Читать книгу Caldo de pollo para el alma: El poder de lo positivo - Марк Виктор Хансен - Страница 5
ОглавлениеLa vocecita
Estoy acostada en la mesa de masaje, cuando David, mi terapeuta, toca una zona sensible en el hombro. Yo gimo. Él masajea con más fuerza. Me quejo un poco más fuerte. Cuando mueve las manos un poco más arriba toca la veta madre del dolor y grito.
—¿Lo hago más suave? —me pregunta—. ¿Quieres que sea más gentil?
—Sí —respondo con los dientes apretados.
David trabaja el área con mayor delicadeza y mis gemidos se vuelven más suaves.
Las palabras tienen el poder
de destruir y de sanar.
Cuando las palabras son
verdaderas y compasivas,
pueden cambiar
nuestro mundo.
BUDA
—Estás muy tensa esta semana —comenta él mientras los dedos tratan de deshacer el nudo que se ha formado desde el cuello hasta el hombro—. No te había visto tan mal en meses. ¿Ocurre algo?
—Es abril —respondí—, simplemente abril. Eliot tenía razón cuando dijo que era el mes más cruel.
—¿Cómo puede ser cruel? —pregunta David—. Estamos en primavera. Hay tulipanes y árboles en flor por todos lados.
—Los impuestos —contesté.
—Ah, pues eso sí. Pero tienes tiempo para ir a pagarlos.
—Ya los pagué. Hice mi declaración antes de tiempo. En realidad, me van a devolver una buena cantidad.
—Entonces deberías estar feliz y relajada y no llena de nudos.
Vuelvo a quejarme porque otro nudo hace sentir su presencia.
—Y las clases. En abril odio todo mi material de clase y paso horas trabajando en nuevo material.
David hace presión en el nudo con un poco más de fuerza y me pregunta:
—¿No puedes reutilizar el nuevo material el próximo año?
—Sí, y algunas cosas no están nada mal. Cambié mi estilo de enseñanza y esto se nota en el material. Estoy incorporando muchas más actividades de revisión y mis alumnos están aprovechando mejor.
Las manos de David continúan con el masaje y la presión.
—Eso es bueno, ¿no?
Dejo escapar un quejido no tanto por el dolor sino porque nos estamos acercando a la verdadera razón por la que odio abril: fracaso, decepción, lamentaciones.
—Vamos, Harriet. Te estás guardando las cosas y puedo sentirlo en tu cuerpo. Coopera.
Suspiro.
—Está bien, ya que pareces estar determinado a masajear tanto mi cuerpo como mi mente el día de hoy. Odio abril porque es el mes de mi cumpleaños; porque me vuelvo un año más vieja y hay una vocecita que no deja de decirme que no he logrado nada este año; que no he bajado esos kilos de más; que no he terminado el libro que comencé hace seis años; que no he mandado suficientes propuestas de publicación.
Las manos de David se detienen.
—¿Qué voz? ¿Quién te dice esas cosas? No puedo creer que permitas que te traten de esa manera.
Abro la boca para decir que tiene razón, que no voy a permitir que nadie me menosprecie. Entonces me doy cuenta de que eso es precisamente lo que he estado haciendo. La voz en mi cabeza es la mía. He tomado todos mis miedos, mis inseguridades y mis decepciones y literalmente les he dado voz, que luego he utilizado en mi contra.
—Soy yo —musité. Me dirigí tanto a mí como a él—. Soy yo —repetí en voz un poco más fuerte. Y luego una tercera vez aún más fuerte.
David continuó masajeando los nudos de los hombros.
—Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto?
He vivido con esa voz tanto tiempo que nunca se me había ocurrido que podía hacer algo al respecto. Empecé a comprender que tenía opciones. Decidí ejercer una de ellas.
—Voy a decirle a la vocecita que se calle —hago una pausa, pensando en lo poderosa que es esa voz. Tal vez haya una opción todavía mejor. Comienzo de nuevo—: No, no le voy a decir que se calle. Le voy a decir que hable más fuerte, sólo que voy a enseñarle a decir cosas positivas; a que me recuerde lo que he hecho y no lo que aún no hago.
Pienso en los estudiantes a quienes les agrado, en los otros profesores que me piden consejos, en los escritores del grupo de escritura en línea que valoran mis críticas y en los editores de revistas, periódicos y antologías que han publicado mis artículos y mis relatos. De pronto me doy cuenta de que esa vocecita tiene muchas cosas buenas que decirme, si se lo permito.
¿Y qué pasó con los kilos de más, el libro que no he terminado y todo lo demás que me he propuesto, pero que por una razón u otra no he podido realizar? Ahora sé que flagelarme por mis fracasos no funciona. Quién sabe cuál será el efecto que puede tener ser positiva y qué mejor momento para averiguarlo que abril.
Por primera vez en el mes me relajo y los dedos de David dejan de ser instrumentos de tortura para ser instrumentos de placer. Y una vocecita en mi interior me dice: “Te felicito. ¿Ves lo que ocurre cuando crees en ti?”
Ésa es una voz que podría oír durante horas.
HARRIET COOPER