Читать книгу Un beso arriesgado - Deletréame te quiero - Olga Salar - Страница 16
Capítulo 10
ОглавлениеEscucho la voz del silencio que resuena en mi interior,
Me empuja, me aleja y me deja a solas con mi voz.
Me asusta lo que me cuenta,
pero más me aterra que calle y me deje sin respuestas.
EFRÉN VENTURA (CIRCUNSTANCIAS ATENUANTES), Siempre a lo lejos
Era más que evidente que estaban en un plató de televisión. Lo que por fuera parecía una aséptica nave, por dentro era ordenado y laberíntico. Y la sonrisa de satisfacción de Efrén le anunciaba que, fuera lo que fuera lo que se iba a encontrar, tenía muchas posibilidades de que le encantara.
—Te aviso antes de que lleguemos —musitó, acercándose a su oído para que su guía, la misma persona que les había llevado hasta allí en coche, no le escuchara—. Eres mi novia. No dejes que te dé un pasmo, ¡por Dios! Lo eres solo de mentira. —Se guaseó al verla abrir los ojos desmesuradamente.
—No me va a dar nada. Solo he parpadeado. No seas engreído —replicó molesta. ¿Qué pensaba Efrén, que se iba a poner a temblar solo de imaginarse siendo su novia?
Él no respondió sino que se limitó a sonreír, consciente de la incomodidad de ella. Solo consiguió que Verónica se enfadara más con él por calarla con tanta facilidad. Sin embargo, su enfado pronto se tornó en agradecimiento y devoción cuando el conocido logo de un programa de cocina de la televisión, del que se consideraba seguidora incondicional, entró en escena. Frente a ella había una nave enorme con pequeños bancos de cocina ordenados en hileras y, más al fondo, lo que parecía una despensa llena de alimentos de todo tipo.
Dio la vuelta sobre sí misma para abarcar con la mirada todos los ángulos posibles, de modo que vislumbró una estantería que iba de pared a pared y en la que, cuidadosamente ordenados, se encontraban todos los utensilios de cocina habidos y por haber. A su derecha se situaba una gran puerta metalizada que Verónica dedujo que era la cámara frigorífica.
—Hemos venido a…
No supo cómo seguir. Porque en ese mismo instante Mario Montenegro hizo su aparición y se olvidó por completo de lo que iba a decir.
El restaurador y presentador se acercó a ellos, ofreciéndoles una enorme sonrisa. Se detuvo frente a Efrén y ambos se abrazaron con alegría. Tras los saludos entre dos viejos conocidos los dos hombres se giraron para centrar su atención en Verónica.
—Mario, esta es Verónica, mi novia —dijo, al tiempo que la asía por la cintura.
El cocinero se acercó a ella y le dio dos besos en las mejillas.
—Un placer, Verónica. Y muchas gracias por haber aceptado venir al programa. Sinceramente, espero que nuestros concursantes se esmeren y os preparen una deliciosa comida.
Verónica sonrío con educación mientras intentaba ocultar su sorpresa. Efrén no la había puesto al corriente de lo que se suponía que iba a suceder.
—Mario, acabas de cargarte mi sorpresa —le recriminó Efrén de buen humor—. Mi chica es una fan del programa, además de una gran admiradora tuya. De modo que no le he contado adónde íbamos a comer.
Mario abrió mucho los ojos antes de llevarse la mano al corazón y disculparse.
—Lo siento mucho.
—Lo sé, aun así voy a pedir una compensación —bromeó el cantante.
Mario achicó los ojos.
—¿En qué estás pensando?
—Aún no lo he decidido.
—Me parece que, como la que se ha quedado sin sorpresa he sido yo, lo justo sería que fuera yo quien pidiera la compensación.
Los dos hombres se miraron divertidos por la ocurrencia de Verónica. Aunque solo uno de ellos sabía qué era lo que la periodista pediría. La idea de la compensación se le había ocurrido a Efrén sobre la marcha. Su intención desde el primer momento había sido echarle una mano a Verónica, lo que lo hacía más complicado era que ella no quería tratos de favor, únicamente la oportunidad de estar cerca de sus objetivos.
—Me conformaré con que me respondas a dos preguntas para un artículo sobre valencianos influyentes.
—¿Así que periodista? —adivinó Mario y, dándose la vuelta, se dirigió a Efrén, que no apartaba la mirada de Verónica—. ¿Qué hace un tipo como tú con una chica tan lista como esta? —Su interés regresó a la rubia—. Por supuesto que te contestaré a las dos preguntas, pero antes contéstame tú a una. ¿Qué haces saliendo con este cuando yo sigo soltero?
Tanto Efrén como Verónica se rieron por la ocurrencia. No obstante, Mario entrelazó su brazo al de ella y, tras guiñarle un ojo, la condujo por el plató, olvidando deliberadamente a Efrén.
Grabar un programa era más agotador de lo que Verónica habría supuesto. Desde la televisión se mostraba una parte del proceso de cocinar, pero no las horas que implicaban las cocciones. Tanto Efrén como ella habían sido invitados para formar parte de un jurado que esperaba en el gran comedor a que se les sirviera el menú. Tras degustarlo tendrían que dar su voto a un equipo o al otro. La final del programa se acercaba y la tensión entre los cuatro finalistas era cada vez mayor.
Sentados junto a ellos había cocineros amateurs, una presentadora de televisión y el propio jurado del programa. Gracias a Efrén la habían presentado ante la cámara como periodista, lo que sin duda le ganaría cierto reconocimiento y le facilitaría la tarea de entrevistar a valencianos famosos para su artículo.
Pero, por encima de todo, estaba el hecho de que se hubiera tomado tantas molestias por ella. De acuerdo que era una persona generosa con sus amigos. Ella misma lo había visto interactuar con Elba, Max y Alma. No obstante, y por mucho que quisiera no pensarlo, su corazón le decía que el que hubiera pedido favores por ella significaba más. No sabía cuánto, pero era evidente que se trataba de algo más.
—Muchas gracias por esto. Realmente ha sido una sorpresa.
—Esa era la idea.
—¿No puedes decir «de nada», simplemente? —bromeó—. ¿Es necesario que te regodees en tu éxito?
—¿Así que crees que ha sido un éxito? —insistió Efrén con la única intención de seguir provocándola.
—Come y calla. Nos van a llamar la atención.
—Van a creer que estamos hablando de la comida. No te preocupes, no estamos en el colegio, aquí no te castigan por hablar.
Verónica le lanzó una mirada airada, pero respondió.
—No vas a parar hasta que lo diga, ¿verdad?
La respuesta de Efrén fue una sonrisa de suficiencia.
—De acuerdo. Ha sido una genialidad. Gracias.
—De nada. —Antes de volver su atención al plato que tenía delante, añadió—: Ahora deja que te dé de comer en la boca. —Su sonrisa era traviesa y se notaba que estaba disfrutando desconcertándola.
—¿Qué?
—Eso es lo que hacen los novios. Comparten la comida —susurró, acercándose a su cuello y depositando allí un beso.
—Por supuesto, mi amor —aceptó Verónica, pero, a pesar de su docilidad, los ojos le brillaban con promesas de venganza—. ¿Has esperado a que te elogiara para hacerlo?
—Sabía que si lo hacía antes te ibas a negar a reconocer mis cualidades —dijo, pinchando del plato de ella y sonriendo como si fuera lo más normal del mundo.
—Lo estás disfrutando, ¿verdad?
—Inmensamente, y deja de mirarme de ese modo o te besaré delante de todos. Tenemos que convencerlos de lo mucho que nos queremos. —Le guiñó un ojo.
—No creo que eso sea muy higiénico, no olvides que estamos en un programa de cocina —improvisó Verónica, nerviosa porque cumpliera su promesa.
—Supongo que tienes razón. Tendré que esperarme a que termine el programa y nos despidamos de Mario.
—Estupendo —dijo Verónica, como si no le importara. No obstante, su voz sonó temblorosa y su pulso se había disparado.