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UNA ASAMBLEA MUY OPERATIVA

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El senado tenía considerables ventajas prácticas sobre las asambleas populares. Primero, se trataba de una sola asamblea, a diferencia de las asambleas populares que eran varias y cada una con funciones distintas. Por un lado, estaban los comicios –de comitia: «ir juntos»– que eran de tres tipos, según reuniesen a las distintas agrupaciones de ciudadanos: las «curias» (curiata), las «centurias» (centuriata) o las «tribus» (tributa). Y por si fuera poco, a estos tres tipos de asambleas populares se acabaron añadiendo los concilios de la plebe que ya conocéis. En cambio, sólo había un senado. En segundo lugar, el senado estaba integrado por menos personas por lo que era en principio más asequible para poder negociar con un puñado de senadores. En tercer lugar, debido a su carácter permanente, era mucho más estable, pues el cargo de senador tenía carácter vitalicio. Lo que contrastaba con las asambleas populares que tenían una vigencia temporal y requerían antes de reunirse un proceso electivo engorroso y complejo. Y finalmente, last but not least, dado que Roma gobernaba cada vez más territorios ubicados geográficamente lejos de la civitas, el senado podía representar a las provincias, a diferencia de las asambleas populares que solo representaban a los ciudadanos que residían en la propia civitas romana.


Imagen 3. Cicerón denuncia a Catilina ante el Senado, según Cesare Maccari (1881-1882).

El senado era pues una asamblea más operativa en un momento de la historia de Roma en el que se había vuelto indispensable simplificar los mecanismos de toma de decisiones. Cómo comprenderéis, esto le vino de perlas a Augusto a la hora de llevar a cabo su tarea de restablecer el orden tras medio siglo de agotadoras guerras civiles.

Todo ello, unido a que de este modo evitaba que lo acusaran abiertamente de violar el sistema de la República, justifica sobradamente que Augusto decidiese compartir con los senadores el poder que había adquirido en el campo de batalla. Y, de este modo, convertir su victoria militar en un triunfo político estable. De hecho, si su reforma política tuvo éxito fue porque logró encubrir el carácter cada vez más marcadamente personalista del nuevo régimen dando cancha a un senado que el nuevo dueño de Roma consideraba la institución más operativa de la República romana47. De entrada, dispuso en el año 27 a.C. que una parte de las provincias romanas, las más pacíficas, pasaran a ser gobernadas directamente por la asamblea aristocrática, a diferencia de las demás, que pasaron a denominarse «provincias imperiales» donde el dominio romano no estaba asentado y que, en consecuencia, al requerir una mayor presencia militar, quedaron en manos de quienes ostentaban el «imperium»: el propio príncipe y sus delegados. La función primordial del Senado sin embargo acabaría centrada en el plano de la creación legislativa.

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