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LOS PIONEROS EN LA TERAPIA ORTOMOLECULAR

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En esta obra utilizaré indistintamente los términos terapia ortomolecular, nutrición ortomolecular, medicina ortomolecular y nutrición celular activa. El término ortomolecular proviene del griego orthós, derecho, recto, correcto, y del adjetivo molecular, perteneciente a las moléculas o concerniente a ellas, que deriva de la palabra latina molecula, diminutivo de moles, corpulencia o bulto grande.

La terapia ortomolecular busca conservar una salud óptima y tratar las enfermedades variando las concentraciones de las sustancias que están normalmente presentes en el organismo y que son necesarias para mantener una buena salud.

Subcarencias en nutrientes vitales


A continuación, incluyo una breve semblanza de los principales autores que se han significado en el estudio de esta terapia. En esta relación, «no están todos los que son, pero son todos los que están».

Linus C. Pauling

El doctor Linus C. Pauling nació en 1901 en Portland, en el estado de Oregón (Estados Unidos). Destacó por haber sido laureado dos veces con el premio Nobel, en 1954 con el de química y en 1962 con el de la paz. Activo pacifista y militante antinuclear que participó en docenas de campañas, presentó ante las Naciones Unidas una petición, firmada por más de 11.000 científicos de todo el mundo, en contra de las pruebas con armas nucleares.

Recibió el premio Nobel de química por sus sobresalientes investigaciones sobre la estructura de las moléculas y la importancia de las proteínas y los anticuerpos. Fue catedrático en el Instituto de Tecnología de California y en la Universidad de Stanford. Los presidentes Harry Truman y Gerald Ford le concedieron la Medalla Presidencial del Mérito y la Medalla Nacional de las Ciencias, respectivamente. Se le atribuye haber acuñado el término ortomolecular cuando por primera vez lo utilizó en el artículo «Psiquiatría ortomolecular». En 1949, Pauling y sus colaboradores publicaron un artículo en Science que anunciaba el descubrimiento del origen de la anemia de células falciformes, la primera enfermedad que se describió como enfermedad molecular, debida a una anormalidad en la molécula de la hemoglobina, transmitida genéticamente. Dicho artículo demostraba que mutaciones genéticas únicas podían contribuir a la aparición de desórdenes que alteraban sistemas orgánicos y producían síntomas múltiples. Debido al origen molecular de las enfermedades, se podrían encontrar vías para modificar la expresión y la función de estos genes para prevenir el desarrollo de la enfermedad.

A finales de los años cincuenta, Pauling había aumentado su interés por las enzimas en la función cerebral y, gracias a la financiación de la Fundación Ford, empezó a explorar las bases bioquímicas y moleculares de la enfermedad mental. Investigó los cambios en la función cerebral que preceden a la clara manifestación de las enfermedades carenciales por falta de alguna vitamina B (pelagra, anemia perniciosa y beriberi) y posteriormente tuvo conocimiento del trabajo de los psiquiatras Abraham Hoffer y Humphry Osmond, que tenían éxito tratando esquizofrénicos con niacina, la vitamina B que previene la pelagra, y vitamina C. Pauling definió la psiquiatría ortomolecular como «el tratamiento de las enfermedades mediante el suministro del medio ambiente molecular óptimo para la mente, especialmente la concentración óptima de sustancias normalmente presentes en el organismo». Posteriormente, amplió esta definición para incluir la medicina ortomolecular, que consideró como «la preservación de una buena salud y el tratamiento de las enfermedades mediante la variación de concentraciones en el organismo humano de las sustancias que normalmente están presentes en él». En ocasiones, añadía a esta definición: «y son necesarias para la salud», y anotaba: «el adjetivo ortomolecular es utilizado para expresar la idea de las moléculas correctas en la cantidad correcta».

Este bioquímico estadounidense se mostró especialmente fascinado por la vitamina C y reconoció que su ingesta y, consecuentemente, su concentración en el organismo influenciaba significativamente sobre la salud y la enfermedad. Por otra parte, no se debe olvidar, ni siquiera por parte de los estamentos médicos más ortodoxos, que el concepto pionero de «medicina de las moléculas», definido y desarrollado inicialmente por Pauling, aportó también las bases de lo que posteriormente llegaría a ser la investigación del genoma humano y que especialidades médicas como la hematología, la serología, la inmunología y la genética aplicada deben mucho a sus contribuciones.

Los trabajos de Pauling, igual que los de la doctora Kousmine, han dejado una impronta profunda en miles de profesionales de la salud, que estamos convencidos de que el aporte nutricional complementario es fundamental, tanto para mantener un estado óptimo de salud como para prevenir de manera activa enfermedades crónicas e incluso mejorar su diagnóstico cuando ya se han instaurado.

Alain Bondil, en el libro El método Kousmine, destaca la perfecta integración de las experiencias de Pauling en la metodología Kousmine: «La doctora Kousmine comprendió muy pronto el interés de los trabajos de Pauling. Y aconsejó a sus pacientes graves las megadosis de vitamina C que recomienda Pauling».

Linus Pauling falleció en 1994, en California. El organismo que él creó en 1973, el Instituto de Ciencia y Medicina Linus C. Pauling, en Palo Alto (California), así como varias asociaciones nacionales e internacionales de nutrición ortomolecular, continuará la labor de investigación de este pionero incansable.

Roger Williams

Aunque fue Linus Pauling quien definió esta alternativa terapéutica, que bautizó con el nombre de terapia ortomolecular, la idea central de esta nueva visión etiopatogénica surgió en 1956 a partir de la publicación de Biochemical individuality: The basis for the genetotrophic concept (Individualidad bioquímica: las bases para el concepto genetotrófico), de Roger Williams, quien demostró que las necesidades nutricionales de cada individuo son tan únicas como sus huellas dactilares. El doctor Williams afirmaba que las llamadas enfermedades genetotróficas son las debidas a una demanda de nutrientes específicos por encima de la media, determinadas por la individualidad genética, necesarios para facilitar la función óptima y prevenir enfermedades prematuras. Debido a esta predisposición o característica genética, cada individuo tiene una serie de necesidades que, si no son cubiertas, los resultados de dicha subnutrición se manifestarán como enfermedades en la edad mediana.

Williams creía que la mayor parte de las enfermedades crónicas degenerativas relacionadas con el proceso del envejecimiento –trastornos cardiovasculares, cáncer, diabetes y artritis– estaban relacionadas con imperfecciones genetotróficas. En esta categoría incluía incluso el alcoholismo, las enfermedades mentales y muchos otros problemas de salud. Según Williams, todos estos trastornos pueden originarse cuando no obtenemos de la alimentación la cantidad óptima de nutrientes; creía que todos ellos se debían a una combinación de genes y medio ambiente. Incluso llegó a sugerir que se debían tomar vitaminas y minerales en dosis superiores a las recomendadas por las autoridades sanitarias de la época.

Williams demostró que las necesidades nutricionales en individuos de una misma especie podían llegar a variar en una relación de 40 a 1. ¿Cómo puede ser esto posible? Las variaciones genéticas determinan una actividad enzimática específica y, por lo tanto, diferente en cada individuo. Al ser las enzimas proteínas que conducen las reacciones bioquímicas, el nivel de la actividad enzimática en el organismo determina numerosos factores, como la producción hormonal, el metabolismo de las grasas, el suministro de energía y la actividad antioxidante. Las vitaminas y los minerales actúan como cofactores para la mayoría de las enzimas, lo que significa que son necesarios para que aquéllas puedan trabajar. Cantidades superiores de algunos cofactores pueden «empujar» la actividad enzimática. Por ejemplo, una persona puede necesitar 2 mg de vitamina B5, mientras que otra precisa 80 mg para alcanzar el mismo nivel de acción enzimática.

Cada vez se hace más necesaria una evaluación individual, o al menos más específica, de las necesidades nutricionales de cada persona. Las necesidades variarán si está enferma, embarazada, practica deporte con asiduidad, la edad, si toma medicamentos de forma regular, si fuma, etc. Una vez más, otro investigador pionero incide en el concepto de que la nutrición correcta es uno de los factores más importantes para tener en cuenta a la hora de prevenir futuras patologías.

ABRAHAM HOFFER

Hoffer fue uno de los primeros investigadores que comenzó a aplicar los principios de la terapia ortomolecular. Psiquiatra y doctorado en química orgánica, aportó, en los años cincuenta, una perspectiva desconocida hasta entonces de la enfermedad mental. Entre otros hallazgos, descubrió en la orina de esquizofrénicos diversos compuestos únicos resultantes de la oxidación de la adrenalina. Asimismo, comprobó que dichas sustancias producían toxicidad en el sistema nervioso central.

Como resultado de estos descubrimientos, propuso que ciertas formas de enfermedades mentales no se deben a experiencias negativas en la niñez, sino que son consecuencia de una química cerebral alterada. Desarrolló la hipótesis del adrenocromo, según la cual podía existir una conversión excesiva de adrenalina en adrenocromo (compuesto de color rojo, resultante de la oxidación de la adrenalina) en el organismo de los esquizofrénicos.

Encontró que dosis aumentadas de niacina y piridoxina, pertenecientes al complejo de vitaminas B, podían tratar estos síntomas en algunos pacientes esquizofrénicos. Los científicos de la época creían que dicha sustancia no se producía en el organismo, pero en la actualidad se ha demostrado que dicho compuesto puede ser sintetizado en el organismo y se han desarrollado incluso varios métodos para medirlo en sangre.

Una vez más, una nueva idea, que incorporaba la individualidad bioquímica, la regulación nutricional de la expresión genética y la fisiología funcional, representó un paso adelante en el campo de la psiquiatría basada en la biología, la psiquiatría molecular.

KATHERINE KOUSMINE

La doctora Katherine Kousmine nació en 1904 en Hvalynsky (Rusia), una pequeña ciudad a orillas del Volga. La revolución rusa obligó a la familia a instalarse en Suiza, donde muy pronto Katherine sobresale como alumna aventajada en la escuela superior de Lausana. Al terminar el bachillerato, debió escoger una carrera y, aunque entonces las ciencias estaban casi vetadas para las mujeres, eligió medicina, que terminó en 1928 como primera de su promoción. Después se decantó por la especialidad de pediatría, ya que como ella misma decía esto le permitía tratar al individuo en su totalidad y no «recortar al ser humano en lonchas».

Ejerciendo como pediatra, comenzó a sensibilizarse por el problema del cáncer, sobre todo al observar la impotencia de la medicina ortodoxa ante dos de sus jóvenes pacientes, que murieron a causa de un sarcoma y de leucemia. Mientras las tasas de cáncer aumentaban, la doctora Kousmine, con la ayuda de dos amigos, un químico y un farmacéutico, instaló un pequeño laboratorio en su apartamento, donde comenzó a investigar con ratas, alimentadas de dos formas diferentes: con nutrientes vitales y con nutrientes desvitalizados. Reflexionando sobre esta etapa de su vida, diría más adelante: «Habíamos orientado sin saberlo nuestra investigación hacia lo que hoy se llama la medicina ortomolecular, es decir, la medicina que juega con moléculas propias del cuerpo (nutrientes) y particularmente con vitaminas. Dimos a las ratas todos los cuerpos biológicos asequibles en el mercado, observando cómo las ratas cancerosas evolucionaban con relación a las ratas que eran alimentadas convencionalmente».

Desde que en 1949 unos amigos llevaron a su consulta un enfermo afectado de sarcoma y obtuvo resultados excelentes mediante la corrección alimentaria, Kousmine comenzó a aplicar su método en diferentes trastornos graves, como esclerosis múltiple, poliartritis crónica evolutiva y otros tipos de cánceres. Los resultados eran la mejor confirmación de que estaba en el camino acertado. Pudo constatar que la alimentación moderna, rica en grasas artificiales y desnaturalizadas, exceso de proteínas cárnicas, azúcares y alimentos refinados y manipulados, y carente, por otra parte, de nutrientes vitales, como ácidos grasos poliinsaturados, vitaminas, minerales y oligoelementos, está directamente relacionada con la mayor parte de las llamadas «enfermedades de la civilización», muchos tipos de cáncer, trastornos cardiovasculares, artritis, etc. Kousmine consideraba que el error más grave de la alimentación moderna es destruir sistemáticamente la vitamina F, el ácido linoleico cis-cis. Con el paso de los años, perfiló lo que se convertiría en un método, practicado hoy por cientos de profesionales de la salud, que iría destinado a utilizar diferentes medios con el objetivo de devolver al organismo las capacidades de curación que había perdido. Los cimientos de este método son la corrección alimentaria, los complementos nutricionales, la higiene intestinal, el equilibrio ácido-base y la inmunomodulación. Varias hornadas de jóvenes médicos se formaron en la consulta de la doctora Kousmine, ya que como ella misma declaró: «Los médicos modernos han sido formados para establecer un diagnóstico y prescribir medicamentos. En materia de nutrición no saben nada». Estos apasionados alumnos constituyeron una asociación médica con el objetivo de seguir trabajando sobre las bases del método Kousmine, creando en 1985 la Asociación Médica Kousmine Internacional (AMKI), que organiza seminarios y congresos, y publica diversos boletines de divulgación.

Katherine Kousmine murió el 24 de agosto de 1992, pero la asociación que había heredado su obra continúa el trabajo iniciado por esta otra incansable pionera.

RICHARD A. PASSWATER

Passwater es, probablemente, el bioquímico que más ha aportado a la nutrición ortomolecular, junto con Linus Pauling. Las investigaciones de Passwater han dado lugar a importantes descubrimientos en los campos de la gerontología y la nutrición. Es reconocido internacionalmente como una autoridad en la prevención y control de la proliferación de radicales libres. Fue miembro fundador del Worcester Memorial Hospital y es miembro de la junta de asesoramiento para el National Institute of Nutricional Education, la Coalition for Alternatives in Nutrition and Healthcare Inc. y la International Foundation for Preventive Medecine, Inc. Entre otros proyectos de investigación, participó en un estudio de cinco años de duración, en colaboración con Linus Pauling (Linus Pauling Institute) y el doctor James Enstrom (UCLA School of Public Health), sobre las ventajas de los aportes complementarios de vitaminas con un numeroso grupo de voluntarios, en California, así como acerca del efecto protector de la vitamina E frente a las enfermedades cardiacas. El estudio demostró que los voluntarios que recibieron aportes suplementarios sólo presentaban dos terceras partes del índice de mortalidad previsto para los californianos de la misma edad, sexo, raza, etc. La investigación sobre la vitamina E demostró, a partir de un estudio retrospectivo de usuarios, que las personas que la tomaban a largo plazo presentaban menos de la mitad de incidencia de enfermedades cardiacas que el americano medio de la misma edad, sexo y raza. Passwater es autor de algunos de los libros más vendidos en el mundo sobre nutrición ortomolecular; destacan, entre otros, Supernutrición, La nueva supernutrición y Cáncer y terapias nutricionales. Finalizo esta breve semblanza con la reproducción de un párrafo de La nueva supernutrición:

Las CDR oficiales se establecen en un subcomité de la Junta de Alimentación y Nutrición del Consejo de Investigación Nacional de la Academia Nacional de las Ciencias. En la página 8 de la décima edición se afirma: «Las CDR no son ni requisitos mínimos ni, necesariamente, los niveles óptimos de ingesta». ¡Yo estoy completamente de acuerdo! Las CDR son niveles seguros y adecuados que reflejan el estado de conocimiento relacionado con un nutriente, su biodisponibilidad y las variaciones en la población de Estados Unidos. La idoneidad de esta afirmación depende de la interpretación de la palabra «adecuados». Las CDR tienen la misión de mantener una salud media de personas genéticamente normales, sanas. Para mí, esto no es adecuado. Una salud media no es aceptable, a menos que se trate de una persona con una salud por debajo de lo normal. El objetivo debe ser la Salud Máxima u óptima. Una salud media significa de tres a cuatro catarros al año, una gripe cada uno o dos años, una operación importante cada diez años y un riesgo inaceptable de enfermedades cardiacas y cáncer a una edad demasiado temprana. Es cierto, no podemos vivir eternamente y todos somos humanos e incluso con una Salud Máxima tenemos un catarro cada cinco años, aproximadamente, y una gripe cada diez, más o menos, y una operación importante una vez en la vida y, finalmente, tendremos una enfermedad fatal. El objetivo de la Salud Máxima es no tener enfermedades con desenlace fatal hasta que no traspasemos el ciclo de vida medio y no desaparecer hasta que alcancemos el ciclo de vida máximo para el hombre. Sin embargo, la Salud Máxima es más que no caer en enfermedades: es estar tan sano que se rebose energía, que el cuerpo esté fuerte y la mente aguda. La Salud Máxima es vivir más tiempo y mejor y disfrutar cada día de nuestras vidas.

Jean Seignalet

Jean Seignalet dedicó más de cuarenta años a la formación médica como clínico y biólogo. Interno en hospitales de Montpellier, jefe de Asistencia Clínica, hematólogo e inmunólogo, y posteriormente biólogo en prestigiosos hospitales. Es director del Laboratorio de Histocompatibilidad de Montpellier y autor del conocido libro La alimentación, la tercera medicina.

Para este investigador francés, si se excluyen las infecciones bacterianas, virales y parasitarias, la patogenia o el mecanismo de desarrollo de la mayor parte de las enfermedades es hoy en día desconocido o mal conocido. Seignalet desarrolló una teoría que puede considerarse una explicación razonable acerca de la patogenia de numerosas enfermedades, en la que los dos elementos más importantes son el intestino y la alimentación moderna. Una parte de esta teoría ya la he explicado someramente en el capítulo anterior, dedicado a la detoxificación, particularmente en lo referente al intestino.

Las investigaciones y experiencias clínicas de Seignalet han proporcionado carácter científico a la afirmación hipocrática de «que tu alimento sea tu medicina». Son incontables las referencias hechas en su libro a investigaciones internacionales que alientan a cuantos creemos que la medicina del futuro pasa por la profilaxis alimentaria.

Me ha parecido útil incluir una de sus interesantes reflexiones (como ya hice en mi libro Que tus alimentos sean tu medicina):

La patogenia de numerosas enfermedades permanece desconocida o muy mal conocida. Citemos en este cuadro el asma, la rinitis crónica, las alergias, los numerosos estados autoinmunes, el acné, la psoriasis, las aftas de Behçet, la colitis, la enfermedad de Crohn, la rectocolitis hemorrágica, la nefropatía de la IgA, la fibromialgia, la diabetes de tipo 2, la depresión nerviosa endógena, la esquizofrenia, el Alzheimer, la aplasia medular, las hemopatías malignas, los cánceres, etc.

Nuestra ignorancia de los procesos que conducen a la génesis de estas diversas afecciones tiene desgraciadas repercusiones sobre el plan práctico. No sabemos prevenir estas enfermedades y, cuando se declaran, nuestras terapéuticas son ineficaces o insuficientemente eficaces o muy raramente eficaces. Lo ideal sería combatir las causas (tratamiento etiológico), lo que sería más beneficioso que si cuidamos solamente las consecuencias (tratamiento sintomático) con resultados inconstantes o limitados.

Esta carencia patogénica que conduce a una insatisfacción terapéutica es muy irritante para el médico. Esta irritación crónica un día me condujo a plantearme la pregunta clave: ¿Cómo puede ser, con los importantes progresos realizados en numerosas ciencias, que seamos todavía incapaces de solucionar el mecanismo de tantas enfermedades? Y una respuesta probable era la siguiente: la creciente complejidad de la medicina ha llevado a la mayor parte de clínicos e investigadores de alto nivel a una especialización cada vez más estrecha. Por tanto, no conocen más que algunas facetas de un estado patológico, pero no las otras. Esta visión parcial les impide llegar a una concepción global del problema.

No olvidemos que estas afirmaciones son hechas por uno de los profesionales de la salud con una carrera más dilatada y amplia, 40 años dedicados a la medicina y la biología, considerado uno de los mayores expertos mundiales en nutrición terapéutica. El doctor Seignalet falleció en el verano de 2002. Menos de un año antes coincidimos, como ponentes, en el Primer Congreso Internacional de Terapia Ortomolecular, celebrado en el Aula Magna del hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona y para mí fue un placer verle presentar su teoría de la «alimentación ancestral» con el aplomo y la tranquilidad de quien no necesita convencer a nadie, pero cuenta con el respaldo de haber curado a muchos cientos de pacientes con enfermedades etiquetadas por la medicina convencional como «misteriosas» o «sin tratamiento».

Matias Rath

Rath está considerado el discípulo más aventajado de Linus Pauling. Conoció a éste hace más de veinte años, cuando comenzaba a destacar como portavoz de los estudiantes de medicina en Alemania y formaba parte del consejo de la Asociación de Estudiantes de Medicina de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Inicialmente la relación no estuvo basada en la ciencia, sino más bien en el mutuo interés por lograr la paz y el desarme nuclear. Años más tarde, las investigaciones de Rath en el campo de la salud cardiovascular le hicieron comprender el importante papel de las vitaminas, lo que llevó a Pauling a proponerlo como primer director de investigación cardiovascular de su instituto en California. Desde entonces fueron más que simples colegas: compartían una visión común de un mundo más sano y pacífico en el que los intereses comerciales no primaran sobre la salud de la población.

El doctor Rath ha destacado por su incansable labor para desenmascarar las grandes falsedades de las multinacionales farmacéuticas. Sus artículos de prensa, la fundación que preside y su obra Por qué los animales no sufren infartos y las personas sí han levantado ampollas en los estamentos más conservadores de las empresas del sector. Y por el momento, ninguno de los directivos se ha atrevido a desmentir sus afirmaciones. Hace algún tiempo, en una revista de distribución nacional, contestaba de la siguiente forma ante la cuestión de sus descubrimientos sobre la etiología de las cardiopatías:

Comencé en la investigación convencional profundizando en las causas de las enfermedades cardiovasculares. En esa época aún se pensaba que un nivel alto de colesterol constituía la principal causa de las mismas. Bajo la influencia de los fabricantes de fármacos que disminuyen los niveles de colesterol se «enseñó» a los médicos que un alto nivel del mismo daña las paredes de los vasos arteriales y, junto a los depósitos de calcio y tejido fibroso, es la principal causa de la formación de los ateromas que llevan a obstruirlas provocando los infartos y derrames. Hoy sabemos que eso era sólo otro cuento más del marketing de la industria farmacéutica. Si el colesterol alto dañase las paredes de los vasos arteriales lo haría también en otros lugares de nuestro sistema circulatorio sanguíneo. El sistema se obstruiría en todas partes y no sólo en el corazón o en el cerebro. En otras palabras, también tendríamos infartos de la nariz, la oreja, las rodillas, los codos, los dedos y cualquier otro órgano del cuerpo. Y es evidente que ése no es el caso.

Después descubrí que las enfermedades cardiovasculares son prácticamente desconocidas en el mundo animal mientras que entre los seres humanos es la principal causa de muerte. Fue un gran avance para la salud natural en todo el mundo. Los animales producen su propia vitamina C, necesaria para producir las moléculas de refuerzo de nuestro cuerpo y de su sistema circulatorio, llamadas colágeno. Cuanta más vitamina C, más colágeno, más estabilidad para las paredes de nuestros vasos sanguíneos, menos infartos. Los animales raramente tienen infartos porque producen cantidades suficientes de vitamina C en sus cuerpos. Los seres humanos no podemos producir ni una sola molécula de esta vitamina y normalmente obtenemos muy pocas vitaminas de nuestra dieta con el consiguiente riesgo de que nuestro sistema circulatorio se debilite. Esta serie de descubrimientos fue tan convincente que no sólo explicaba por qué los animales no sufren infartos y las personas sí, sino también por qué sufrimos ataques al corazón y no de nariz. Posteriores investigaciones y estudios clínicos confirmarían más allá de toda duda tan impresionante hallazgo.

La campaña de divulgación de Rath en pro de la terapia con nutrientes esenciales, en lugar de con fármacos, le llevó a presentar en la cumbre mundial de Johannesburgo, en agosto de 2002, el Programa de 10 puntos. Salud para todos en el año 2020. Según sus propias palabras, este evento marcó «un punto de inflexión para la OMS. Con más de cien jefes de estado a quienes se les hizo tomar conciencia de la naturaleza fraudulenta del negocio farmacéutico y las alternativas naturales para la salud, comenzó la batalla para recobrar la OMS y usarla para beneficio de los habitantes del planeta». El doctor Rath se enfrenta a no pocas dificultades en la lucha por el loable objetivo de dar a conocer la cruda realidad sobre el control farmacéutico y las impresionantes ventajas en el uso terapéutico de los nutrientes esenciales. Sólo puedo dirigirle mi más sincero reconocimiento y recomendar al lector que lea su magnífica obra.

Claude Lagarde

Doctor en biología y en farmacia, Claude Lagarde ha sabido, como pocos, llevar al ámbito práctico todas las bases fundamentales de la biología celular aplicada a los nutrientes esenciales. A lo largo de los años, mantuvo relaciones profesionales y de amistad con la doctora Kousmine, así como con los médicos de la Fundación Kousmine (Alain Bondil, Philipe Keros, André Denjean), con Jean Seignalet, Jean Fradin (del Instituto de Medicina Medioambiental de París) y con tantos otros que yo considero integrantes de la «escuela europea de la terapia ortomolecular». La principal aportación de Lagarde ha sido su enorme capacidad para extraer lo mejor de todos los investigadores y clínicos con los que se ha relacionado en las últimas décadas, al tiempo que procuraba innovar en el laboratorio, con el objetivo de proporcionar herramientas terapéuticas eficaces y avaladas por las investigaciones más sólidas.

A finales de los años setenta su relación con algunos médicos, encabezados por el doctor Pierre Garric de Tolouse, y farmacéuticos, le llevó a investigar en la extraordinaria implicación de los oligoelementos en las miles de reacciones enzimáticas indispensables para la vida. Posteriormente, gracias a su relación con la doctora Kousmine, incluyó en su estrategia de trabajo el uso de los ácidos grasos esenciales. Las fórmulas antioxidantes que él y sus colaboradores han enunciado cuentan con el reconocimiento de cientos de profesionales en diferentes países de Europa. Sus más recientes estudios le han convencido de que toda terapia ortomolecular, o como él prefiere decir «con nutrientes esenciales», funciona mucho mejor cuando la precede una correcta detoxificación celular activa (ver el capítulo 10). Todas sus investigaciones y las de sus colaboradores, entre los que tengo el honor de contarme, han dado lugar a un método de trabajo, basado en los nutrientes esenciales, que es utilizado por infinidad de profesionales, tanto los consagrados como los que comienzan su andadura en esta extraordinaria terapia.

El doctor Lagarde es un apasionado de su trabajo, un conferenciante incansable. Es raro que cualquier profesional de las terapias biológicas de Francia, España, Suiza, Bélgica, Italia y otros países de Europa no le haya escuchado dar una conferencia sobre nutrientes esenciales. Hace nueve años que le conocí cuando coincidimos como ponentes en un congreso en San Sebastián. Su ponencia sobre la hipoglucemia reaccional me fascinó y desde entonces no hemos dejado de compartir estrado en numerosas ocasiones. Han sido muchas las oportunidades que hemos tenido de intercambiar puntos de vista y estrategias terapéuticas en estos años, y muy agradable trabajar con un profesional de su talla, que mantiene, ante todo, un extraordinario sentido común en sus estudios sobre la salud, algo poco habitual en la medicina ortodoxa actual.

Sirvan estas páginas para mostrar mi más sincero reconocimiento y agradecimiento al que considero uno de los pioneros de nuestra especialidad, alguien que ha sabido conjugar dos características que no suelen coincidir: la razón y la pasión por su trabajo, la investigación en nutrientes esenciales.

Antienvejecimiento

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