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PRIMERAS COLABORACIONES EN LA PRENSA: «PROMOS», «GERMINABIT» Y «SERRA D’OR»
ОглавлениеParalelamente a la consecución del cargo de delegado, Lluch empezó a publicar a partir de mayo de 1959 en Germinabit, donde ya colaboraba su hermano Enric, y a partir de otoño en la revista mensual de política y economía Promos. Dicha publicación ya no era la misma de su primera etapa, iniciada dos años antes, dirigida a cuadros de empresa y creada alrededor del grupo CC, sino, según su impulsor Xavier Muñoz, «un cuasi órgano de divulgación ideológica de una resistencia, plural, al franquismo».[70]
Pronto sería su director el economista Joaquim de Nadal, que reunió en el consejo de redacción a compañeros suyos, muchos de ellos miembros del Front Obrer de Catalunya (Frente Obrero de Cataluña; FOC). El FOC era el heredero de la ADPC, y sus miembros se definían como socialistas revolucionarios.
Ernest empezó a colaborar en Promos a caballo entre las dos etapas, en el momento en que languidecía la primera, pero con incidencia sobre todo en la que comenzó en 1960. Lo hizo en una sección denominada «Información extranjera», en la que analizaba cuestiones de economía de lugares tan dispares como Estados Unidos, Cuba o el Congo. Publicaba de uno a cuatro artículos por número.[71] Seguiría en Promos hasta 1965, después de escribir veinticinco colaboraciones.
En aquel tiempo Ernest constataba que «cada día se habla más de economía, y no solo en los círculos económicos y financieros, sino también en un amplio sector de la opinión pública. Se multiplican los cursos y conferencias; se amplían las secciones económicas de los periódicos y revistas, y las editoriales comienzan a lanzar series de libros de economía».[72]
No es que Lluch tuviera una relación especial con Montserrat, más allá del hecho de que su abuela Antònia —que viviría hasta los ciento tres años— fuera oblata benedictina y de que, de vez en cuando, su familia fuera allí para celebrar fiestas o conmemorar aniversarios. Tampoco se consideraba montserratino más allá de valorar que bajo el amparo del monasterio se podía mover el catalanismo y la democracia.[73] Pero por mediación de su hermano Enric entró en contacto con Ramon Bastardes, Max Cahner y Albert Manent.
El mayor de los Lluch incluso había formado parte de un grupo de estudiantes universitarios convocado por el abad Aureli Maria Escarré, en 1955, «deseoso de conocer el clima de la lucha nacionalista entre los jóvenes».[74] En el encuentro le pidieron que el monasterio, «bajo el paraguas del Concordato con la Santa Sede, lanzara una revista que acogiera a los intelectuales del país».
El proyecto se encargó a Bastardes y a Cahner. En aquellos momentos coexistían dos publicaciones patrocinadas por Montserrat, Germinabit, de los antiguos alumnos de la Escolanía —con un equipo con Ramon Bastardes y Josep Benet—, y Serra d’Or, la publicación de los trabajadores del monasterio. A finales de 1959 ambas revistas se fusionaron en la que se consideró la segunda etapa de Serra d’Or.
La revista quería «representar para nuestro pueblo al mismo tiempo una orientación de criterio netamente cristiano, aunque no clericalista, constituir un elemento de concordia, un estímulo para nuestra gente en cuanto a mantenerse fiel a los valores autóctonos, una ayuda a los escritores catalanes y a sus editores, y un fomento de la propia cultura».
Pronto se convirtió en una plataforma para los intelectuales catalanes dentro de las posibilidades de activismo cultural que se podían desarrollar en el marco de la censura franquista. Fue, además, la primera revista de difusión general en catalán tras la guerra civil.
Ernest echó mano de los conocidos de Enric, sin que ello significara que su hermano lo «enchufara» en ninguna parte. Y es que esto último habría ido en contra de sus principios, que eran de una ortodoxia extrema. El hermano pequeño empezó a colaborar en Serra d’Or en el número de marzo-abril de 1960 con un «Informe sobre la ley de la reforma agraria cubana», que era un refrito de un artículo publicado en Promos aquel mismo mes y que fue criticado por un sacerdote residente en Cuba por los elogios a Fidel Castro.[75]
Ya no dejaría de colaborar en la revista, con más o menos intensidad, a lo largo de toda su vida. Llegó a publicar, sobre todo en los primeros quince años, alrededor de ciento veinte textos entre reportajes, entrevistas, artículos de opinión, y análisis y reseñas bibliográficas.
Principalmente Lluch enfocó sus textos en las siguientes temáticas: el pensamiento económico, en que analizaba el pensamiento de destacados economistas, el modelo económico socialista y la evolución del capitalismo; las políticas públicas, en las que se centraba en el urbanismo, y el regionalismo económico, para tratar la problemática de las regiones económicas que no eran estados. También escribió sobre la economía catalana, abordando aspectos económicos vinculados al turismo, la agricultura o la demografía en diferentes lugares de Cataluña; acerca del desarrollo económico de Valencia; sobre la burguesía y el capitalismo financiero en Cataluña, incluyendo estudios sobre la ideología y el comportamiento económico de las clases altas catalanas según la perspectiva histórica, y acerca de cuestiones literarias y lingüísticas o universitarias.[76]
Además de los Lluch —directores de la sección de Geografía y Economía—, en aquellos momentos el consejo de redacción estaba formado por Josep Benet y Jaume Casajoana, Jordi Carbonell, Albert Manent, Joan Triadú, Agustí Duran i Sanpere, Alexandre Cirici-Pellicer, Oriol Bohigas, Josep Soler, Miquel Porter y Miquel Xancó, con Cahner y Bastardes como jefes de redacción. Hasta finales del verano de 1961 no empezarían a cobrar algo por su trabajo.[77]
La incursión, y no poca, en publicaciones con un cierto eco como Promos y Serra d’Or sirvió a Lluch para que su firma fuera conocida en la prensa de la época y en un determinado ambiente catalanista, de izquierdas —aunque no exclusivamente— y antifranquista. Sus artículos pronto se convirtieron no solo en una necesaria ventana de análisis de la realidad económica catalana, sino también mundial a partir de una visión local, propia, y de apertura hacia las influencias extranjeras de corrientes y pensadores. En resumen, el lector podía beneficiarse de la curiosidad de Ernest y de su voluntad de plantear enfoques nuevos en los temas más dispares.