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Nuestro régimen alimenticio es el de un omnívoro oportunista

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El carácter omnívoro del hombre es un punto que no sufre ninguna ambigüedad y todos los indicios vinculados a nuestra morfología prueban que el hombre es un animal omnívoro, y tiene por vocación alimentarse con una proporción variable de alimentos de origen vegetal y animal según las estaciones y la disponibilidad de los alimentos.

El primer elemento que demuestra el carácter omnívoro de los humanos es su dentición. En los animales, los dientes se adaptaron, en efecto, a lo largo de las generaciones para corresponderse con su régimen alimenticio: los animales que consumen solamente plantas tienen dientes largos y chatos para aplastarlos y masticarlos antes de tragarlos, mientras que los carnívoros tienen dientes puntudos y cortantes que sirven para cazar y cortar las presas y tragan grandes pedazos de carne sin masticarla. El hombre, dotado a la vez de dientes puntudos y filosos (los caninos y los incisivos) y de dientes chatos (los molares) ofrece un perfecto ejemplo de dentición adaptada a un régimen alimenticio mixto.

El segundo elemento que prueba nuestro carácter omnívoro es nuestro sistema digestivo: la duración de la digestión está, en efecto, directamente en función de la complejidad del sistema digestivo, donde los alimentos pueden circular en varios sacos donde serán transformados bajo la acción de ácidos y de bacterias y luego asimilados durante su paso por el intestino y el colon. Como los alimentos cárnicos necesitan menos tiempo para ser digeridos, los animales carnívoros tienen un sistema digestivo más simple con un solo estómago y un intestino más corto en relación con su tamaño. Así, los carnívoros tienen en general un intestino de un largo comprendido entre tres y seis veces la longitud total de su cuerpo.

Por el contrario, los herbívoros tienen un sistema digestivo más complejo, a menudo compuesto de varios sacos que se comunican entre ellos y de un intestino de una longitud de diez a doce veces la de su cuerpo. El sistema digestivo de los rumiantes, con su estómago compuesto de cuatro sacos y su largo intestino, es un perfecto ejemplo de adaptación a un régimen exclusivamente vegetariano, donde las plantas de poco contenido nutritivo son digeridas durante mucho tiempo hasta que todos los nutrientes puedan ser asimilados.

El sistema digestivo del hombre tiene características intermedias entre el de los herbívoros y el de los carnívoros, con un saco único (el estómago) y un intestino que mide alrededor de siete a diez veces la longitud del cuerpo.

Se acerca desde este punto de vista al del sistema digestivo del jabalí, también omnívoro. En cambio, los osos que también son omnívoros tienen un sistema digestivo más cercano al de los carnívoros. De esto, sin dudas, hay que concluir que la proporción de alimentos cárnicos en nuestra alimentación tuvo durante mucho tiempo un porcentaje más cercano al de los jabalíes (entre un 5% y un 10% de sus aportes calóricos) que al de los osos, que obtienen, según las estaciones y el medio ambiente, entre un 40% y un 80% de su alimentación de productos cárnicos (insectos, roedores, pero también ungulados como los ciervos, los corzos o los jabalíes).

Como el jabalí o el oso, el hombre es un omnívoro oportunista y se nutría de los alimentos más disponibles en función de las estaciones, con un porcentaje variable de frutas, semillas, raíces, insectos, carnes o incluso de pescados, en función de su medio ambiente y de las estaciones.

El simio cocinero

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