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10. El Satán del prólogo

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El Satán del prólogo del libro es una piedra de tropiezo para muchos, de manera que a algunos les lleva a tener dudas sobre la autenticidad del prólogo y también a dudar de que el libro haya podido ser compuesto en el tiempo de Salomón. Porque de Satán se habla por primera vez de un modo preciso en Zac 3,1-10 y en 1 Cro 21,1, es decir, en escritos posteriores al tiempo del exilio.

Por otra parte, en Num 22, 22, שׁטן es un apelativo que se utiliza para describir a alguien que actúa con hostilidad, para impedir algo. De todas formas, resulta dudoso que el Sal 109, 6 se refiera al príncipe de los malos espíritus, como parece suponer Zac 3, 1. Además, en la visión de Miqueas de 1 Rey 22, 19-23, allí donde uno podría esperar que se utilizara la palabra השׂטן se utiliza הרוח.

Incluso en el tiempo actual muchos siguen pensando que la idea de Satán solo se introdujo en Israel a través del contacto con las naciones del este asiático, contacto que empezó en el reino de Israel/Samaría en el tiempo de Menahem, y en Judá en tiempo de Asa. En otra línea, hoy nadie defiende ya la visión de Diestel, según la cual Satán es una copia del Dios egipcio Set-Typhon.

Si hoy tenemos en cuenta que Jesús y sus discípulos consideran la obra redentora del evangelio como superación y derrota de Satán sería algo inaceptable para la verdad divina del cristianismo que ese Satán fuera una simple copia del Dios persa Arhiman y, en consecuencia, un mero fantasma. Pues bien, suponiendo que en el libro de Job hubiera algún tipo de conexión entre la visión israelita y la visión pagana de Satán, debemos afirmar que ese tipo de conexión solo pudo darse en dos momentos históricos (en los que podría haberse compuesto el libro de Job): (a) En el tiempo después del exilio; (b) o en el tiempo de Salomón, pues estos fueron los únicos momentos en los que hubo no solo colisión sino también intercambio de ideas entre Israel y las naciones profanas, paganas, del entorno.

Históricamente resulta posible que la visión de Satán se haya introducido en la mente israelita en el tiempo de Salomón o durante el exilio. Ciertamente, en ese contexto se puede afirmar que la religión de Ciro, tal como aparece en el Zend‒Avesta puede haber influido en Israel en tiempo del exilio; pero también se puede decir, a la inversa, quizá con más razón, que el pensamiento de Israel ha influido en la religión del Zend‒Avesta.

Pues bien, en ese contexto debemos añadir que la afirmación de la existencia de Satán proviene de tiempos más antiguos que Salomón: ciertamente, la visión de la serpiente del paraíso tiene que haber aparecido ante una mente buscadora como expresión de un mal espíritu. En esa línea, en la celebración del gran día de la remisión, ese mal espíritu aparece con el nombre de Azazel, עזאזל (llamado más tarde בעל זבוב, un nombre tomado del dios de Ekron); ese es el Espíritu que en la literatura posterior de Israel aparece con el nombre de השׂטן.

Más aún, dado que la hokma del período salomónico estaba especialmente vinculada con las historias preisraelitas del Génesis, de donde proviene el pensamiento básico del Cantar de los Cantares e incluso la figura del árbol de la vida (עץ חיים), resulta difícil pensar que el mal espíritu, que en forma de serpiente quería ejercer su maldad sobre los hombres, no haya podido recibir el nombre de Satán, השׂטן, ya en el tiempo salomónico.

Como he dicho, la sabiduría del autor del libro de Job está vinculada a (o proviene de) los relatos del paraíso que están en el fondo del Génesis. De ese fondo ha recibido él la solución más alta y más adecuada del problema. En este momento de la introducción presentaremos solo un esbozo del tema, porque es bueno que nos situemos desde el principio en el lugar apropiado para interpretar (entender) el libro de Job.

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Job

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