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EL MUNDO DE RAMON LLULL

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Una historia crítica de los heterodoxos en España, de la que carecemos, debe afrontar la controvertida personalidad de Ramon Llull (1232-1316), un mallorquín, hijo de un caballero de posición modesta cuya familia era originaria de Barcelona, viajero, místico, escritor, visionario, ocultista, filántropo, apasionado por la Cábala; el más grande escritor en lengua catalana para unos, simplemente un divulgador para otros; mártir de la fe o quizás un impostor. De joven se sintió atraído por la corte de Alfonso X el Sabio, pero no consiguió adaptarse a ella. Continuó su vida errante por los más diversos y lejanos lugares del Mediterráneo adonde le podían llevar las naves de los mercaderes, en busca de las meravelles del mundo que finalmente encontró, y por paradójico que parezca, de la vida interior. Fue en Mallorca hacia 1267, apenas cumplidos los treinta años, cuando Llull dejó la vida mundana para dedicarse a la religión. Cuenta J. N. Hillgarth que el énfasis que puso en el papel de la razón al demostrar las verdades de la fe cristiana es tan grande que llegó a ser acusado de racionalismo y herejía. El apasionado Llull descubrió que su Árbol de la ciencia le empujaba directamente a las fronteras del pensamiento escolástico, aunque para evitar toda sospecha escribió un verdadero manual de la guerra santa, Llibre del orde de cavalyeria. Arrastrado por su fama, compuso la novela de tono religioso Blanquerna, selección de situaciones de un hombre ante los desafíos de la vida tan deliciosamente naïf que no extraña su interés actual en los círculos new age. Llull se convertirá en un vehemente misionero en Túnez y Bujía entre la sorpresa y el recelo de los mercaderes a los que van dirigidas sus prédicas. Pero la razón por la que su obra sigue viva es el Ars Magna, o arte magna de la lógica, donde reduce las ideas de la filosofía a ecuaciones y diagramas, con el objeto de probar las verdades del cristianismo por equivalencia matemática.

Años después, al recordar en París a tan extraño maestro, el médico valenciano Arnau de Vilanova se obligaba a precisar los grandes cambios que habían tenido lugar en la Corona de Aragón a la muerte del rey Jaime I. Intentó entender de dónde procedían todos esos cambios, y quizás entonces descubrió al rey Pedro, que, encaramado en una tradición que no era la suya, transformó la vida social y cultural de su país. No tuvo la aprobación del pueblo, que prefirió oponerse a esas reformas, situándose detrás del agitador Berenguer Oller. Se necesitó mucho tiempo para explicar ese frenesí social en contra de la política de un gran rey, hasta los estudios de Philippe Wolf, sin que eso signifique que todavía conozcamos de verdad los motivos. La historia tiene esas cosas.

El fracaso de Berenguer Oller fue el triunfo de Pedro III; su ejecución en la horca junto a siete de sus partidarios (los demás, alrededor de seiscientos, huyeron lejos de su país para no ser detenidos) fue quizás el preámbulo de una política de hierro ante las agitaciones sociales. Berenguer Oller, convencido republicano a la manera de la pequeña burguesía del siglo XIII, pretendió competir con el patriciado urbano por los beneficios que se obtenía del comercio; y lo hizo de un modo insaciable, con apariencia revolucionaria, dejando entrever que habría una matanza de funcionarios, eclesiásticos y judíos antes de la Pascua de 1285 (25 de marzo). Pero fracasó porque aún no estaba maduro el uso del terror como medio de presión política. Berenguer Oller perdió de entrada la batalla de las imágenes al ser acusado, injustamente quizás, de querer entregar la ciudad a Felipe III de Francia. Rey por rey, tal vez era preferible el hijo de Jaime I, aunque sus ideas no gustaran a todo el mundo. Pero ¿quién era Pedro el Grande? ¿Por qué se le tenía tanto recelo entre la pequeña burguesía y el pueblo llano? ¿Con qué ideas conculcaba la secular tradición de la tierra catalana?

España, una nueva historia

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