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UN CANTAR EN EL CAMINO

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Pregunta permanente: ¿qué tiene el Cantar de Mio Cid, cuya edición de Per Abbat se terminó de escribir en mayo de 1207, que no tengan otras obras de esa época, acaso más sofisticadas como el Jaufré? Respuesta vulnerable, que es sujeto de polémicas: es la primera gran pieza de la literatura castellana, sobre la que descansará un esplendoroso edificio cuya razón de ser reside en el futuro y no en el pasado. ¿Qué quedaba a comienzos del siglo XIII de la gran literatura provenzal? Acaso las últimas elucubraciones del trovador Jaufré Rudel, la citada novela de ambiente artúrico ambientada en la corte de Alfonso el Trovador, los bocetos de lo que en algún momento sería Flamenca, una novelita con escasa resonancia en su tiempo, y poco más. ¿Qué es un héroe para una literatura en formación sino la búsqueda, quizás inalcanzable, de las señas de identidad de un pueblo a través de él? ¿No fue eso precisamente lo que hizo Homero al ligar la suerte de la colonización griega con la memoria de Ulises?

Búsqueda de la épica castellana, búsqueda de una leyenda que sustituya a la historia que ya no gusta y que permita legitimar las acciones previstas con el enemigo mediante la imaginación; búsqueda, en fin, de la complicidad de un público que manifiesta su predilección por las desventuras de un hombre de frontera alzado contra la tiranía de un rey: un héroe nacional, dijo Menéndez Pidal, admirador confeso del cantar que crea la literatura castellana.

Entender al Cid del cantar: acto político que servirá para ser mejores españoles en un momento en que a estos se les llama a una misión conjunta, a la última cruzada contra el enemigo atrincherado en los fértiles valles del Turia, Júcar, Segura, Genil o Guadalquivir. Muchos valles y muchas riquezas para ser rechazados, demasiado deseo para ser evitado. Y acto poético, en suma, que nos enseña a tener conversaciones espléndidas sobre la españolidad de un héroe sensible al dolor, a la queja de su esposa, a la mirada de sus hijas, como nosotros mismos en los momentos de turbación. El Cid, eterno mito de España. Comienza a cabalgar en la literatura, allí donde en realidad tuvo sentido su figura y su obra. Un cantar en 1207, y ahí empieza todo.

España, una nueva historia

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