Читать книгу Banner, historia de una ardilla - Ernest Thompson Seton - Страница 19
ОглавлениеNuevos rivales
La tormentosa luna de marzo estaba a punto de pasar cuando aconteció un cambio en la relación de la pareja. Sin más, Cola Argenta empezó a mostrarse fría con Banner y fue distanciándose de él. Cuando se encontraban en la misma rama, nunca se sentaba tocándolo, y si él se movía para acercarse a ella e intentaba, como tantas otras veces, acurrucarse a su lado, ella se apartaba. La nube, se debiera a lo que se debiera, se hizo cada vez más grande. Todo lo que él intentó para recuperarla fue inútil; estaba claro que ella había decidido darle la espalda. El final definitivo llegó una tarde noche en que subieron juntos a su hogar, que ya estaba terminado y amueblado. Arriba del todo, frente a la entrada, ella se adelantó, se giró y, con gesto hostil, desafiante, enseñándole sus afilados dientes, se situó ocupando todo el umbral. Estaba claro lo que quería decirle: «Márchate, ya no eres bienvenido».
¡¿Qué iba a hacer Banner?! Dolido, rechazado, expulsado del hogar que había construido y que adoraba, dio media vuelta y, triste, se fue a su casa de soltero en el conocido roble rojo.
Fuera cual fuera la causa de aquello, Banner tenía claro que debía mantenerse alejado... para acatar los deseos de ella. Por la mañana, después de desayunar, decidió subir al árbol en que había hecho el nido con Cola Argenta. Allí estaba ella, en una rama, pero de inmediato corrió hasta la puerta de la casa y repitió el mensaje del día anterior: «Márchate, ya no eres bienvenido». Y al día siguiente pasó lo mismo. Entonces, el tercer día, la ardilla desapareció. Banner se acercó para ver si la veía, pero no. Con cuidado, temeroso, trepó por el árbol que tan familiar le resultaba y llegó hasta la puerta de su casa en el más absoluto silencio. Con cautela, asomó la cabeza. Aquel olor dulce a pelo, aquel olor familiar, le indicó que Cola Argenta estaba allí.
Banner dio un paso al interior del hogar. Sí, allí estaba su pareja, hecha un ovillo, respirando. Un paso más... ¡y Cola Argenta se puso de pie rugiendo, enfadada! Banner pegó un salto hacia atrás y se marchó, pero le dio tiempo a ver a qué se debía aquel misterio. Debajo del cuerpo cálido de la que había sido su pareja atisbó tres pequeñísimos bebés.
Había sido la Madre Naturaleza la que había susurrado a Cola Argenta los mensajes que debía transmitir y las reglas de conducta que debía seguir. La Madre Naturaleza había decidido regalar a aquella pequeña e inexperta madre ardilla toda la sabiduría de sus antepasados, y no abandonó a los progenitores, sino que les envió el mismo mensaje; y también se lo envió a los pequeños que, de lo contrario, no habrían entendido nada.
Había sido aquel regalo de la Madre Naturaleza lo que había llevado a Cola Argenta a esconder un par de nueces, botones de la somnífera tila, unas ramitas de lindera y amargas pero nutritivas bellotas rojas. Con todo aquello había comida y tónico suficiente para el tiempo tan duro que estaba por llegar. Y, aunque la madre tenía cerca el agua, ni eso le puso difícil la Madre Naturaleza, pues una lluvia empapó el árbol y Cola Argenta se encontró con bebida suficiente a la puerta de casa.