Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 30

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2 Entonces la compré para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada.

אכּרה, con dagesh lene o dirimens (Ewald, 28, b), de hrk, kârâh, cavar, lograr algo cavando y, en sentido más extenso, adquirirlo (cf. Dt 2, 6), obtenerlo por contra (Job 6, 27; 40, 30). Quince @s,K'_ (monedas de plata) son quince siclos de plata. En textos en los que se evoca una cantidad de monedas suele omitirse la palabra siclo (cf. Gesenius, 120, 4, nota. 2).

Según Ez 45, 11, el homer (rm,xoï) contiene diez batos o efas, y un letek (ἡμίκορος, LXX) era medio homer. En consecuencia, el profeta dio quince siclos de plata y quince efas de cebada. Esta es una suposición muy natural, especialmente si comparamos el tema con 2 Rey 7, 1; 16, 18, donde se dice que en aquel tiempo una efa de cebada tenía el valor de un siclo, en cuyo caso todo el precio de la compra alcanzaba una suma por la cual, según Ex 21, 32, se podía comprar un esclavo, de manera que el pago se hizo la mitad en moneda y la mitad en cebada. Resulta imposible determinar la razón por la que la compra se hizo de esa manera. De un modo general podemos decir que la suma de precio fue la indicada para poner de relieve la condición “servil” de la que provenía Israel, pues el precio de la compra de la mujer (de Israel) se compara con el precio de un esclavo, según el cómputo de Ecl 21, 32 y Zac 11, 12. Por otra parte, el hecho de que el precio se pagara parte en moneda y parte en especie (con un tipo de comida que resultaba despreciable en la antigüedad, vile hordeum, cebada vil, como en Num 5, 15) tenía como finalidad el poner de relieve la baja condición social de la mujer.

Más aún, el precio pagado no se tomaba como dinero de compra, por el que la mujer sería dada por parte de sus padres, pues no se puede demostrar que en Israel existiera la costumbre de comprar una mujer a los padres (cf. mi Bibl. Archologie, II. 109, 1). En este caso nos hallamos ante un “presente matrimonial”, un dinero que el novio pagaba, pero no a los padres, sino a la misma novia, en el momento en que se obtenía su consentimiento. Pues bien, si la mujer quedaba satisfecha con quince siclos y con quince efas de cebada, ella tenía que haberse encontrado en un estado de profunda necesidad.

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