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VI

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Bogutcharovo, antes de la instalación del príncipe Andrés, era una propiedad casi abandonada, teniendo los siervos de aquel pueblo un carácter muy distinto de los de Lisia-Gori, de los que se distinguían incluso en el modo de hablar, en el vestir y en las costumbres.

Decían que eran campesinos de las estepas. El viejo Príncipe los elogiaba por su asiduidad en el trabajo cuando iban a Lisia-Gori a ayudar en la cosecha o a cavar fosos y estanques, pero no le eran simpáticos debido a ser tan retraídos.

La última estancia del príncipe Andrés en Bogutcharovo, a pesar de sus innovaciones - hospitales, escuelas y reducción de censos-, no había civilizado las costumbres de aquella gente, sino que, al contrario, había acentuado aquel rasgo de su carácter que el viejo Príncipe llamaba salvaje.

Alpatich, al llegar a Bogutcharovo poco antes de la muerte del viejo Príncipe, había observado que se producía un movimiento en el pueblo y que, contrariamente a lo que ocurría a sesenta verstas alrededor de Lisia-Gori, donde los campesinos huían abandonando a los cosacos sus pueblos para que los saquearan, en las estepas de Bogutcharovo los siervos estaban en relación con los franceses, que recibían papeles que circulaban entre ellos.

Por fin, y esto era lo más importante, Alpatich sabía que el mismo día que él había ordenado al stárosta que reuniera los carros para llevarse el equipaje de la Princesa aquella misma mañana, los campesinos se habían reunido, decidiendo no moverse y esperar. Entre tanto, el tiempo apremiaba. El día de la muerte del Príncipe, 15 de agosto, el mariscal de la nobleza insistió en que la Princesa partiera inmediatamente. Ahora existía ya peligro y, pasado el día 16, no podría responder de nada. Él se marchó el mismo día de la muerte del Príncipe, prometiendo volver al siguiente para los funerales. Pero no pudo cumplir su promesa, porque, según las noticias que se acababan de recibir, los franceses, inesperadamente, avanzaban, y él, con mucha dificultad, tuvo el tiempo justo para llevarse consigo a su familia y las cosas de más valor que tenía en su finca.

Por la tarde, los carros no estaban prestos. En el pueblo, cerca de la taberna, se había celebrado una asamblea, en la que habían decidido soltar a los caballos en el bosque y no entregar los carros. Alpatich, sin decir una palabra a la Princesa, mandó descargar sus bagajes, que llegaban de Lisia-Gori, cogiendo los caballos para su coche para irse a ver a las autoridades.

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