Читать книгу Banner, historia de una ardilla - Ernest Thompson Seton - Страница 20
ОглавлениеDe nuevo soltero
Banner se quedó solo, como un soltero que vuelve a su club. Había aprendido muchísimo del bosque, por lo que el tema de la comida ya no volvió a ser un problema. Sin contar los frutos que aún no había desenterrado, también estaban los botones floridos de los árboles dulces, que eran muy saludables, ¡deliciosos!, y el interior de las ramitas de los abedules, las larvas y los gusanos cavadores debajo de la corteza de los árboles, y aún quedaban racimos de aronias y de otras bayas amargas en las tierras bajas —el amargor de otoño había hecho que los animales no se las comieran, pero el invierno las había endulzado y, ahora, no solo eran suculentas, sino que había en gran cantidad.
Además, la ardilla añadió a la lista de comida otra completamente diferente. Junto con los brillantes días de primavera, llegó del sur el chupasavia norteño, un tipo de pájaro carpintero. Se trata de un carpintero muy habilidoso al que le encanta el dulce. El chupasavia se dedica a taladrar la corteza de los arces dulces con su afilado pico, de manera que la savia sale del interior, cae por el tronco y se aloja en las grietas del mismo; y no taladra un solo árbol, sino que suele tener una veintena agujereados a la vez. El sol, claro está, hace que parte del agua de la savia se evapore, por lo que esta se convierte en sirope, en azúcar en ocasiones. Esto atrae a muchos insectos de primavera, que se quedan atrapados en el líquido pegajoso y el chupasavia, que va de árbol en árbol, se da verdaderos festines mañaneros con los mencionados insectos caramelizados. No obstante, el chupasavia no es al único al que le gusta esta primitiva carne dulce, y Banner no tenía empacho en alimentarse de ella cada vez que se le presentaba la ocasión. Aunque los animales tienen cierto respeto por la propiedad privada de los de su raza, en lo que respecta a la de otras razas lo único que cuenta es ser el más listo, el más rápido o el más fuerte.
El capa gris se entretenía muchísimo construyendo nidos en las ramas de los árboles. Estos nidos no son sino plataformas muy simples de ramas situadas en lo más alto de los árboles que más seguridad proporcionan. Algunas de ellas no son más que atalayas; otras, dormitorios exteriores; y, otras, sirven a las ardillas sabias para darse baños de sol cuando aprieta el calor. A Banner le gustaba tumbarse bocarriba bajo el sol de la mañana, con la tripa expuesta y los brazos y las piernas extendidos; así, los rayos de sol penetraban en su fina piel y la energía actínica de este cargaba a la ardilla.
Banner lo hacía porque le resultaba placentero y dejaba de hacerlo cuando ya no le proporcionaba placer alguno, y es que ¿acaso no es ese el buen hacer de la Dama Naturaleza? El dolor es la protesta contra las heridas, mientras que la sensación de calma en una criatura sana es la prueba de que se las está arreglando bien. Son muchos los desórdenes que conocemos que se pueden tratar o prevenir con estos baños de sol, pero eso lo sabemos ahora. Hasta no hace mucho, sabíamos tan poco al respecto como el propio Banner. De hecho, lo único que sabíamos es que nos sentíamos bien mientras los tomábamos y que nos dejaban con una sensación placentera, de modo que los tomábamos, igual que hacía la ardilla, cuando el cuerpo nos los pedía, y dejábamos de tomarlos, como Banner, cuando el propio cuerpo los rechazaba.