Читать книгу Banner, historia de una ardilla - Ernest Thompson Seton - Страница 27
ОглавлениеCray sale en busca de problemas
Cabezamarrón era bullicioso, fuerte y feliz, igualito a su padre. Siempre estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario y a ir aquí o allí, donde le necesitaran. Aun así, enseguida prestaba atención a la llamada de advertencia: «¡Quar!» o a la que le pedía que volviera a casa: «¡Chik, chik!». La ardilla era grande y estaba cubierta de pelo a pesar de que apenas había transcurrido una quincena de mayo, y la cola ya le había cambiado del todo y empezaba a llenársele de las florituras dignas de los suyos. Nyek-nyek era juguetona, feliz y tímida, muy tímida. Algunos habrían dicho de ella que era como una «niña de mamá». Le gustaba jugar con sus hermanos, pero era feliz con su madre y siempre intentaba acabar en sus brazos. Era delgada, rápida, veloz para seguir, y obedecía a la primera, sin rechistar, que es por lo que creció y aprendió todo lo que los suyos tenían que enseñarle.
Y por último estaba Cray, que era el más rápido de los tres, porque no era tan grande como Cabezamarrón, y también era muy ágil, curioso y estaba lleno de energía. El problema era que jamás atendía a las indicaciones. Él era el que subía por la lisa columna que había por encima del nido a pesar de la advertencia de su madre; pero cuando no conseguía asirse y resbalaba, tenía la suerte de ser tan ágil que acababa aterrizando sano y salvo en una rama cercana.
Cray siempre se adelantaba para investigar y un día se escabulló para ver a qué se debían unos fortísimos pisotones que se oían en el bosque. En un momento dado, se quedó mirando con gran curiosidad al ser grande de dos patas que, aunque estaba muy por debajo de él, no tardó en descubrirle. Entonces, se oyó un fortísimo chasquido, como si el viento hubiera roto una rama enorme, y la corteza que la ardilla tenía justo encima de la cabeza se astilló en mil pedazos debido a un golpe tan estruendoso que casi deja aturdido al animalito pese a que no le alcanzó. Cray llegó al nido por los pelos, sí, pero llegó.