son como guantes de seda forjados en hierro, pero siempre con un alto nivel de caballerosidad. Debates que no suelen ganar los buenos argumentos, sino los buenos argumentadores.

En este aspecto Cazorla tiende a ser más conciliador amable que argumentador contundente. Concilia los intentos de consenso con suaves discrepancias, lo cual hacer perder al debate la fogosidad necesaria, aunque gane en altura científica.

En todo caso, no “escurre el bulto”, sino que no deja de contestar a todas las preguntas – críticas o no– con lo que hace especialmente interesantes sus comunicaciones al Pleno.

Por mucha importancia que tengan éstas –y que luego suelen publicarse en los Anales de la Real Academia– inicialmente son trabajos y debates que, hasta su publicación, se desenvuelven ad intra, es decir, en el exclusivo marco de los académicos de Número. Ya se entiende que esas comunicaciones no son el único trabajo de los Académicos: existe toda una serie de aspectos, de los que antes he enumerado algunos.

De especial interés es el trabajo de los distintos Académicos en las Secciones de la Academia. Son estas una agrupación de Académicos (de Número, Correspondientes y Asociados) en torno a una rama del Derecho, cuyas actividades pueden ser públicas, proyectando los trabajos de la Academia ad extra. Teoría y práctica del Derecho van muy unidas, de lo que son especialmente conscientes los distintos órganos de nuestra Academia. En las diversas Secciones, muchos de los temas que se abordan son jurisprudenciales, con reflejos casuísticos. Pero no olvidemos que toda aplicación del Derecho tiene que estar apoyada en una sólida base teórica. La Real Academia, a través de sus Secciones y Seminarios desea encontrar en sus actividades un equilibrio entre lo que los anglosajones llaman “blue sky law” (derecho teórico, entre otras acepciones) es decir, los grandes trazos que bosquejan el problema legal, y el derecho “en pie de guerra”, esto es, el derecho en acción dentro del más concreto mundo real.

Actualmente existen 23 Secciones que abarcan prácticamente todas las ramas del saber jurídico: desde el Romano, el Canónico o la Historia del Derecho hasta las denominadas “nuevas tecnologías”, pasando por el Derecho Mercantil, Laboral, Penal etc.

Cuando el Sr. Cazorla se integró en la Academia eligió como punto de referencia de su trabajo académico la Sección de Derecho Financiero y Tributario –disciplina de la que es Catedrático–, cuyo primer presidente es el Excmo. Sr. D. José Luis Pérez de Ayala y López de Ayala, Conde de Cedillo y de Fuensalida. Esta sección, que cuenta entre sus integrantes a los Sres. Pizarro, Calvo Ortega y Martínez Lafuente, entre otros, es modélica por su actividad continua, notable altura científica y entusiasmo de sus componentes. Es natural que dichas características las asumiera enseguida Luis María Cazorla, apuntalándolas con su habitual savoir faire.

Pero Luis María Cazorla desempeñó también un especial papel en la creación y desarrollo de otras Secciones. Así creó –junto al Numerario Excmo. Sr. D. Tomás Ramón Fernandez– la Sección de Derecho del Deporte, y antes, junto a una serie de militares de elevado prestigio y rango, la de Derecho Militar, copresidida por el Académico Numerario Excmo. Sr. D. Antonio Pau, y en la que destaca el Académico Numerario Excmo. D. Juan Carlos Dominguez, catedrático de Historia del Derecho pero también Teniente Coronel ® del Cuerpo de intervención de la Defensa.

Detengámonos en las actividades de esta segunda.

Como es sabido, el Derecho militar es una rama del Derecho que se refiere al conjunto de normas legales que regulan la organización, funciones y desarrollo de las instituciones armadas, en conexión con la defensa de la nación. Las direcciones que asume se proyectan sobre el Derecho constitucional, el administrativo o penal, entre otras. Cada vez va adquiriendo más desarrollo. Baste decir que en 1987 se creó en el Tribunal Supremo español la Sala Quinta de lo Militar.

De hecho, el interés por esta rama del Derecho llevó a que la inauguración de la nueva Sección (5 noviembre 2013) la presidiera el Ministro de Defensa, Excmo. Sr. D. Pedro Morenés y dictara el discurso inaugural el ex Ministro de Defensa Excmo. Sr. D. Eduardo Serra sobre “Discurso de las armas y las letras”.

Desde ese momento la nueva Sección tuvo un notable desarrollo que propició que, en el año 2016, la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España recibiera el Premio Extraordinario de Defensa.

El Derecho español es el producto de siglos de evolución y de la contribución de miles de profesionales del derecho –incluido los investigadores– que han consolidado un Derecho que yo calificaría de modélico dentro de la familia de derechos en que se encuadra, es decir, el Derecho continental europeo. Si me permite una ironía, no es algo reciente que necesite la promoción de la “marca España”. Ciertamente la incontinencia normativa de nuestros legisladores ha producido una cierta “ansiedad jurídica”, que repercute en su estructura. Pero con esos vientos de fronda ya contamos los juristas en nuestra persistente tarea de perfeccionarlo. De ahí que la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España sea la “casa común” de todos los juristas, primordialmente de los de habla castellana.

Naturalmente, para esta tarea de perfeccionamiento se necesita dinero. Desde luego, antes que el dinero, la posición y el poder está la reputación

Por eso la reputación científica es lo más importante para la selección de los Académicos. Y cualquier persona con dos dedos de frente cuida su reputación como un tesoro.

Dicho esto, reconozcamos humildemente que no basta que un organismo y sus componentes tengan reputación. Para el logro de sus fines, necesita también fondos económicos si no quiere quedarse en el limbo jurídico.

En este sentido, la Real Academia se nutre principalmente de una menguada cantidad que proviene del Gobierno. Pero los dos ríos de los que fluye el dinero en la sociedad son los inversores individuales y las grandes empresas. Estos eran campos poco explorados con tenacidad: se necesitaba un instrumento que diera continuidad al esporádico esfuerzo.

En este aspecto, Luis María Cazorla ha sido un pionero. Pero en vez de las grandes empresas económicas fijó su atención primordialmente en los grandes bufetes y en las principales corporaciones integradas por juristas. Con el aliento y el apoyo de la Real Academia promovió una Fundación denominada Pro Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Sus integrantes –ya se insinuó– son los grandes bufetes nacionales y los Colegios de Abogados, Registradores, Notarios, Procuradores, Graduados Sociales etc. Desde este instrumento se impulsa económicamente la vida de la Real Academia, potenciándose la vida científica interna y se estimula la vertiente internacional, por ejemplo ayudando a la Conferencia Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas (30 Academias), muy ligada a la Real Academia (Luis María Cazorla es uno de los Vicepresidentes y el que firma estas letras tiene el honor de presidirla) Al tiempo se estimula el buen hacer de los profesionales del Derecho, a través de la creación del importante premio “A la Excelencia en el Jurista” y la revitalización del premio “San Raimundo de Peñafort”. La Fundación, no obstante, su corta vida, se ha convertido en un instrumento vital en el engranaje de la Academia, cuyo Presidente es el propio Luis María Cazorla, como máximo impulsor.

Un aspecto que requiere cierta atención en el día a día de la Real Academia es el gobierno de la misma. En la de Jurisprudencia, este se despliega en dos organismos: la Junta de Gobierno y el Pleno de Numerarios. Este último es un órgano de gobierno más excepcional que ordinario. El más habitual es la Junta de Gobierno. Formada por vocales natos (Presidente, Vicepresidente, Secretario General, Bibliotecario, Censor, Tesorero etc.) y otros adscritos, de hecho lleva el gobierno normal de la Academia, desde nombrar académicos correspondientes o asociados pasando por la aprobación del Presupuesto hasta la digitalización de la Biblioteca. Temas a los que se unen otros muchos de los que ahora hago gracia al lector.

A la hora de analizar el papel que Luis María Cazorla ha desempeñado y desempeña en la Junta de Gobierno conviene advertir que los hombres procedentes del mundo académico suelen dividirse en dos clases –ambas respe-tables– ante los cargos de Gobierno. Unos suelen ser más activos y proclives a presentar sus candidaturas a las vacantes; otros, más pasivos y poco propensos al ejercicio del gobierno. Luis, moderadamente, se incluye entre los primeros.

Así, pronto fue elegido Tesorero de la Academia (26/XI/2012) y, por tanto, componente de la Junta de Gobierno.

El cargo de Tesorero es importante y delicado. Importante, pues a él le compete –con los adecuados controles– el manejo de los fondos de la Real Academia. Delicado, pues tiene que hacer el presupuesto y presentarlo a la Junta de Gobierno para su aprobación.

Si se piensa que el presupuesto de cualquier organización supone hacer una estimación de los ingresos, una predicción de los gastos y una asignación de los recursos, correspondiendo principalmente al Tesorero su administración, ya se entiende que en una Corporación con pocos ingresos y abundantes cargas sea una pesadilla para el mismo. Luis desempeñó con elegancia y minuciosidad el difícil encargo hasta el año 2016, en que entendió oportuno cesar para dedicar más tiempo a la Fundación mencionada. Se escapó de los trabajos de Tesorero, pero no de la Junta de Gobierno.

El Pleno de numerarios entendió, con toda razón, que convenía que el presidente de la Fundación se incorporara como vocal de libre designación.

A estas alturas, me parece que, con la excusa de homenajear la figura de Luis María Cazorla, estoy haciendo una especie de teoría general de nuestra Real Academia.

Concluiré, pues, mencionando dos aspectos de la Academia en los que desempeñó nuestro protagonista un cierto papel. Me refiero a las sesiones necrológicas y las contestaciones a algunos discursos de ingreso.

Cuando se produce el fallecimiento de un Académico de número, pasado un tiempo es normal que la vacante producida salga a concurso. Sin embargo, una praxis inveterada, reflejada en los Estatutos de la Corporación, indica que antes de salir a concurso dicha vacante, es obligado hacer un acto in memo-riam del fallecido.

Dicho acto comprende dos momentos fundamentales. El primero es el elogio del fallecido y su recuerdo, a cargo de un académico de número designado por el presidente. El segundo, una contestación de agradecimiento por parte de alguien de su familia.

El discurso in memoriam suele ser un momento entrañable del quehacer de la Academia, ya que rememora la vida de un académico, amigo y colega, poniendo de manifiesto anécdotas, méritos, actividades en la Corporación y fuera de ella etc.

Luis María Cazorla realizó la intervención in memoriam de don Manuel Olivencia.

Incidentalmente, me he referido ya a la existencia de una “contestación” al discurso de ingreso. Es el momento de insistir sobre ella. La contestación, en realidad, es una encomienda que la Real Academia hace a un académico de número para recibir adecuadamente a otro académico.

En ella, se trata de hacer un reconocimiento justo a un jurista ejemplar, que muy pronto se sentará en la ovalada mesa del Pleno de Numerarios para desarrollar su primera actividad, completada por muchas otras.

El profesor Luis María Cazorla, que yo recuerde, ha contestado al discurso de ingreso del Excmo. Sr. D. Pedro González-Trevijano.

Concluyo. No soy tan pesimista como Heidegger que observaba que “tan pronto como un hombre entra en la vida, ya es bastante viejo para morirse”. Más bien estoy más de acuerdo con Lord Palmerston quien, en su lecho de muerte, le decía a su médico: “Morirme, querido doctor, es lo último que haré”.

Con esta visión optimista, quiero decir que Luis María Cazorla es hombre relativamente joven, que, si Dios quiere, vivirá aún muchos años. No le da el sol tan de frente como a los jóvenes, pero tampoco por la espalda como a los mayores.

En ese horizonte lejano, a nuestro Académico Excmo. Sr. D. Luis María Cazorla Prieto le quedan aún bastantes aventuras que correr y bastantes metas por alcanzar. Estoy seguro de que vivirá muchas de las primeras y logrará algunas de las segundas. La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España bien lo merece.

Estudios en homenaje al profesor Luis María Cazorla Prieto

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