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Repercusiones clínicas

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En el ámbito de las repercusiones clínicas de las posturas más "escépticas", un aspecto relevante se refiere a replantear lo que puede, o no puede, aportar el psicoterapeuta.

En este contexto epistemológico, el terapeuta no puede conocer la verdadera naturaleza del paciente y de sus sufrimientos, sin importar lo que observe en las sesiones de psicoterapia. Tampoco puede aportar conocimientos previos alcanzados en otros contextos. En otras palabras, el terapeuta no puede aportar "verdades", por lo cual deberá respetar los significados del paciente. "La doctrina antirrealista insiste en que las teorías del terapeuta, su lenguaje, construcciones o narrativas acerca del paciente, determinan lo que el terapeuta observa… e imposibilitan cualquier conocimiento no distorsionado acerca de la verdadera situación del paciente" (Held, 1995, p. 7).

Se ha asumido que "los terapeutas y los clientes crean una realidad terapéutica (sistema de significados) a través de su lenguajear" (Epstein y Loos, 1989, p. 407). La noción de que el lenguaje no revela ninguna realidad independiente trae consigo fuertes repercusiones clínicas: "Toda terapia toma la forma de conversaciones entre personas y, los hallazgos de estas conversaciones, no tienen otra "realidad" que la acordada por mutuo consentimiento" (Hoffman, 1990, p. 2). "Todo es construido. Esto requiere de una nueva epistemología. El paciente y el terapeuta son entonces concebidos como comprometidos en un dueto para dos voces, en el cual el significado es traducido y construido, y ya no es algo evidente, la verdad es construida más que revelada" (Bouchard y Guérrette, 1991, p. 386; las cursivas son nuestras).

La teoría biológica del conocimiento de Maturana ha sido muy difundida y ha tenido fuertes repercusiones en algunos medios psicoterapéuticos; particularmente en el ámbito de los enfoques sistémico y post racionalista. Un común denominador de esas repercusiones clínicas, es un énfasis especial en el respeto a los pacientes y a sus formas de mirar las cosas.

El Modelo Intermedio del Instituto de Terapia Familiar de Santiago, ha sido una integración de la teoría biológica del conocimiento de Maturana, de la cibernética de segundo orden, y de algunos aspectos de la teoría general de sistemas. Sobre la base de asumir la objetividad en paréntesis, y de asumir una aproximación "sistémica en realidades consensuadas", el terapeuta solo puede perturbar, nunca programar, nunca "indoctrinar". Se genera, por lo tanto, un territorio de co-construcción de realidades consensuadas; el terapeuta no accede al paciente aportándole conocimientos validados. En la interacción terapéutica, paciente y terapeuta pueden ir validando juntos el proceso, pero sobre la base de consensos. La validez de una intervención clínica, en último término, solo la podría determinar el paciente; en la medida que éste deje de tener el dolor por el que venía a consultar, o que se haya producido el cambio que deseaba producir. En este contexto, "el uso del lenguaje adquiere una importancia fundamental, al constituirse las realidades a partir de operaciones de distinción en el lenguaje, en acoplamiento estructural con el otro" (Méndez, 1992, p. 135).

Desde la perspectiva constructivista y post racionalista de Guidano, muy en sintonía con Maturana, se niega que exista una realidad externa a nosotros, que sea única para todos. Se asume que el observador introduce un orden a la realidad – al observarla – y este orden sería el reflejo de su propia estructura, más que del mundo. De allí que el psicoterapeuta no pueda aportar conocimientos válidos; vale decir "verdades" que le otorguen una superioridad frente al paciente. En este contexto, el rol del terapeuta es un rol que podría definirse como el de un perturbador emocional estratégicamente orientado. "No alguien que perturba simplemente porque es importante perturbar, o porque es importante producir discrepancias, sino un perturbador que se esfuerza por controlar la situación emocional y por graduar con la explicación que está ofreciendo, para producir cambios paulatinos desde el punto de vista de sí mismo en el paciente. Cambios en forma gradual significa, en este sentido, que son estratégicamente orientados, para conseguir aumentar el autoconocimiento del paciente" (Ruiz, 2003, pp. 232-233).

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