Читать книгу Antienvejecimiento - Felipe Hernández Ramos - Страница 45

DETOXIFICACIÓN CELULAR E HÍGADO

Оглавление

Para ilustrar de manera sencilla el papel vital que desempeña el hígado como primer frente de defensa ante los tóxicos medioambientales y nuestra susceptibilidad a ellos, cabe recordar el caso comentado por el doctor Michael Murray en su Enciclopedia de medicina natural, donde cita el estudio realizado con trabajadores de una industria química de Turín (Italia), que presentaban un índice inusualmente alto de cáncer de vejiga. Al analizar la actividad enzimática depuradora del hígado en los empleados, los que tenían cáncer presentaban mecanismos más deficientes que los que no lo padecían. Todos estaban expuestos a los mismos tipos de carcinógenos, pero sólo desarrollaban la enfermedad aquellos cuyo hígado no funcionaba con eficacia a nivel depurativo. ¿Cómo se encarga el hígado de las moléculas tóxicas? De tres maneras:

Filtrado de la sangre. El hígado filtra más de 1 l de sangre por minuto, limpiando la circulación sanguínea de bacterias, endotoxinas (residuos tóxicos bacterianos), complejos antígeno-anticuerpo y otras sustancias tóxicas. Si funciona de manera óptima, puede eliminar el 99% de las toxinas de la sangre, antes de que regresen a la circulación general.

Función secretora de la bilis. El hígado sintetiza aproximadamente 1 l de bilis al día. La secreción de la bilis es necesaria para el transporte de sustancias tóxicas que, una vez en el intestino, serán absorbidas por la fibra y excretadas. Un aporte deficiente de fibra alimentaria puede implicar la reabsorción de toxinas indeseables, muy nocivas al haber sido modificadas por bacterias intestinales.

Proceso enzimático de desintoxicación. Este proceso comprende dos fases:

Fase I

En esta primera fase de la desintoxicación interviene un grupo de enzimas que colectivamente se denominan citocromo P450. Este sistema está compuesto por entre 50 a 100 enzimas, cuya actividad puede variar significativamente de un individuo a otro, dependiendo de factores como el nivel de exposición totémica, la genética particular y el estado nutricional.

Cuando el citocromo P450 metaboliza una toxina, procura neutralizarla trasformándola en una forma menos tóxica. Para ello, la hace hidrosoluble, con lo que puede ser fácilmente excretada por los riñones (sustancias de bajo peso molecular) o por la bilis (sustancias de bajo peso molecular), o la convierte en una forma química más reactiva, que es más fácil de metabolizar por las enzimas de la fase II. Un efecto secundario de esta actividad es la producción de radicales libres por cada toxina que es metabolizada en la fase I. Si no se dispone de antioxidantes adecuados, cada vez que el hígado neutraliza toxinas, es dañado por los radicales libres generados. El antioxidante más eficaz en la neutralización de los radicales libres producidos durante la fase I es el glutatión. Éste es, además, imprescindible en uno de los principales procesos de desintoxicación de la fase II. Por ello, cuando la exposición toxémica es tan elevada que se generan muchos radicales libres durante la fase I, agotando los niveles de glutatión, los procesos de desintoxicación de la fase II se ven seriamente comprometidos.

El citocromo P450 requiere varios nutrientes para poder funcionar correctamente. Las deficiencias de cualquiera de ellos pueden dar lugar a más toxinas, con las lógicas consecuencias. Algunos nutrientes vitales para esta fase I de desintoxicación son: cobre, magnesio, zinc y vitaminas C y B.

Fase II

En esta fase la desintoxicación se produce, principalmente, gracias a la conjugación, proceso mediante el cual diferentes enzimas hepáticas generan un compuesto protector que se une a una toxina, neutralizándola o favoreciendo su eliminación a través de la orina o la bilis. Existen básicamente siete vías de desintoxicación en la fase II:

La conjugación del glutatión. Ésta es la principal ruta de desintoxicación en esta fase. Muchas toxinas químicas, como los disolventes, los pesticidas o los metales pesados, son liposolubles, razón por la que el organismo tiene dificultades para eliminarlas. Aunque, como hemos comentado, la bilis se encarga de transportar estas toxinas para ser eliminadas, un porcentaje muy elevado de ellas es reabsorbido. Afortunadamente, el organismo es capaz de convertir las toxinas liposolubles en una forma hidrosoluble, gracias al glutatión. Para asegurar la eliminación de metales pesados liposolubles, como el mercurio o el plomo, es imprescindible la presencia de niveles óptimos de glutatión. Éste, a su vez, depende de la existencia de concentraciones adecuadas de metionina y cisteína, ya que cuanto mayor es la acumulación toxémica, más metionina se convierte en cisteína y glutatión. Teniendo en cuenta que el glutatión es vital para la desintoxicación y en la protección contra los radicales libres, no es de extrañar que esté considerado actualmente como uno de los anticancerígenos más importantes existentes en nuestro organismo. Además del papel determinante que desempeñan la metionina y la cisteína, en numerosas investigaciones de biología nutricional realizadas sobre nutrientes inductores de glutatión, se ha comprobado que la vitamina C es la que demuestra una mayor capacidad para aumentar y mantener los niveles de éste.

La sulfoconjugación. La conjugación de toxinas con compuestos azufrados es de vital importancia para la desintoxicación de diversos fármacos, aditivos alimentarios y toxinas procedentes de las bacterias intestinales y del medio ambiente. Una dieta pobre en metionina y cisteína reduce la sulfoconjugación. Además, el aporte de alimentos ricos en azufre (ajo, cebolla, brécol, coles de Bruselas), así como de taurina y glutatión, incrementa su actividad.

La sulfooxidación. En este proceso se metabolizan las moléculas azufradas de fármacos y ciertos alimentos, además de eliminar aditivos alimentarios, como los sulfitos, utilizados como conservantes en alimentación y farmacia. Cuando la sulfooxidación no es buena, el organismo se vuelve sensible a los fármacos y alimentos que contienen azufre. La enzima sulfitooxidasa necesita molibdeno para funcionar correctamente. La subcarencia de este oligoelemento no es tan infrecuente como algunos creen. De hecho, en un estudio realizado en Austria, con más de 1.700 pacientes, se descubrió que más del 40% presentaba deficiencia de este oligoelemento.

Los tres sistemas básicos de detoxificación hepática


La conjugación de aminoácidos. Ciertos aminoácidos (glicina, taurina, glutamina, arginina y ornitina) se combinan con las toxinas para neutralizarlas. Las personas que padecen enfermedades hepáticas, carcinomas, hipotiroidismo y están expuestas cotidianamente a productos químicos pueden presentar una deficiencia de esta conjugación. La medida más razonable para asegurarse el buen funcionamiento de la conjugación de aminoácidos es consumir cantidades adecuadas de proteína de calidad y optimizar las funciones hepáticas.

La metilación. Se trata de la conjugación de grupos metilo con toxinas. La mayor parte de los grupos metilo utilizados para la detoxificación proceden de la S-adenosilmetionina (SAM), que se sintetiza a partir de la metionina. En esta síntesis se utilizan como cofactores la colina, la vitamina B12 y el ácido fólico. Regulan el exceso de estrógenos, al impulsar su excreción, por lo que evita el estancamiento biliar inducido por estrógenos. La metionina es, además, fundamental como fuente de compuestos azufrados, como la cisteína y la taurina.

Resumen de algunos nutrientes vitales

para la detoxificación hepática

La metionina es un aminoácido sulfurado esencial, integrante del mayor compuesto lipotrópico del organismo humano, la S-adenosilmetionina (SAM), y fuente de otros compuestos sulfurados, como la cisteína, el glutatión y la taurina.

La cisteína, además de formar parte del glutatión, junto con la metionina, desempeña un importante papel en las dos fases de desintoxicación hepática, especialmente en la sulfoconjugación, la conjugación del glutatión, la sulfooxidación y la glucuronidación.

La taurina es otro aminoazufrado que facilita la síntesis de varias moléculas de desintoxicación, tales como la taurocolamina, formada en los glóbulos blancos, o los taurocolatos, presentes en las sales biliares. Estimula la secreción de desechos metabólicos derivados de una actividad física intensa, o de aldehídos formados por degradación hepática del alcohol. Participa asimismo en la eliminación renal del ácido úrico y del ácido láctico en exceso.

El glutatión es un aminoácido tripéptido azufrado indispensable en la desintoxicación hepática, tanto en la fase I, gracias a su capacidad antioxidante, como en la fase II, debido a su capacidad de convertir toxinas liposolubles en formas hidrosolubles para ser secretadas y desintoxicar de alcohol, metales pesados y carcinógenos. Forma parte de la imprescindible glutatión peroxidasa (véase el capítulo 6, sobre los radicales libres).

El ajo y el rábano negro. La tradición y la biología contemporánea ratifican la eficacia de estos vegetales en la detoxificación hepática, entre otras propiedades. El ajo contiene aliina (glucósido sulfurado), que por acción de la aliinasa, se convierte en aliicina y después en disulfuro de alilo, importantes principios activos, con múltiples propiedades. El rábano negro contiene glucorafenina, que por hidrólisis enzimática se transforma en rafanol, sustancia a la que se deben sus propiedades colagogas, coléricas y detoxificantes.

El selenio, además de su actividad antioxidante (GSPX), participa en interacciones con numerosos metales pesados, formando, con frecuencia, unas sales de selenio biológicamente inactivas.

El zinc, catalizador también de otra importante enzima (SOD), posee propiedades antioxidantes y desempeña un papel básico en la neutralización y eliminación del mercurio y otros metales pesados.

Las vitaminas B6 y B9 evitan la acumulación de homocisteína, metabolito intermedio en la biosíntesis de cisteína a partir de metionina. Según New England Journal of Medicine (24-7-1997), numerosos estudios epidemiológicos muestran que una tasa elevada de hemocisteína constituye un factor de riesgo para la integridad de la pared intestinal y presenta un riesgo coronario 4,5 veces superior a cuando los niveles de ésta son normales. La acumulación de hemocisteína se debe a un déficit en vitamina B6, cofactor enzimático imprescindible en la transformación en cisteína. Si existe una carencia en B6, el exceso de hemocisteína puede ser transformado de nuevo en metionina gracias a las vitaminas B9 y B12 (no se observan carencias de esta última). Ésta es la razón por la que resulta interesante un aporte adicional de B6 y B9, sobre todo cuando se incrementan los niveles de metionina.

La acetilación. Es el método por el cual el organismo elimina las sulfamidas (antibiótico) mediante la conjugación de esta toxina con acetil CoA. Este sistema depende de variables genéticas. Pero aun cuando se desconoce exactamente cómo optimizar su actividad, se sabe que necesita tiamina (vitamina B1), ácido pantoténico (vitamina B5) y vitamina C. Lógicamente cualquier mejora de las funciones hepáticas constituye una ayuda en este proceso.

La glucuronidación. La conjugación de ácido glucurónico con toxinas necesita la enzima UDP-glucuronil transferasa (UDPGT). Desintoxica de un buen número de fármacos prescritos comúnmente, como la aspirina, el mentol, la vainilla sintética, los benzoatos (aditivo alimentario) y algunas hormonas. Excepcionalmente puede disminuir cuando existen, de manera crónica, elevados niveles de bilirrubina sérica (síndrome de Gilbert), que siempre va asociada con una deficiente función hepática y con la característica pigmentación amarillenta de la piel. La glucuronidación puede ser mejorada con el consumo de alimentos ricos en azufre y cítricos y la suplementación con metionina.

Antienvejecimiento

Подняться наверх