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El primer paso hacia la determinación de tus objetivos es comprender y aceptar qué es lo que quieres cambiar de ti mismo y de tu situación. Este proceso exige apertura y sinceridad para hacer frente voluntariamente a tus propias limitaciones. Pero antes, identifiquemos tus puntos fuertes. Más allá de lo que tengamos que luchar en algunas áreas, contamos con fortalezas que nos animan a seguir adelante. A menudo descubro que el hecho mismo de buscar ayuda, sea en una persona o en un libro como este, refleja una fuerza interior y un rechazo a conformarnos con menos que lo mejor. ¿Qué aportas al mundo? ¿Cuáles son tus mejores características o capacidades? ¿Qué les encanta de ti a tus familiares y a tus amigos más cercanos? Siéntete libre para preguntarles a algunos de tus seres queridos cuáles consideran que son tus puntos fuertes. Mantén en tu mente esas cualidades positivas mientras desarrollas tus objetivos. En las secciones que siguen, veremos cómo te están yendo las cosas en seis campos importantes de la vida. Si tienes objetivos relacionados con una de esas áreas, escríbelos en una hoja de papel o en tu diario.

SÉ REALISTA

Cuando hemos estado sufriendo desde hace mucho tiempo, es comprensible que queramos mejorar lo más rápidamente posible. Podemos estar tentados de intentar hacer todo al mismo tiempo y ponernos metas excesivamente ambiciosas. Si nuestras metas son poco realistas, nos sentiremos fracasados cuando no las alcancemos. Podemos empezar fuertes y luego decaer rápidamente al agotar nuestras ya vacías reservas.

Cuando establezcas metas para ti mismo, intenta equilibrar la disciplina y la compasión, manteniendo un cierto estándar, pero al mismo tiempo siendo comprensivo contigo. A veces nos ponemos metas basadas en lo que somos capaces de hacer ­durante un día o una semana, sin tener en cuenta lo que nos costará mantener ese nivel de actividad. Por ejemplo, podemos decidir hacer ejercicio durante una hora, siete días a la semana, y llevarlo a cabo los primeros días. Pero finalmente un día no tenemos el tiempo, la energía o la motivación para hacerlo. Una vez que se rompe la racha, es menos probable que reanudemos el ejercicio y quizás lo abandonemos por completo.

Parte de ser compasivo con nosotros mismos consiste en ser pacientes mientras se está produciendo nuestra recuperación. Si bien merece la pena y es un objetivo inspirador reclamar la vida que teníamos antes, probablemente sea poco realista pensar que podemos llegar allí inmediatamente. La terapia física es una buena metáfora para la sanación emocional y mental: la cantidad adecuada de estiramiento y fortalecimiento puede dejarnos un poco doloridos durante un día, pero no tanto que terminemos dañados o tengamos que dejar de hacer nuestros ejercicios. Así pues, cuando estés estableciendo tus objetivos, recuerda que la vida es un maratón, no un sprint.

Terapia cognitivo conductual fácil

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