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Los primeros vestigios arqueológicos de nuestro alimento

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Durante mucho tiempo, los arqueólogos se concentraron en los rastros más visibles dejados por los restos de nuestros alimentos, a saber, las partes sólidas de los animales consumidos, tales como las conchas de caracoles o los huesos de animales. Así, se encontraron en una gruta de España, en la región de Alicante, los restos de cerca de 1.500 conchas de caracoles, que dan testimonio de que ese plato era consumido por los hombres hace cerca de 30.000 años (Fernández-López de Pablo, 2011).

La datación precisa de esas conchas fue posible por el método de datación llamado carbono 14. Esta técnica, creada por el físico norteamericano Willard Frank Libby en 1950, se basa en la actividad radioactiva del isótopo 14 del carbono, contenido en una débil proporción en todos los seres vivos. Desde el instante en que este ser vivo –planta o animal– muere, ese carbono comienza a perder lentamente su radioactividad de manera regular, lo que permite determinar la fecha de la muerte de un animal o de una planta con una precisión del orden de uno a dos siglos, incluso menos para los acontecimientos más recientes. Esta técnica –por la que Libby recibió el premio Nobel en 1960– permitió grandes avances en paleontología y en arqueología y permitió en particular datar muchos restos arqueológicos, inclusive objetos no orgánicos como pedazos de alfarería, cuando se encuentran desechos carbonados en el mismo lugar. Este método da los mejores resultados para los vestigios que datan de entre 5.000 y 50.000 años atrás; más allá de los resultados imprecisos, ya que la radioactividad residual se vuelve demasiado débil para ser medida. Si bien la datación con carbono 14 es el método de datación más conocido y el más utilizado, se elaboraron otros métodos para determinar la edad de los elementos más antiguos, en especial usando la radioactividad residual del potasio 40 o del argón 39. Otras técnicas más recientes como la luminiscencia estimulada ópticamente (OSL) o la resonancia paramagnética electrónica (ESR) permiten asimismo evaluar la edad de algunos materiales con una edad de hasta varios millones de años.

El simio cocinero

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