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Episodio 6 De cómo los políticos suplantaron a los juristas

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«En el orden de los bienes divinos, el primero es la sabiduría, después viene la templanza, y de la mezcla de estas dos virtudes y del valor nace la justicia, que ocupa el tercer lugar; el valor es la cuarta. Estos últimos bienes merecen por su naturaleza la preferencia sobre los primeros; y es en este orden que el legislador debe situarlos...».

Platón (427-347 a. C.) Las Leyes. Libro I

«En el Tribunal de Familia abundaban las discrepancias extrañas, las argucias, las medias verdades íntimas, las acusaciones exóticas. Como en todas las ramas del Derecho, había que asimilar rápidamente las sutiles circunstancias particulares».

Ian McEwan La ley del menor (2014)

«...la política funciona como una ciencia arbitraria y la maquinaria del control como un mecanismo en movimiento perpetuo, sin fronteras definidas, con apetito voraz».

Leonardo Padura Como polvo en el viento (2020)

SUMARIO: NO SOLO ILEGAL, SOBRE TODO CONTRARIO A DERECHO. LO PRIMERO ES LO PRIMERO: SI VA A SER OBLIGATORIO, POR ESCRITO. EL DERECHO SE METE EN POLÍTICA. LA ROMA QUE VENERABA EL DERECHO, PERO TEMÍA LAS LEYES.

Ya estamos en el episodio 6 de este, cuanto menos, peculiar tratado de derecho y, queridos lectores, os resultará sorprendente que apenas haya aparecido la palabra «ley». Os aseguro que no es fruto de la casualidad, sino que forma parte de un plan ejecutado con premeditación y alevosía, dirigido a dejaros meridianamente claro que el Derecho aparece mucho antes que la ley y que, aunque hoy ambos términos prácticamente se confunden, reflejan realidades diferentes. Es significativo que en español, francés, italiano o alemán, entre otros idiomas, haya dos términos diferentes para designar el «Derecho» (Derecho, Droit, Diritto, Recht) y las leyes (leyes, lois, leggi, Gesetze). Desgraciadamente, no es el caso de la lengua inglesa donde se utiliza el término «Law» para todo. Razón de más para dejar claro que se trata de conceptos distintos.

Hasta ahora habéis podido comprobar que la Humanidad vive en comunidad (Episodio 1), y que esto nos impone ciertos límites, cuyo respeto es necesario para garantizar la convivencia pacífica (Episodio 2). También sabemos que para que la gente no se agreda, no es suficiente con que la sociedad esté ordenada jerárquicamente o el grupo social esté dirigido por una autoridad poderosa. Aun así, son necesarios determinados procedimientos para acabar con los litigios y preservar el orden social, caso a caso, con la ayuda de profesionales jurídicos especializados en resolver los enfrentamientos entre sus conciudadanos (Episodios 3, 4 y 5). Este es el origen genuino del «Derecho» con mayúscula.

Que el derecho aparezca antes que la legislación no ha impedido, sin embargo, que esta última haya acabado por inundar nuestras sociedades actuales. Ha llegado pues la hora de comprender cómo y por qué el Derecho fue sustituido por la ley.

Es harto revelador, y desde luego vital, que uno de los rasgos esenciales de los sistemas políticos democráticos sea que en ellos los gobiernos están sometidos al derecho. Por eso se habla del régimen del «Estado de derecho», y no del «Estado de la ley». Entre otras cosas porque son los gobiernos los que crean y aplican las leyes, dado que pueden abolir, promulgar o modificar las normas legislativas preexistentes sean del tipo que sean. En cambio, a la autoridad política le resulta muchísimo más complicado y desalentador revocar el conjunto de reglas que sostiene el sistema jurídico de un Estado. Comprenderéis que el poder se encuentra mucho más cómodo con un batiburrillo de leyes, reglamentos y ordenanzas que puede cambiar a su antojo, que con el conjunto de un sistema que garantiza la estabilidad del grupo social, razón por la que debe ser respetado no solo por los ciudadanos sino por el propio gobierno. Es la razón por la que en el siglo XVIII los pensadores políticos ilustrados, acuñaron la noción de unos «derechos fundamentales», que corresponden a cada persona por el mero hecho de nacer, y que ninguna ley o autoridad puede (o debe) menoscabar.

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