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Capítulo 2


El hombre: recolector, después carroñero y luego cazador

“Mientras Dios resida en el séptimo cielo, el carroñero jamás comerá hierba.”

Massa Makan Diabaté, Le boucher de Kouta [“El carnicero de Kouta”], 1982

Como hemos visto en el capítulo anterior, en el estudio comparativo entre el hombre y otros animales omnívoros, la proporción de alimentos de origen animal en los orígenes de la humanidad era, probablemente, parecida a la de los chimpancés –cerca del 5% del aporte calórico total– mientras que aumenta progresivamente hasta representar, desde hace cerca de 100.000 años, entre el 30% y el 80% de nuestro régimen alimenticio según las regiones del mundo.

Por lo tanto, durante el período situado entre los inicios de la humanidad, hace alrededor 2,5 millones de años y –hace cerca de 100.000 años, se produjo este cambio de una alimentación principalmente vegetariana a un régimen de predominancia cárnica.

Para explicar este cambio de régimen alimenticio hay que interesarse primero en el período que precede al dominio del fuego, alrededor de hace 400.000 años. En efecto, a partir de esta etapa mayor las técnicas de caza han experimentado una mejora espectacular, que permitió en particular endurecer en el fuego la punta de las lanzas y cazar así presas cada vez más grandes.

La carroña, primera etapa hacia un régimen alimenticio carnívoro

Hasta el dominio del fuego, todos los productos de nuestra alimentación (hojas, frutos, semillas, raíces e insectos, pescados, aves, pequeños mamíferos…) se consumían crudos y a medida de su disponibilidad, sin que se constituyeran como reservas, al igual que lo hacían gran parte de los demás animales. Durante este primer período de desarrollo de la humanidad, la única diferencia fundamental con los otros animales es el uso de herramientas rudimentarias bajo la forma de piedras talladas.

Las investigaciones realizadas en la garganta de Olduvai en Kenia (Leakey, 1979) tienden a probar que los homínidos usaban esas herramientas para romper los huesos de los grandes mamíferos y así recolectar la médula tan nutritiva, como también los sesos, inaccesibles para los otros animales ya que no podían romper los huesos más grandes ni las cavidades craneanas de los grandes mamíferos. Es probable, entonces, que los humanos hayan tenido, en esa época, un comportamiento de carroñeros extrayendo esos alimentos de los cadáveres abandonados por los grandes depredadores.

Los rastros más antiguos de grandes animales consumidos por los humanos muestran, en efecto, que los hombres rompían los huesos para extraer de ellos la médula, pero no existen indicios que prueben que matasen efectivamente a esos animales. Muy rara vez, las armas se encontraron directamente clavadas en los animales cazados, como la descubierta en un hueso de mastodonte hallado en América del Norte (Water et al., 2011), pero estas pruebas irrefutables de caza de los grandes mamíferos datan recién de alrededor de 13.800 años. Por lo tanto, durante mucho tiempo, el hombre se contentó probablemente con romper los huesos de mamíferos que otros animales ya habían depredado.

De este modo, es probable que la evolución del hombre del vegetarianismo hacia un régimen de predominancia carnívora haya pasado por una etapa de carroña (Binford, 1981). Aquí también, el oportunismo seguía siendo la regla y es posible que el régimen alimenticio humano haya continuado siendo ampliamente vegetariano, pero el acceso a esta fuente de alimento nuevo, particularmente rica en proteínas y en grasas, ha podido tener una influencia decisiva sobre la humanidad.

Herramientas para acceder a las fuentes de alimento ocultas en los huesos

Las investigaciones recientes, con el descubrimiento de herramientas en piedra, más viejas que los homínidos más antiguos (Harmand, 2015), tienden a probar que este comportamiento alimenticio es anterior al advenimiento de los primeros hombres y que nuestros antepasados los australopitecos ya lo practicaban hace 3,3 millones de años, es decir, hace aproximadamente 800.000 años antes de la aparición del género humano.

El uso de herramientas no es único en el reino animal: la nutria y algunas aves utilizan piedras para cazar moluscos o erizos de mar, los chimpancés usan trozos de madera para recolectar las termitas en su termitero. No obstante, la sofisticación de las herramientas humanas los distingue netamente desde esta época lejana, ya que se trata de las primeras herramientas que no son simplemente utilizadas tal como se las puede encontrar en la naturaleza, sino que fueron transformadas para adaptarlas a su uso. De este modo, el hecho de romper piedras para que presenten aristas afiladas ha sido el primer paso que les permitió a los hombres romper los huesos para acceder con eficacia a las fuentes de proteínas que ellas escondían.

Algunos investigadores (Kivell et al., 2018) postulan la hipótesis de que es precisamente la adaptación de las manos de nuestros antepasados para realizar gestos precisos y potentes, necesarios para romper los huesos con piedras, lo que habría originado la diferenciación entre la mano de la estirpe humana y la de nuestros antepasados australopitecos. Así, nuestra necesidad de acceder a la médula de los huesos habría hecho surgir al primer representante de la estirpe humana, el Homo habilis.

Mucho tiempo después de la puesta a punto de las primeras herramientas en piedra se comienzan a encontrar vestigios de armas que les permitían a los humanos matar animales de gran tamaño: las armas de madera como las jabalinas, las azagayas y las lanzas aparecieron con el dominio del fuego hace alrededor de 400.000 años. Más tardíamente todavía, aparecerán el propulsor que permite lanzar proyectiles a gran distancia alrededor de hace 20.000 años, y luego el arco y la flecha hace alrededor de 11.000 años.

Como no existen rastros de armas de caza anteriores al dominio del fuego, no pueden subsistir sino solo dos hipótesis: los métodos de caza ancestrales no dejaron ningún rastro, ya que o bien consistían, por ejemplo, en fosas o en trampas rudimentarias que no han dejado ningún vestigio arqueológico… o bien el comportamiento del hombre durante la mayor parte del Paleolítico se emparentaba entonces con la de un carroñero, obteniendo la parte cárnica de su alimentación principalmente de la médula y de los sesos encontrados en los cadáveres de los grandes mamíferos.

Si resumimos así el estado de los conocimientos actuales, podemos decir que los prehumanos eran probablemente casi exclusivamente vegetarianos (aunque su oportunismo podría llevarlos a comer insectos, huevos o roedores), pero que la invención de las primeras herramientas en piedra les dio la posibilidad a los humanos de acceder a fuentes de alimento más abundantes. Esta etapa de carroñeros nos brindó un régimen alimenticio más rico que permitió un desarrollo más importante de nuestro cerebro, dado que el volumen craneano pasa de alrededor de 450 cm3 para los australopitecos a alrededor de 600 cm3 para el Homo habilis.

Este desarrollo de nuestro cerebro luego abrió la vía al dominio del fuego –hace cerca de 400.000 años– lo que constituyó la primera etapa en la evolución de los alimentos hacia la cocina propiamente dicha.

Figura 1. Evolución de las principales estirpes de homínidos

y de la alimentación desde los orígenes.


El simio cocinero

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