Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Job - Franz Julius Delitzsch - Страница 62
Job 5, 22-27
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22De la ruina y el hambre te reirás y a las fieras de la tierra no temerás,
23con los espíritus salvajes pactarás y las fieras del campo se pacificarán contigo.
24Sabrás que hay paz en tu tienda: y buscarás en tu familia y nada faltará.
25Y verás que tu semilla es numerosa, y tu descendencia como hierba del campo.
26Llegarás en tu madurez a la sepultura, como gavilla de trigo recogida a su tiempo.
27Mira, lo hemos inquirido, y es así; escúchalo y estate atento a ello (para tu bien).
El verbo שׂחק (Job 5, 22) con ל se refiere a la cosa que debe ser superada, como en Job 39, 7‒8: 41, 21. על־תּירא es la forma que se emplea para una negación de subjuntivo (cf. Gesenius 152, 1): ¡no temas! (=no tendrás ocasión de temer). En Job 5, 23, בּריתך es la forma sustantiva condensada de בּרית לך. Toda la naturaleza estará en paz contigo: las piedras del campo no harán daño a las cosechas, ni impedirán la fertilidad de los sembrados; las bestias del campo no te harán daño ni a ti ni a tus rebaños.
Estas palabras nos hacen ver cómo la hokma ha buscado sus motivos en la historia del paraíso y la caída del Génesis. Solo después que el hombre, al que Dios ha hecho señor sobre la tierra, ha sido tentado por la serpiente y ha caído/ pecado bajo el árbol, su relación con la naturaleza y consigo mismo ha sido invertida. Esta es una incongruencia que queda superada cuando el hombre retoma su verdadera relación con Dios.
Job 5, 24 evoca la paz, שׁלום (que podría ser también un adjetivo): así descubrirás y sabrás (T'[.d:y"w>â), pretérito consecutivo con acento en la última sílaba, como en Dt 4, 39, aquí con piphcha inicial, que nos sirve para indicar el tono silábico, gramatical) que tu tienda está en paz, es decir, en una condición de plenitud y felicidad por doquier. Desde ese fondo ha de traducirse el verso: Y cuando tú examines tu casa verás que nada falta en ella, de forma que encontrarás cada cosa en su lugar, sin que te falte nada.
Job 5, 25 recuerda un salmo de tipo salomónico (Sal 72, 16). La palabra צאצאים (cf. ^ya,ªc'a/c,w>÷) aparece en el AT solo en Job y en Isaías. El significado del nombre xl;k,ä (5, 26), que solo aparece aquí y en Job 30, 2, es claro. Está vinculado al verbo כּלח, cf. en árabe qahila (qalhama), ser mayor, ser anciano, y significa la madurez de una buena ancianidad, una idea que resulta más fácil de entender si conectamos כּלח con כּלה (estar completo), como קשׁח con קשׁה (ser fuerte)26.
En 5, 27 se alude al tiempo de la cosecha, cuando se lleva el trigo o cereal a las eras que están en zonas altas, al final de la cosecha. עלה alude al hecho de llevar las gavillas del campo al lugar alto donde se trillan o varean; esta es una palabra que tiene el sentido general de elevar, y que puede referirse al hecho de poner los animales sobre al altar para los sacrificios.
גּדישׁ es aquí una gavilla de trigo segado, y se puede comparar al árabe kuds, como en Job 21, 32 que se refiere a un “montón” (de piedras) indicando un sepulcro. En esa línea, el árabe jadat (distinto de אלמּה, gavilla) que es una simple espiga de trigo.
Interpretación de Job 5, discurso de Elifaz. De esa forma termina el discurso de Elifaz, que constaba de nueve estrofas, con un dístico en forma de epinicio (Job 5, 27), con un enfático “mira”, tenlo en cuenta (tazOâ-hNEhi). Él habla aquí en nombre de sus compañeros, y dice que su palabra es expresión de una experiencia que va en contra de Job, que debería tenerla más en cuenta: tu scito tibi.
Tomado en sí mismo, todo lo que Elifaz ha dicho es intachable. Ciertamente, él censura la vehemencia de Job, que, sin duda, no debe ser aprobada. Él afirma que el juicio destructor de Dios nunca recae sobre el inocente, sino sobre el culpable y, al mismo tiempo, expresa la misma verdad que el salmista ha puesto como lema en Sal 1, 1‒6, un tema que, por lo demás, queda confirmado de un modo brillante por la solución de la historia de Job: Dios no abandona a los justos.
Puede parecer que Is 57, 2 (cf. Sal 12, 2) va en contra de eso, al afirmar que Dios juzga (condena de algún modo) a los justos, pero el texto Isaías no dice eso, sino solo que la generación del justo será juzgada y perecerá (aetati suae perit; la edad o generación del justo, no el justo como tal). Y, entendida así, esta palabra es una verdad eterna, pues entre el Creador y su creatura (incluso entre Dios y un ángel) sigue habiendo una distancia infinita, de forma que no existe creatura alguna que posea una justicia tan grande que pueda mantenerse en pie ante Dios y salvarse en sí misma. Hay, por tanto, un juicio que Dios puede hacer que recaiga sobre todos, pero, al mismo tiempo, hay que decir que Dios salva a los justos. Por otro lado, no se puede murmurar de Dios, y los pecadores han de pasar por tribulaciones especiales, y no podrán salvarse, a no ser que se conviertan… En esa línea, el consejo de Elifaz es auténtico cuando le dice “yo me convertiría a Dios, etc.”, invitándole a Job que se convierta… De esa manera concluye su hermosa exhortación, tan rica en promesas.
Algunos, como Löwenthal, han observado que si el discurso de Elifaz (Job 5, 17) tuviera razón en cuanto pone de relieve el carácter espiritual de la aflicción, invitando a Job a que se convierta, toda la coherencia del libro queda destruida desde el principio. Pero, en realidad, el fruto que Elifaz atribuye a la conversión que él propone a Job no es simplemente una felicidad exterior, sino también (sobre todo) una santidad interior. Por eso, es necesario que preguntemos cómo se relaciona este discurso de Elifaz, y su propia tesis, con el plan de conjunto del libro, es decir, con el posible pecado de Job, con el juicio de Dios.
En el discurso de Elifaz no encontramos ningún error doctrinal, y sin embargo no podemos tomarlo como expresión de la verdad total de la Escritura. Job debería humillarse ante ese discurso de Elifaz, y dado que no lo hace, en un sentido, debemos ponernos del lado de Elifaz. Pero Elifaz no representa toda la verdad de la Escritura porque, conforme a ella, hay dos tipos de sufrimiento, que deben distinguirse con mucho cuidado, pues no todo sufrimiento es consecuencia del pecado, de manera que no debe superarse con el arrepentimiento y la penitencia27.
–Los impíos, que se han separado de Dios, son visitados por un sufrimiento que viene de Dios, porque el pecado y el castigo por el pecado están conectados de un modo necesario, como causa y efecto (y así lo expresa el mismo lenguaje, como indican las palabras עון y חטּאת). Este sufrimiento del impío es el efecto de la justicia divina que se expresa en el castigo; este es el castigo (מוּסר) que proviene de la misma ira de Dios (Sal 6, 2; 38, 2; Jer 10, 24.), aunque no se trate de la ira final, sino de un sufrimiento punitivo (נקם ,נגע, τιμωρία, poena).
–A diferencia de eso, el sufrimiento de los justos brota del amor divino, a cuyo servicio ha de ponerse todo lo que en Dios pueda tener apariencia de ira (la ira de Dios), que es un medio a través del cual opera el amor, porque, aunque el justo no queda eximido de la debilidad y pecaminosidad de la raza humana, él no puede convertirse nunca en objeto de la ira divina destructora, siempre que su vida interior esté dirigida hacia Dios y su vida exterior esté gobernada por el esfuerza más serio hacia la santificación.
Esto nos lleva a precisar el sentido de la “ira” de Dios, tal como ha sido interpretada por el Nuevo Testamento, especialmente por san Pablo. Conforme al Antiguo y Nuevo Testamento, el hombre justo es como un hijo (un niño) en manos de su padre (aunque solo el Nuevo Testamento incluye el misterio del nuevo nacimiento, no revelado aún en el Antiguo), de forma que los castigos son castigos paternos (cf. Dt 8, 5; Prov 3, 12; Hebr 12, 6; Ap 3, 19, cf. Tob 12, 13, Vulgata.). De todas formas, esta distinción general entre el sufrimiento de los justos y el de los impíos no es suficiente para entender el libro de Job, pues los sufrimientos de los justos pueden entenderse también de tres maneras:
1.Sufrimiento como purificación. Dios envía a los justos más y más aflicciones para purificarles del pecado que aún tiene poder sobre ellos, haciendo así que superen el riesgo de poner la seguridad en la carne; les envía sufrimientos para que mantengan la conciencia del pecado, y también la conciencia de la gracia, con la necesidad de humillarse por medio de la penitencia; para hacer que el mundo y sus placeres sean para ellos amargos, como la hiel. Dios les envía sufrimientos para separarles de las creaturas, y unirles con él a través de la oración y de la devoción.
De esa forma, el mismo sufrimiento, que en los impíos proviene del pecado, en los justos no proviene de la ira destructora de Dios, sino del amor de Dios, que quiere preservarles, y hacer que avancen en la bondad. Este es, ante todo, un sufrimiento “disciplinario”, es decir, que sirve de disciplina, para educación del hombre (מוּסר o תּוכחת, Prov 3, 11; cf. παιδεία, Hebr 12).
Este es el sufrimiento del que habla Pablo en 1 Cor 11, 32. Este sufrimiento disciplinario puede alcanzar tal intensidad que parezca destruir en el hombre la misma conciencia de estar en relación de gracia con Dios; en esa línea, con frecuencia, el sufriente de los salmos se considera a sí mismo como alguien rechazado por Dios, como alguien del que la ira de Dios se ha adueñado. Cuanto mayor conciencia de pecado tenga este sufriente más grande podrá ser su abatimiento; y, sin embargo, los pensamientos de Dios respecto a él son pensamiento de paz y no de mal o de castigo y destrucción (Jer 29, 11). Dios castiga, pero no con ira, sino בּמשׁפּט, con moderación, con juicio (Jer 10, 24).
2.Sufrimiento como prueba. Cerca del anterior hay otro tipo de sufrimiento de los justos que es, sin embargo distinto, tanto en su causa como en su finalidad. Dios manda sufrimientos a los justos a fin de probar la fidelidad que ellos le tienen, para comprobar la seriedad de su búsqueda de santificación, especialmente su confianza en Dios y su paciencia. Dios permite así que Satán les tiente, que les zarandee como al trigo, a fin de que él (Satán) sea confundido y la elección y conducta divina sea justificada…, a fin de que se manifieste que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados o poderes, pueden separar a los justos del amor de Dios, a fin de que su fe quede afirmada en la verdad (אמונה) de Dios, que es siempre firme, a pesar de toda aparente manifestación de ira. El piadoso reconocerá que su aflicción es de este tipo (como prueba de su confianza en Dios) cuando vea que esa aflicción le llega en medio de su apertura a Dios, en medio de su comunión con Dios, de su oración y de su vigilancia, en medio de su esfuerzo por la santificación. Para este tipo de sufrimiento (de prueba) la Escritura emplea estas expresiones: נסּה (Dt 8, 2; 8, 16) y בּחן (Prov 17, 3), con πειρασμός (Sant 1, 12; 1 Ped 1, 6; Job 4, 19; cf. Sir 2, 1ss.).
Este tipo de sufrimiento es para los justos como el horno en el que se purifican y aquilatan los metales preciosos. Una rica recompensa espera a los que sean descubiertos limpios a través de la prueba, de la tentación y del conflicto, de forma que vengan a ser como oro puro y refinado. Este sufrimiento de prueba está cerca del sufrimiento por castigo, pues el mismo castigo puede aparecer como prueba; pero debemos tener en cuenta que no toda prueba es castigo (es decir, que no tiene la finalidad de purgar y de expiar lo que aún quede de pecado en los que la sufren).
3.Sufrimiento de los mártires. Hay al lado de los dos anteriores un tercer tipo de sufrimiento de los justos, que es el de los mártires y los perseguidos, un sufrimiento que se padece, se acepta, por fidelidad a Dios y a su palabra. Así como es bendito aquel que se mantiene limpio en la prueba, así es también bendito aquel que soporta este sufrimiento del martirio (cf. Mt 5, 11 y otros pasajes).
Todos los restantes sufrimientos vienen sobre el hombre por causa de Dios y del pecado humano. Pero en este caso del martirio no hay ninguna relación entre el sufrimiento y la pecaminosidad de aquel que lo padece. En esa línea, el Sal 44 es un testimonio de este tipo de sufrimiento en Israel. En el Nuevo Testamento, este sufrimiento lleva el nombre de Σταυρός o Cruz, es el sufrimiento a causa del Reino de los cielos.
El libro de Job no puede comprenderse a no ser que se conozcan bien estos diversos tipos de sufrimiento humano. Como dice Brentius: “Todo aquel que mire con ojos espirituales, no juzgará el carácter moral de un hombre por su sufrimiento, sino que valorará su sufrimiento por su carácter moral”. Precisamente esta falta de discernimiento espiritual, y esta inhabilidad para distinguir los diversos tipos de sufrimiento ha sido la causa de la equivocación de los amigos de Job, empezando por el mismo Elifaz.
Pues bien, en la línea anterior, convencido de la sincera piedad de su amigo Job, Elifaz vino a él pensando que su sufrimiento era un castigo, que tenía un carácter de sanación interior (pues debía conducir al arrepentimiento), y que, de esa forma, terminaría siendo bueno para el mismo Job. Partiendo de estos presupuestos, Elifaz reprocha a Job por sus murmuraciones, y le invita a recibir esta aflicción como reconocimiento de su pecaminosidad humana y del propósito de Dios, dirigido a su bien. Precisamente así comienza la controversia.
Esta conexión causal del sufrimiento con el pecado es el punto de partida del discurso de Elifaz. Pero él no va más allá de eso, y de esa forma recuerda a Job que él es pecador porque es un hombre, y que además tiene pecados concretos por los que sufre de forma que tiene que arrepentirse de ellos. Pues bien, esta conexión causal por la que Elifaz conecta el sufrimiento de Job (aunque de un modo muy moderado) con sus pecados anteriores merecedores de castigo, es el πρώτον ψεῦδος, la primera equivocación de Elifaz, pues el sufrimiento de Job no es castigo de Dios, como quiere Elifaz, sino prueba de amor. Yahvé ha decretado este sufrimiento de Job no para castigarle, sino para probarle.
Esta es la equivocación de Elifaz; y esto es algo que nosotros tampoco habríamos conocido a no ser por el prólogo (y por el consiguiente epílogo) del libro. Según eso, prólogo y epílogo son partes orgánicas del libro; si se suprimen se destruye el espíritu y sentido del conjunto del libro. Además de eso, por bello y verdadero que sea, considerado en sí mismo, el discurso de Elifaz es despiadado, es enojoso, rígido y frío, por las siguientes razones:
–Este discurso no contiene una palabra de simpatía por su amigo dolorido, a pesar de que el sufrimiento que él está contemplando en Job es terriblemente doloroso; la primera palabra que le dirige tras siete días de penoso silencio no de consuelo, sino de moralismo, no es de ánimo, sino de reproche y llamada al arrepentimiento.
–Elifaz debía reconocer que esta enfermedad final no ha sido el primer sufrimiento que ha venido sobre Job, pues él ha sufrido previamente grandes aflicciones (la destrucción de sus bienes, la muerte de sus hijos…) con sumisión heroica a la voluntad de Dios Pero Elifaz lo ignora, y actúa como si este sufrimiento de la enfermedad fuera el primero que ha sobrevenido sobre Job.
–En vez de admitir el sentido profundo del dolor de Job, reconociendo que él piensa que ha sido abandonado del amor de Dios, convirtiéndose en objeto de su ira, Elifaz piensa que Job no hace otra cosa que autojustificarse; en esa línea, para excitar sus sentimiento, le cuenta un oráculo que contiene algo que Job hubiera admitido seriamente como verdad, pero que no es totalmente verdadero28.
–En vez pensar que la desesperación de Job y su murmuración contra Dios es realmente distinta de la murmuración de los impíos, Elifaz toma a Job como uno de esos impíos, y en vez de corregirle y darle ánimo con amabilidad, le acusa y condena como a los locos que murmuran contra Dios, como él dice haber visto en su visión. De esa manera, a causa de la falsa aplicación que Elifaz hace de ella, la verdad contenida en su mensaje queda totalmente devaluada e invertida.
De esta forma, de un modo en parte delicado y profundo, comienza el debate dramático del libro. La habilidad del poeta se muestra bien en la dificultad que el traductor y el lector encuentran en detectar aquello que es falso en el discurso de Elifaz. La idea del libro no flota y se expresa de un modo superficial, sino que está revestida de carne y sangre, está inmersa en la acción e historia de los hombres, en especial, en la de Job y sus amigos.