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DELEGADO DEMOCRÁTICO DEL SEU

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En la misma época en la que Lluch iniciaba la carrera, el alumnado antifranquista comenzó a cuestionar al Sindicato Español Universitario. El SEU se había creado en 1933 en Madrid pocos días después de la fundación de la Falange Española y desde el principio los estudiantes eran de base mayoritariamente falangista. Pretendía «fomentar el espíritu nacional entre los estudiantes tendiendo a la sindicación nacional única y obligatoria».[57]

A partir de 1937 el sindicato falangista pasó a ser la única organización estudiantil legal en la España de Franco. Y en los primeros años de la posguerra fue uno de los instrumentos de los falangistas para sacar adelante sus doctrinas nacionalsindicalistas. A partir de 1943, el SEU se convirtió en el sindicato universitario obligatorio y cualquier alumno, por el mero hecho de estar matriculado en la enseñanza superior, ya quedaba integrado en él.

El SEU se encargaba de la represión contra los estudiantes demócratas y llevaba a cabo tareas asistenciales y administrativas de ideología corporativa bajo los mandos del Movimiento. El ingente aparato burocrático se mantenía a partir de las cotizaciones obligatorias de los estudiantes. Vendía libros, organizaba viajes, deportes, comedores y ejercía de enlace entre los estudiantes y el decano, el rector o el Ministerio si, por ejemplo, había que resolver alguna queja.[58]

En los primeros años cincuenta el régimen franquista se había estabilizado y consolidado después de que la mayoría de los países del bloque occidental lo reconocieran en plena guerra fría. La oposición se encontraba también en horas bajas. A la universidad empezaron a llegar generaciones nacidas durante la guerra civil, como la de Lluch, o inmediatamente posteriores.

También entonces se produjeron los primeros tanteos de una política de liberalización cultural por parte del Ministerio de Educación, que posibilitaron la expresión de las ansias de democratización y de renovación política e ideológica. Los más contrarios a las posiciones del propio Ministerio de Educación, que desde febrero de 1956 dirigía Jesús Rubio García-Mina, fueron los núcleos falangistas que aún quedaban dentro del SEU.

Estos veían cómo cada vez más dicho sindicato se iba alejando del nacionalsindicalismo inicial, y que su gran estructura burocrática iba careciendo progresivamente de una doctrina u orientación ideológica que la sustentase. Eso, junto a una tímida liberalización ministerial, permitió de manera gradual que los propios estudiantes usaran las estructuras «seuistas» en beneficio propio.[59]

La incapacidad del SEU para encuadrar políticamente al alumnado, sumada a la pérdida de nervio ideológico, había acentuado el divorcio entre representantes y representados. En las universidades de Madrid y Barcelona, donde el fracaso de la política franquista de socialización juvenil era patente, la hegemonía del sindicato oficial era solo formal y se hallaba restringida a los cargos superiores, en gran manera extrauniversitarios y nombrados por las jerarquías de la Secretaría Nacional del Movimiento.[60]

Las elecciones a delegados de curso del SEU, por ejemplo, cada vez se controlaban menos políticamente. Eso favoreció que entre los elegidos se «colaran» algunos estudiantes de pensamiento liberal. La creciente presencia de grupos estudiantiles y políticos organizados, y el aumento de las actividades culturales y de la unidad de acción resultaron decisivos para utilizar las posibilidades legales ofrecidas por las propias estructuras universitarias oficiales como las del SEU.

Esto llevó a desarrollar una amplia práctica democrática de masas con la elección de delegados, reuniones de departamentos y asambleas.[61] En esta tarea los estudiantes vinculados al PSUC tuvieron un papel muy relevante. Aunque no fueron los únicos que se movieron. También el MSC —a cuyos miembros se les conocía como los «músicos», por el acrónimo, aunque a veces también se les tildaba de «socialdemócratas» en tono peyorativo— logró cierta presencia entre los estudiantes y se mostró dispuesto a infiltrarse en el SEU.

Menor fue el papel de los de universitarios encuadrados en la democracia cristiana y en el FNC que rechazaban la táctica entrista, y el de otros grupos como el denominado CC (siglas identificadas habitualmente con «Cristo y Cataluña»), fundado en 1954 por Raimon Galí, y con Xavier Muñoz y Jordi Pujol entre sus seguidores.

A partir de 1957 fue cuando el trabajo de infiltración en el SEU se convirtió en el principal instrumento de convocatoria pública y de acción de masas. De entrada, porque se acabó el proceso de desfalangización del sindicato, que ya era una carcasa vacía de contenido político con casi la única misión de controlar las reivindicaciones de los estudiantes.

También contribuyó a todo ello el retroceso de la Falange de las posiciones de gobierno con la incorporación del Opus Dei en los cambios de gobierno de febrero de aquel año. El nuevo sector tecnócrata del ejecutivo del régimen inició una liberalización económica que supuso un nuevo rumbo político con los consecuentes cambios socioeconómicos para España.

El ingreso en el SEU, sin que quienes lo hicieron pudieran ser acusados de colaboracionistas, se produjo porque con acciones previas como las del Paraninfo, el movimiento democrático estudiantil ya había plantado cara al Sindicato y demostrado su oposición. Por lo tanto, todo el mundo entendía que el entrismo era instrumental, para aprovecharse de él en beneficio del estudiante y a fin de conseguir un régimen democrático.

En julio de aquel año se anuló el carácter del SEU como sindicato de la FET y las JONS y se integró en la Delegación Nacional de Asociaciones del Movimiento. El franquismo se dio cuenta de que empecinarse en su continuismo era contraproducente porque los estudiantes no lo secundaban.

En octubre de 1958, cuando Ernest comenzaba el tercer curso, una orden gubernamental reorganizó el SEU e introdujo la creación de consejos de curso formados por diez estudiantes, a diferencia de la mera existencia de un delegado y un subdelegado, y de las cámaras de facultad compuestas por los consejeros de todos los cursos.

En las primeras elecciones salieron elegidos un buen número de estudiantes antifranquistas. Fueron muy importantes la formación de candidaturas democráticas unitarias y la campaña electoral de cada curso, el funcionamiento de los consejos y cámaras como órganos colectivos y la edición de boletines legales de facultades, muchos de ellos en catalán.

En noviembre fueron detenidos dirigentes del MSC como Joan Reventós, profesor de Economía de la Facultad de Derecho y de la de Económicas, donde lo conoció Lluch, y algunos estudiantes, trabajadores y abogados que lo impulsaban. La presencia del MSC entre los universitarios siguió viva, pero ahora de la mano de Raimon Obiols.

Obiols, que era tres años más joven que Ernest, estudiaba Geológicas. Su padre, pintor de profesión, había militado en Acció Catalana en tiempos de la República. Vivían en Sarrià, y entre sus conocidos figuraban J.V. Foix, Joaquim Folguera, Josep M. López-Picó, Marià Manent, Carles Riba y Clementina Arderiu.[62]

Por aquellas fechas Ernest conoció a Raimon en los Escolapios de Balmes, a donde los habían invitado por separado para hablar de economía y geografía. Terminada la conferencia, fueron a tomar un café a un bar de la plaza Gala Placídia, donde descubrieron sus afinidades, entre ellas su mutua prevención ante la izquierda dogmática. Aunque admiraban la labor antifranquista del PSUC, ni el uno ni el otro iban más allá.

Ernest simpatizó enseguida con los «músicos». Se sentía próximo al MSC, aunque nunca se afilió. La relación con Obiols continuó porque este a menudo iba a casa de Lluch para encontrarse con Enric, que profesaba —como haría durante toda la vida— un catalanismo progresista, pero sin militar en ningún partido.[63]

A partir de las plataformas estudiantiles que se habían ido poniendo en marcha en los últimos tres o cuatro años para mejorar la representatividad y transgredir el inmovilismo ideológico del franquismo, cabe destacar la incorporación de nuevas hornadas de universitarios hartos del discurso de la guerra como legitimación del régimen. Estas circunstancias hicieron que durante el curso 1958-1959 se formara un Comité de Coordinación Universitaria (CCU), integrado por el MSC, el PSUC y la Nova Esquerra Universitària (Nueva Izquierda Universitaria; NIU).

La Nova Esquerra Universitària era la sección universitaria de la Associació Democràtica Popular de Catalunya (Asociación Democrática Popular de Cataluña; ADPC), vinculada al socialista Frente de Liberación Popular (FLP), fundado en Madrid, con organizaciones homologables a la catalana en el ámbito universitario de toda España y que se inspiraba en experiencias revolucionarias del tercer mundo como la cubana y la argelina, y pretendía una política de alianza con el PSUC y el Partido Comunista de España (PCE).

Alfons Comín, José Ignacio Urenda y Joan Massana dirigían la ADPC, y en la NIU se integraban nombres como Isidre Molas, Pasqual Maragall, Xavier Folch, el físico Oriol Bohigas, Joaquim Sempere o Manuel Vázquez Montalbán.[64]

A finales del tercer curso, cuando tocaba celebrar el paso del ecuador —la mitad de la licenciatura—, en vez de un evento folclórico para celebrarlo como se estilaba, Ernest y su compañero Pere Vicens Rahola propusieron organizar unas conferencias de economía a las que se invitaba, sobre todo, a profesores de Madrid.

Esta iniciativa, cuya escasa acogida a priori parecía clara porque era muy poco lúdica, fue muy bien recibida. Significaba tener acceso y escuchar unas voces apenas oídas en Barcelona, y recibir nuevos aires de pensamiento, a la vez que constituía una oportunidad para saber qué se «cocía» en la capital o en otros núcleos universitarios.

El pensamiento de Lluch marcó un punto de inflexión. Nunca se había hecho algo similar en el marco del SEU. Él, por supuesto, acompañaba a los ponentes y se encargaba de presentarlos. Eso le sirvió para destacar ante sus compañeros, y también para que, por lo menos, su cara les empezara sonar a algunas figuras madrileñas.

De la propuesta de Ernest se derivarían dos consecuencias: una a corto plazo y otra a largo, que le resultarían muy útiles. Entre otras razones porque casi siempre supo sacar provecho de las personas a las que conoció a lo largo de su vida, en beneficio de su propia carrera o de las de otros.[65]

La primera consecuencia de su propuesta fue que la popularidad que ganó o redondeó con las conferencias le ayudó a salir elegido como delegado de Económicas en las segundas elecciones a cámaras de facultad, las del curso 1959-1960, en las que los grupos de oposición sindical se habían coordinado a partir del CCU.

Por aquel entonces Lluch formaba parte de un grupo de oposición y catalanista junto con Joan Martínez Alier, Xesc Moll, Jordi Petit, Santiago Ponseti y Antoni Montserrat, entre otros.[66] Muchos de sus compañeros lo consideraron el primer delegado estudiantil elegido democráticamente en Económicas.

De este modo, Lluch pasó a integrarse en la coordinadora entre facultades, denominada «Inter», que sería decisiva para orientar el trabajo sindical, académico y de sensibilización cultural, y para hacer confluir en luchas generalizadas las iniciativas que en cada uno de los ámbitos se iban abriendo paso contra las estructuras oficiales. Había, pues, una coexistencia de consejeros y delegados elegidos por los estudiantes y por los mandos del Movimiento.

En la Inter destacaron también nombres como los de Isidre Molas y Jordi Borja en Derecho, o Albert Balcells y M. Rosa Borràs en Letras.[67] Al ver que las figuras del SEU perdían las elecciones, algunas voces del Ministerio expresaron que «si los estudiantes conseguían ese método de designación de sus representantes, los productores (obreros) podrían reclamar lo mismo».

Precisamente, en ese mismo curso los delegados electos del SEU promovieron diferentes actividades académicas de carácter reivindicativo en algunas facultades y escuelas.[68] Ello sirvió para que los diversos grupos del antifranquismo consolidaran las bases unitarias del movimiento universitario.

Se expresó, por ejemplo, la solidaridad con varios líderes detenidos y se quemó La Vanguardia en el patio de la Universidad por el caso Galinsoga. Se participó en los hechos del Palau de la Música y tras la detención de Jordi Pujol, Lluch y muchos otros hicieron pintadas pidiendo la libertad con lemas emblemáticos como, por ejemplo, «Pujol Catalunya». A él incluso le detuvieron. Lo delató la pintura de las manos.[69]

Ernest Lluch

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