Читать книгу Caldo de pollo para el alma: El poder de lo positivo - Марк Виктор Хансен - Страница 8
ОглавлениеGente positiva de preferencia, por favor
—¿Mami? —pregunté cuando tenía cuatro años, mientras garabateaba un intrincado dibujo con un crayón morado.
—¿Sí? —contestó mi madre sin levantar la mirada de su libro.
—¿Puedo ser bailarina de ballet?
Mi madre dejó el libro en su regazo.
Aléjate de las personas que
menosprecian tus ambiciones.
La gente pequeña siempre
lo hace. Pero las personas
verdaderamente grandes te
harán sentir que tú también
puedes ser grande.
MARK TWAIN
—Si eso es lo que quieres.
—¿Puedo ser doctora de animales?
—Sí —mi madre respondió con mucha seriedad.
—¿Puedo ser granjera, como el abuelo? —él abuelo cultivaba las mejores verduras que había comido y las flores más hermosas y fragantes que había visto y olido en mi vida.
—Claro.
—¿Puedo ser artista? —miré mi dibujo que se suponía era un caballo.
—¿Por qué no?
—¿O escritora? —acababa de componer mi primer poema sobre ponis y yo pensaba que era una obra maestra; mis padres también lo creían así.
—Puedes ser lo que quieras. Si lo deseas con la fuerza suficiente, lo lograrás. Sea lo que sea que decidas, papi y yo te apoyaremos.
Estas palabras hicieron un eco profundo en mi vida. “Puedes ser lo que quieras” es un mensaje muy sencillo y profundo. El resto, bueno, pues no tuvo sentido hasta que fui mayor, pero el impacto que me provocó sigue siendo muy fuerte y positivo en mí.
Desde que era pequeña, mis padres siempre me dijeron que podía hacer lo que quisiera; que podía ser quien quisiera. Sin ningún orden en particular (y éste varió dependiendo del día, la fecha y la edad), quise ser bailarina, artista, jockey, veterinaria, cantante, estrella de rock, médico, psiquiatra, arqueóloga, psíquica, experta en piedras preciosas, terapeuta y escritora. Estoy segura que esta lista no es exhaustiva. De seguro mi madre podría agregar más carreras.
Ahora adelantemos el tiempo quince años hasta llegar al verano entre el primero y el segundo año de universidad. Un día decidí informar a mis padres durante la cena: “Me voy de mochilera a Europa con Veronika durante el verano”.
He de decir en reconocimiento a mis padres que no se alteraron. Mi papá preguntó: “¿Tienes suficiente dinero guardado?”.
Y sí. Tenía dos empleos y había ahorrado. Podía utilizar ese dinero para hacer un pago a cuenta de mi préstamo de estudiante o aprovechar esta oportunidad única en la vida de ir a Frankfurt con mi amiga Veronika. El asunto era que nunca había ido a Europa, ni me había subido a un avión; en realidad nunca había hecho nada aventurado.
No hay nada como dar un gran salto.
Me dieron permiso de ir. Durante casi tres meses, mi amiga y yo nos fuimos de mochileras y acampamos, viajamos en tren, en automóvil y a pie por casi todos los países de Europa. Fue una experiencia invaluable.
Regresé sintiéndome una persona diferente. No sólo cambié yo, sino que también lo hicieron mis (angustiados) padres. Y así como lo prometieron desde que yo tenía cuatro años, me apoyaron en todo lo quise hacer.
Esto incluyó mi decisión de buscar un trabajo en la industria de la música. No, no como cantante o estrella de rock, sino como representante de grupos. ¿Cuál fue la mejor parte de seguir mis sueños? Pude volver a viajar por todo el mundo con grupos y artistas talentosos, que eran algunos muy divertidos y otros, muy espirituales.
Pero adivinen qué. Mis padres también se divirtieron. Cuando uno de los grupos de heavy metal tocó cerca de su casa, ellos invitaron a los cuatro miembros de la banda a dormir a la casa. Esto fue durante la década de las grandes melenas de los ochenta, por lo que había mucho fijador en aerosol para el pelo, delineador de ojos y maquillaje que no eran precisamente míos. Mis padres tomaron las cosas con calma cuando todos utilizaron sus secadoras de cabello al mismo tiempo y fundieron los fusibles de la casa.
¿Se enojó mi padre? ¿Perdió los estribos mi madre? No. Lo tomaron con calma y mantuvieron una actitud positiva mientras mi papá y el grupo cambiaban los fusibles, todos vestidos para tocar, con maquillaje y peinados extravagantes (los del grupo, no mi padre). Mi papá simplemente se encogió de hombros y dijo: “No hay problema. Estas cosas suceden”.
Incluso hasta el presente, estoy segura de que muy pocos padres pueden decir que fueron anfitriones de una banda de rock que provocó un cortocircuito en su casa.
Cuando exploré mi espiritualidad y tomé al menos una docena de clases y certificaciones, miré la situación como una aventura positiva, aunque no supiera a dónde me llevaría. He enviado artículos e historias al respecto. Algunos las publicaron. Otros no.
Sin embargo, tener la certeza de que sin importar lo que hiciera o quisiera en la vida contaría con el apoyo de mis padres, me dio valor para ser audaz e intentar cosas nuevas, para tratar de realizar mis sueños y ser positiva en todo sin importar qué sucediera.
Mi mantra se repite en una cita atribuida al filósofo alemán Goethe: “Todo aquello que puedas o sueñes hacer, comiénzalo. La audacia contiene en sí misma genio, poder y magia”. Nunca he dejado de ser así; soy positiva y sé que el Universo es un lugar maravillosamente vasto y mágico.
El valor es la clave del pensamiento positivo, aunado a una mente abierta y un sentido de admiración alimentado por un sistema de apoyo amoroso. Esto abre oportunidades que jamás creí que fueran posibles.
En cada problema y cada situación, me mantengo positiva. Para mí, ser positiva es la carga que magnetiza el aura y atrae cosas buenas hacia ti. ¿No es acaso como en The Secret? No lo sé. Nunca leí The Secret. Lo que sé es que si los pensamientos negativos invaden tu mente, también invaden tu corazón, tu alma y tu cuerpo hasta que a la larga comienzas a pudrirte en el interior.
A menudo les cuento a mis amigos cuánto me inculcaron mis padres el pensamiento positivo y cómo me apoyaron incondicionalmente. La mayoría de mis amigos me cuentan que su experiencia fue muy distinta. Me dan ganas de llorar por ellos. No puedo imaginar cuán diferente sería mi vida si no hubiera contado con el apoyo positivo de mis padres.
Prefiero estar con gente positiva. Las personas negativas con personalidades oscuras son asesinos de sueños que quitan la alegría de la médula del alma.
El año pasado decidí realizar otro salto de fe. Salté a las fauces del abismo del desempleo cuando decidí rechazar un traslado al otro lado del país para seguir con un trabajo que tenía (y me gustaba) desde hacía dieciocho años. En su lugar, pensé en fundar mi propio negocio y también en escribir.
Pase lo que pase.
El otro día le dije a mi madre: “Sé que estos pequeños trabajos editoriales que no pagan nada me llevarán a algo bueno algún día. Sólo tengo que terminar mi libro y sé que mi agente lo venderá. Así lo siento”. En ese momento lo sentía y lo sigo sintiendo. Lo creo con toda mi alma. No tengo duda alguna, pero la clave es el valor para seguir adelante y terminar lo que hemos emprendido.
Al instante mamá contestó igual que lo había hecho cuarenta y cinco años antes: “Sé que lo harás. Creo en ti”.
De alguna forma, el solo hecho de saber esto me hace creer incluso más.
SYNDEE A. BARWICK