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EL PRESENTE COMO HISTORIA

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Entre los mejores profesores que tuvimos, el primero de la lista es Miguel Kreisler, en la asignatura de Historia y Geografía, quien pocos años después de terminar yo el bachillerato, cuando él se dirigía a su casa, en los aledaños de la plaza de toros de Las Ventas, fue asesinado. El autor fue un antiguo alumno que, según manifestó al explicar el móvil de aquel crimen, había sido suspendido en varias convocatorias, lo cual le valió la expulsión del Liceo y le trastocó su vida. El caso es que en la vía pública se acercó a Don Miguel y, con una navaja que abrió en aquel mismo instante, le asestó varios cortes en el cuello que ocasionaron la muerte instantánea del profesor. Fue un suceso muy triste para todos sus alumnos, que en gran número asistimos a su entierro en el cementerio de La Almudena.

Kreisler era persona totalmente entregada a la docencia. Narraba la historia como si él mismo hubiera contemplado los acontecimientos a que se refería, y así despertaba el máximo interés. Y además explicaba los antecedentes de cada cuestión y sus consecuencias. Y frecuentemente relacionaba el momento histórico de la narración con el día a día, a modo de presente como historia, al que se refirieron dos economistas norteamericanos: Paul Baran y Paul Sweezy.

De Kreisler aprendimos mucho, empezando por geografía, materia en la que nos encargaba mapas que habíamos de dibujar con gran precisión. A ese respecto debo evocar la visita que un día hizo a nuestra clase el profesor Blanc, a quien Kreisler manifestó:

—Quiere usted, señor Provisor, ver cómo un alumno traza el mapamundi casi sin levantar la tiza de la pizarra...

—Pues hala, que salga y veremos...

Don Miguel me llamó y me dijo:

—Ramón, a ver cómo lo haces...

Hice una inclinación de cabeza al director, tomé el yeso, y sobre la pizarra impoluta, y empezando por Alaska, tracé el mapa de las Américas hasta la Tierra del Fuego, incluyendo luego las islas principales del Caribe. Y después acometí las costas de Europa, continué con África y Asia, para terminar, naturalmente, con las Indias Neerlandesas (hoy Indonesia), Filipinas, Australia, Nueva Zelanda y algunos puntos para los principales archipiélagos del Pacífico.

El profesor Kreisler indujo mis primeras aficiones por la historia y la geografía y, además, tengo con él la deuda de que me introdujera en el mundo de la expresión oral, en el área de las declamaciones y conferencias. Concretamente, un día se dirigió a la clase y anunció:

—En este curso, dos o tres alumnos pronunciarán una conferencia sobre algún tema de historia, preparándolas ellos mismos... La primera se hará la próxima semana y necesito un voluntario...

Me levanté y dije:

—Don Miguel, si le parece, puedo ser yo mismo. ¿Cuál será el tema?

—Bueno, puedes imaginarte. Como hemos estado estudiando la Casa de los Trastámara y la importancia de la Corona de Castilla al final de la Edad Media, creo que será buena la figura del condestable Don Álvaro de Luna.

Al volver a casa le conté la cosa a mi padre, que enseguida se interesó por el tema. Y con sus considerables conocimientos históricos se dispuso a ayudarme en la disertación, echando mano de una serie de libros que había en casa y, sobre todo, de la Enciclopedia Universitas. Así, en un par de tardes, preparamos la disertación mano a mano, y bien que sintió mi progenitor no poder estar presente en clase cuando di la primera conferencia de mi vida...

Durante algo más de media hora expliqué los episodios de la vida de Don Álvaro de Luna, sus problemas con el rey Juan II de Castilla y su tétrico final decapitado, por las insidias y maquinaciones de los nobles, «díscolos y levantiscos», quienes propiciaron su muerte denunciando una serie de pretendidos abusos del condestable. Todo para que sus privilegios feudales, aristocráticos, no se vieran recortados por lo que iba camino de convertirse en un verdadero Estado con plenos poderes del rey. Terminé mi intervención con estas palabras:


En resumen, la muerte de Don Álvaro de Luna retrasó el nacimiento del Estado moderno en España treinta años, hasta que finalmente lo crearon los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.


Ésa fue mi primera experiencia de conferenciante, y desde entonces, prácticamente no he parado. Actualmente, en el archivo de mi despacho tengo algo más de dos mil conferencias, debidamente datadas; cada una en su propia carpeta, con sus contenidos básicos, referencias bibliográficas, correspondencia mantenida con la organización anfitriona, etc. Creo que esa documentación constituye una muestra significativa del mercado de conferenciantes en España, las Américas, y el resto del mundo, incluyendo Estados Unidos, Iberoamérica, Rusia, Kazajstán, China, Japón, Filipinas, la Polinesia, Australia, África, todo el planeta en que vivimos.


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