Читать книгу Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Profetas Menores - C. F. Keil - Страница 32
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4 Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines.
La explicación de esta imagen está introducida por כּי, porque ofrece la razón de la acción simbólica. Los objetos que serán eliminados de la vida de los israelitas forman tres parejas, aunque solo las dos últimas se encuentran formalmente conectadas entre sí por la omisión de אין antes de תּרפים, formando así una pareja, mientras que las cosas anteriores que se negarán a los israelitas aparecen una después de la otra, con la repetición de אין en cada uno de los casos.
Así como rey y príncipe van unidos, así también el sacrificio y el memorial (=estatua). Rey y príncipe son los representantes y portadores del gobierno civil, mientras que los sacrificios y el memorial representan la adoración y culto de la nación. מצּבה, estatua o monumento, suele conectarse con el culto idolátrico.
Las estatuas solían estar consagrados a Baal (Ex 23, 24), y por esa razón solían estar prohibidos por la ley (Lev 26, 1; Dt 16, 22; cf. Comentario a 1 Rey 14, 23). Pero ellas estaban ampliamente extendidas en el reino de Israel (2 Rey 3, 2; 10, 26-28; 17, 10), y fueron erigidas también en Judá bajo los reyes idólatras (1 Rey 14, 23; 2 Rey 18, 4; 23, 14; 2 Cron 14, 2; 31, 1). Ciertamente, el efod y los terafim formaban parte del aparato de la oración, pero son especialmente nombrados como medios que se empleaban para investigar el futuro.
El efod era una especie de vestido para el pecho y la espalda del sumo sacerdote, al que se vinculaban los Urim y los Tumim, y era un medio por el que Yahvé comunicaba sus revelaciones al pueblo, y solía utilizarse para preguntar la voluntad de Dios (1 Sam 23, 9; 30, 7); y por esa razón fue un utensilio utilizado de un modo idolátrico (Jc 17, 5; Jc 18, 5). Los terafim eran una especie de “penates”, a los que se adoraba como portadores de protección.
El profeta menciona objetos conectados con la adoración de Yahvé y también objetos de los ídolos, a causa de que ambos se hallaban mezclados en Israel, como deidades oraculares que revelaban los acontecimientos futuros (cf. mi Bibl. Archol. 90). Esos datos aparecen aquí conectados con el propósito de mostrar el pueblo que el Señor suprimiría la adoración de Yahvé y la de los ídolos, y al mismo tiempo la existencia de un gobierno civil independiente.
Con la destrucción de la monarquía (cf. en Os 1, 4) o la disolución del reino no solo quedó abolida la adoración de Yahvé, sino que se puso fin a la idolatría de la nación, pues el pueblo descubrió la falta de valor de los ídolos, cuando su poder quedó destruido por el juicio, viendo que ellos no podían liberarles; y a pesar del hecho de que, cuando fueron llevados al exilio ellos quedaron inmersos en un mundo de idolatría, el dolor y la miseria en que ellos habían quedado hundidos les llenó de aborrecimiento contra la idolatría (cf. en Os 2, 7).
La amenaza quedó cumplida en la historia de las diez tribus, cuando ellas fueron desterradas en la cautividad asiria, en la que permanece la mayor parte de los israelitas hasta el día de hoy, sin una monarquía, sin adoración a Yahvé y sin sacerdocio. Porque es evidente que con la palabra Israel se está aludiendo a las diez tribus, no solo por la estrecha relación entre esta profecía y Os 1, 1-11, donde Israel se distingue expresamente de Judá (Os 1, 7), sino también por la perspectiva que ofrece Os 3, 5, donde se dice que los hijos de Israel volverán a David, su rey, lo que indica claramente la separación de las diez tribus respecto de la casa de David. Al mismo tiempo, el destierro de Judá se presupone también en Os 1, 7.11, y de esa forma lo que se dice de Israel se transfiere implícitamente a Judá; por eso, lo que se dice en este verso de Israel, es decir, de las diez tribus, debe ampliarse, refiriéndose al exilio de los judíos en el tiempo de los babilonios y de los romanos, lo mismo que al del tiempo del rey Asa (2 Cron 15, 2-4). El profeta Azarías predijo esto para el reino de Judá de una forma que ofrece un apoyo firme a la profecía de Oseas.