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DIVULGADOR DE LA ECONOMÍA

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En noviembre de 1963 Lluch pasó a asumir un destacado papel como divulgador de la economía en Cataluña. «¡Esto lo podríamos publicar!», decía siempre. Lo hizo a través de la editorial Oikos-Tau, a la que estaría vinculado hasta 1988. Su propietario era Jordi Garcia Bosch, amigo de infancia de Enric en Vilassar de Mar. Desde una pequeña imprenta, Garcia se proponía iniciar varias colecciones de libros destinados al mundo de la universidad y las escuelas técnicas.

Su padre, Pepet Garcia, era un empresario de artes gráficas. Los hermanos Lluch enseguida se implicaron en el proyecto. Su misión consistió en aportar contactos y conocimientos del mundo intelectual para sacarlo adelante. En un primer momento, la editorial se llamaba Ediciones de Occidente, pero como había una revista homónima, Ernest propuso el nuevo nombre.[133]

Durante su existencia, la editorial impulsó la publicación de más de un millar de libros. El primer volumen fue Cómo estudiar, en 1964, en la colección Tau de Ciencia y Cultura. Durante muchos años los volúmenes de Oikos-Tau estuvieron presentes en las universidades españolas y del mundo sudamericano. Cada ámbito del conocimiento tenía su encargado. Enric Lluch de Ciencias Sociales y Geografía, Ernest de Economía y Management, Paco Izquierdo de Publicidad y Marketing, y Juan Gostínchar de Agronomía, entre otros.[134]

A partir de entonces y de este proyecto, Lluch pudo desarrollar una de sus primeras ambiciones: incidir en la sociedad a través de las ideas, por medio de la promoción y divulgación de pensadores de la economía. En Oikos-Tau impulsó la publicación de las obras de importantes economistas del siglo XX, más de cien títulos, dentro de la colección de libros de Oikos Economía que él dirigía.

A través de la editorial, ejerció como introductor de nuevas corrientes y de libros, herramientas básicas para la teoría económica, la política económica y el cálculo macroeconómico. Su sueldo consistía en el cinco por ciento de cada libro vendido de los que hubiera propuesto.[135]

En 1964, publicó Síntesis de la evolución de la ciencia económica y sus métodos, de Joseph A. Schumpeter, con prólogo de Estapé, y Schumpeter, científico social, de su discípulo Seymour Harris en 1965. En 1966 también tradujo la obra Ensayos, de Schumpeter, con Joaquim Silvestre y Jordi Planas.

Lluch, influido por su director de tesis, estudió las obras del austriaco, de John Kenneth Galbraith y de Albert O. Hirschman. Con este bagaje teórico comenzó a construir su pensamiento. Ernest creía que el socialismo no tenía que ser incompatible con la economía de mercado, y que, por encima de todo, debía basarse en una sociedad democrática. No le gustaban las expresiones del tipo «democracia burguesa» o «democracia proletaria»; consideraba que la democracia lo era a secas, sin adjetivos.[136]

Definía a Schumpeter como «un raro economista que con el conjunto de su obra ha construido un esquema de interpretación general de la vida económica y social». Había realizado esta labor entre 1912 y 1950 y, además, había dedicado una atención extraordinaria a la historia del pensamiento económico «aplicando a partes iguales su formación teórica y su fabulosa erudición».

Ernest lamentaba que a sus colegas y al público en general no les preocupasen los problemas que planteaba este académico, como el desarrollo económico y la historia del análisis económico, que les parecían demasiado teóricos, y que, en cambio, les preocupara más —o solo— la coyuntura económica del momento.[137]

Asimismo, trabajó con los también economistas Josep M. Bricall, Josep M. Vegara y Alfons Barceló, uno de los primeros introductores de las corrientes neorricardianas, con autores como Piero Sraffa, del que en 1966 hizo publicar Producción de mercancías por medio de mercancías y Preludio a una crítica de la teoría económica.[138]

La obra de Sraffa, amigo de Antonio Gramsci, que tuvo que marcharse al Reino Unido huyendo de Mussolini, representaba la liquidación de la teoría subjetivista del valor de los autores neoclásicos y marginalistas. Para Lluch, este profesor de Cambridge —adonde acudió invitado por John Maynard Keynes— era «el economista más importante del siglo XX», incluso por delante del propio Keynes y de Schumpeter, maestro de Fabián Estapé.

La teoría de Sraffa se basa en la producción, y analiza cómo se produce un excedente dentro del ciclo de esta. Para el italiano, el problema de la distribución era una cuestión fundamental. También resolvió un problema que Marx dejó sin concluir: el de la transformación de los valores en precios.[139] A lo largo de su trayectoria, Lluch escribió numerosos artículos haciendo referencia a los trabajos de Sraffa.[140]

También en Oikos-Tau se encargó de la publicación de El capital en la teoría de la distribución, de Pierangelo Garegnani. El autor criticaba la teoría marginalista de la distribución y era el albacea literario de Sraffa. Su aportación representaba una síntesis entre las posiciones clásica y marxista sobre el valor de la distribución, reformulada por Sraffa y por él mismo, y la teoría de la demanda efectiva de John Maynard Keynes.

En varias ocasiones, Lluch explicaría y utilizaría las teorías de Keynes, Robinson, Michał Kalecki o Maurice Dobb, y, en general, el pensamiento de los autores de la llamada Escuela de Cambridge. Reconocía la importancia de Keynes, el cual había formulado una teoría que, sin menospreciar el funcionamiento de un mercado libre, hacía intervenir al Estado en caso de desequilibrios, a fin de conseguir estabilidad y cohesión sociales.

En cambio, era crítico con la macroeconomía clásica, con el monetarismo de Milton Friedman y con los economistas de la nueva escuela clásica, como Robert Lucas y Robert Sargent, para quienes la estabilidad de la demanda agregada era básica y los precios se ajustaban con rapidez. También estaba en desacuerdo con la escuela de los ciclos económicos reales, liderada por Edward Prescott, de la Universidad de Minnesota, o con las fracasadas teorías sobre las expectativas racionales, de John Muth, Robert Lucas y Robert Barro.

Asimismo, en 1966 hizo publicar un libro fundamental de Paolo Sylos Labini, Oligopolio y progreso técnico,[141] un autor básico para entender la competencia oligopolística o el papel que desempeña el progreso de la técnica como factor endógeno del desarrollo.[142] Sylos Labini se suma a la crítica de Sraffa contra la teoría marshalliana de la formación de los precios, plantea un modelo cíclico y elabora un análisis sobre el comportamiento de los oligopolios, sobre cómo se determinan los precios y acerca del papel que el progreso técnico desempeña en ello, y sobre cómo se distribuyen los frutos del progreso técnico.[143]

Las publicaciones definían cuál era el pensamiento de Lluch y hacia dónde se orientaba. Para él, las teorías de Sraffa y Sylos Labini, pese a no ser hegemónicas ante el peso de los enfoques neoclásicos, habían supuesto un factor decisivo de renovación porque planteaban la distribución del excedente entre las diferentes clases sociales, y ponían el énfasis en el tiempo histórico, a la vez que proponían una nueva teoría de la producción ligada a la técnica.

También a partir de mediados de los sesenta, y hasta el final de la década, se encargó de publicar autores radicales y heterodoxos como Michio Morishima y George Catephores, o Los costes del desarrollo económico, de Edward J. Mishan, que plantea el problema de los costes sociales que generan las empresas en el proceso de producción y que deben ser absorbidos y soportados por la colectividad. Y, por tanto, por agentes externos a los que los provocan, los denominados costes sociales.

Asimismo, Ernest tuvo interés en publicar autores que contribuyen a mejorar las técnicas de análisis económico, como Renta nacional, contabilidad social y modelos económicos, de Richard y Giovanna Stone, y Hacia una economía mundial, de Jan Tinbergen, o libros de E.S. Kirschen.

Ernest Lluch

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