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EL OTRO LLUCH

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Estapé, que era muy dado a mofarse de quien quería, inventó la expresión l’honest i l’Ernest («honesto y Ernesto»), que pronto se popularizó y casi pasó a considerarse apócrifa en el submundo universitario. Era un juego de palabras que remitía a la obra de teatro de Oscar Wilde The importance of being Earnest («La importancia de ser Honesto»);[*] la pieza, una crítica a las convenciones sociales de la época victoriana, llevaba por subtítulo A trivial comedy for serious people («Una comedia trivial para gente seria») y se representó por primera vez en Londres en 1895.

Aunque se podía suponer que en la burlesca referencia de Estapé a los hermanos Lluch había un fondo de verdad, lo único cierto era que desde las múltiples similitudes entre ellos —por ejemplo, era imposible averiguar cuál de los dos había escrito un texto porque su letra era idéntica— dibujaba de manera clara el carácter tan dispar de ambos.

Enric era muy inteligente y sabía expresarse. Habiendo asistido en la posguerra a los cursos de los Estudios Universitarios Catalanes, en los que tuvo como maestros a los historiadores Ferran Soldevila y Jordi Rubió, en la Universidad de Barcelona, donde se decantó por los estudios de Geografía, fue discípulo de Manuel Riu y del propio Vicens Vives.

Ambos hermanos se profesaban veneración y eran, en cierto modo, vasos comunicantes. Para Ernest, Enric era como un espejo, sobre todo en sus años de formación. Lo consideraba un sabio. Lo era todo para él, lo respetaba mucho y copió su forma de trabajar. Enric era muy dado a enviar por correo recortes de prensa con informaciones a los corresponsales a quienes consideraba que les podrían interesar. Ernest siguió este método y entre ambos la correspondencia fue constante, aunque vivieran en la misma ciudad.

Tanto el uno como el otro cada día echaban cartas en el buzón. Ernest ni siquiera esperaba a salir de casa para hacerlo, sino que iba de inmediato, una vez preparadas. También enviaba postales, fuera o no de viaje, con papelitos pegados o bien escritas a lápiz para que se pudieran aprovechar y no se estropearan.

Cuando ya no vivían juntos, Ernest iba a verlo, pero no a hablar de cuestiones familiares, sino de cualquier otro tema. Enric no se podía considerar su maestro, más allá del ascendiente de hermano mayor, pero con los años se iría convirtiendo en un sparring de lo que hacía, un oráculo cuya orientación podía pedir y con quien contrastar sus propias decisiones.

El hermano mayor constituía una especie de control moral de comportamiento del pequeño. Aunque después Ernest acabara haciendo lo que le pareciera, y a pesar de que a menudo discutiera con él porque la relación no siempre era idílica. Discutir con Enric no era fácil, no todo el mundo se atrevía a hacerlo porque imponía. Tenía las ideas muy claras. Era diplomático, pero costaba hacerle cambiar de parecer. Era más ortodoxo y radical en su pensamiento que Ernest, más moderado.

En cambio, en el ámbito académico, aunque ambos eran muy curiosos, el mayor era más prudente, y, si no conseguía la perfección, consideraba que no tenía sentido publicar algo. Enric era tímido, introvertido, no le gustaba hacerse notar. Hasta cierto punto algunos le consideraban un excéntrico, capaz de salir en anorak y alpargatas, o de ir por casa con alpargatas, camisa, corbata y en bañador.

Ernest, en cambio, a pesar de tener un cierto complejo de inculto comparado con su hermano, no daba tanta importancia a este factor, ni era de lejos tan meticuloso. Era más atrevido, quería divulgar ideas aunque se le pudiera cuestionar.[102] Era curioso, tenía mucha memoria y quería que se supiera. No soportaba estar en algún sitio y saber menos de un tema —fuera cual fuera este— que alguna otra persona.

Le gustaba ser protagonista y ser, o parecer, muy cercano. Era de los que cuando iba por la calle, si lo paraban, se paraba. Su carácter tranquilo era una influencia de su madre, y le gustaba ser educado y que se notara. En cambio, no le gustaba que se blasfemara. Aseguraba que era de «la liga de las buenas palabras». A Enric no le preocupaba el dinero; a Ernest le preocupaba más, sobre todo en lo referente a no gastarlo.

El hermano menor, como su madre, era —moderadamente— creyente, aunque no practicaba. «Creo en una cierta cosa», aseguraba, que no sabía definir más allá de reconocer que sobre todo le había influido el humanismo cristiano. «Si fuera creyente sería jansenista», remarcaba.[103] En una línea similar, en cierto modo Enric había llegado a sus posicionamientos de izquierdas tras la lectura del Evangelio.

Enric no era nada futbolero, decía que los que iban a los partidos eran como borregos. Por eso, las pocas veces en las que había acompañado a su hermano a ver al Barça, lo hacía salir de su casa, en Vallcarca, cuando empezaba el partido y llegaban solo para ver un trozo. Su padre era socio del club.

El hermano mayor había ido un año a Liverpool en 1958 a efectuar una estancia de lector de lengua catalana. Hacia el curso de 1960 se sumó al proyecto del Colegio Costa i Llobera, catalán, laico, ubicado en Sarrià, y fundado por los pedagogos Pere Darder y Pau López. En él se impartían clases desde parvulario hasta bachillerato. Ernest llegó a dar algunas clases. Enric también estuvo vinculado con la Escuela de Maestros Rosa Sensat.

A lo largo de su carrera de profesor, Enric dejó muchos discípulos y siempre solía ir rodeado de chicas, las llamadas Lluch girls. Ernest, en cambio, solía tener un séquito de muchachos más jóvenes.[104] Para Pasqual Maragall, por ejemplo, que lo conoció en Económicas y que era seis años menor, era un «maestro amigo», alguien de quien, siendo un compañero, se aprendía. Pero sobre todo en aquel tiempo era un líder universitario.[105]

Ernest Lluch

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