Читать книгу Banner, historia de una ardilla - Ernest Thompson Seton - Страница 16
ОглавлениеBanner y el eco
Aquella luna de invierno, que se corresponde con nuestro febrero, quedó casi borrada del todo cuando los dioses de los cielos obtuvieron la victoria contra los poderes del frío y de los cielos plomizos. La comida cada vez era más escasa, pero Banner tenía suficiente, así que estaba lleno del vigor de la juventud. Aquel día, el sol salió en un cielo sin nubes y brilló por entre las ramas de un bosque quedo, tenso. El aire era vivificante, estimulante, y Banner, que sentía el hormigueo de la euforia que provoca la vida, saltaba por el mero placer de saltar y cantaba tan alto como podía: «¡Cua, cua, cua, cuaaaaaa!» desde una rama bien elevada. El canto de la ardilla resonaba por el bosque y los pájaros carpinteros verdes tamborileaban en maderas fuertes a modo de respuesta con el mismo espíritu hermoso y primaveral, como debía ser en aquella época del año.
Aunque daba la sensación de que Banner cantara por cantar, no tardó en aflorar en él una sensación de soledad, un ansia de compañía que no lo había poseído en todo el invierno; de hecho, había dado de lado a todos los visitantes que se le habían acercado. Ahora, en cambio, ardía en deseos de ver a alguien y solo quería cantar, cantar y cantar.
«¡Cua, cua, cua, cuaaaaaaaaaaaa!», afinaba una y otra vez al aire calmo y prístino de las lejanas colinas, que le devolvían la canción en forma de eco.
«¡Cua, cua, cua, cuaaaaaaaaaaaa!», entonaba otra vez y el eco le respondía: «¡Cua, cuaaa!». Cantaba de nuevo y el eco repetía: «¡Cuaaa!».
Pero ¿de verdad era el eco?
Esperó en silencio y entonces, muy lejos, oyó el suave «¡Cua, cuaaa!» que había captado su atención. En realidad, era la voz de otro capa gris, pero tan suave y seductora, que le emocionaba. De hecho, aquella era la respuesta que había estado anhelando su corazón.
En un momento dado, mientras se estiraba para localizar de dónde provenía la respuesta, oyó la llamada, «¡Cua, cua, cua, cuaaaaaa!», de un capa gris tan grande y fuerte como él y las ganas de pelear se apoderaron de él. Bajó del árbol a toda prisa y cruzó el bosque a todo correr hasta la colina, que era de donde venía aquella voz.
De pronto, Banner se detuvo en un tronco, alerta, en busca de una nueva pista. «¡Cua, cua, cuaaa!», de nuevo la llamada suave... ¡y árbol arriba que subió! Enseguida vio que por detrás del tronco se escondía la punta de una cola plateada y, vigilante, la siguió a la carrera. Fue entonces cuando oyó un único y largo «¡Cuaaaaaa!» y un desafiante «¡Grrrf!» que pareció un grito, y una tercera ardilla gris, grande, salió por detrás de Banner.