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ESPAÑOLES EN DINAMARCA

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En la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, dicté en febrero de 2008 una conferencia dentro del ciclo organizado por la Fundación Instituto de Empresa, que preside el actual marqués de la Romana (el décimo, Diego de Alcázar, presidente también del Instituto de Empresa), en conmemoración de lo que fue el gran episodio histórico del cuerpo del ejército español que se desplazó a Dinamarca cuando, bajo la presión de Napoleón, el infausto Manuel Godoy comprometió a España para cubrir el flanco norte de la Grande Armée frente a Inglaterra y Suecia.

Mi historia personal previa a ese hecho histórico es breve, y sucedió en el verano de 1953, cuando atravesé Dinamarca en autoestop, con buen tiempo de verano, lo que me permitió combinar los pequeños tramos en automóvil con visitas a las poblaciones de las islas de Seeland y Fionia; especialmente con un recorrido por Odense, la villa natal de Hans Christian Andersen, autor de cuentos y que dejó un libro de lo más interesante sobre su visita a España.

Al poco de cruzar desde las citadas islas a la península de Jutlandia, viajando en el coche de una familia danesa, con la que iba hablando en inglés, nos acercarnos a Kolding, donde avistamos, en una colina, una fortaleza de ladrillo rojo; renegrecida en algunos de sus amplios lienzos y en la base de sus almenas.

—Ése es el castillo de Kolding —dije yo, un tanto enfáticamente—, que incendiaron los soldados españoles del marqués de la Romana en 1808 al retirarse de Dinamarca.

Mis amigos automovilísticos daneses no ocultaron su extrañeza.

—¿Y usted cómo sabe eso? ¿Quién se lo ha contado?

—Lo he leído en una novela de un escritor español, Pío Baroja, que se titula El gran torbellino del mundo —The Great World Turnmoil, les traduje—, un libro donde relata lo que vio en un viaje que hizo por Dinamarca.

El conductor esbozó una sonrisa al tiempo que en danés explicó nuestra conversación a su esposa e hijos, quienes rieron casi estrepitosamente. La explicación de tales muestras de hilaridad no tardó en llegar:

—Nosotros somos los propietarios del castillo, y todavía no hemos reparado una parte de lo que incendiaron sus compatriotas, los españoles del marqués de la Romana, en 1808.

Más que unas memorias

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