Читать книгу España, una nueva historia - José Enrique Ruiz-Domènec - Страница 67

Alfonso V de León (999-1028) es el héroe de la legitimidad visigoda. Con cinco años heredó el trono de su padre Bermudo II y poco después se le declaró héroe por el apoyo de su ejército en la victoriosa jornada de Calatañazor donde fue vencido Almanzor. Sampiro le enseña que lo importante para un rey es pensar poco, pero con firmeza, y que sepa captar el momento para determinados gestos que puedan convertirse en expresiones de la potestad real. Ninguno más importante para él que la celebración de su matrimonio con Elvira Menéndez, la hija de su antiguo tutor, que contó con la aprobación unánime entre los infanzones, los burgueses y los clérigos de León. Ese gesto no le impidió frenar sin embargo la perfidia de los nobles de la región, en particular sus «dos sombras negras», García Gómez, que desde el castillo de San Salvador de Curueño cuestionaba constantemente su autoridad, y Sancho García, promotor de la independencia de Castilla.

Los nuevos ritos del vasallaje, cargados de su estridente sentido revolucionario, son para Alfonso V una dificultad que surca sin tregua su aspiración a mantener la legitimidad visigoda como el fundamento del poder en el reino de León. Su patriótico sentido de la realeza será una bandera venerada en su época, como en la nuestra es el despertar del leonesismo, pero un poco desteñida. También emanan de él las dificultades de una época de cambios vertiginosos, de conflictos sociales, de nuevas ocupaciones de tierras al sur de Duero, antes de que Alfonso V se encontrase, un poco sorprendido y reacio, en las tempestades de hierro y sangre de 1022, cuando el reino de León fue invadido por las tropas navarras y castellanas de Sancho el Mayor.

Tras una guerra que tenía decididamente perdida de antemano, Alfonso V y Sancho el Mayor firman el pacto entre dos maneras de entender la potestad real, pero también las relaciones con el califato de Córdoba. Desde 1024, o poco antes, cuando Alfonso contrae matrimonio con Urraca, hermana del rey navarro, quien quiera entender la política en el reino de León tendrá una imagen imprecisa, obtusa, a veces incluso grosera. Alfonso V mantiene su idea de una legitimidad procedente del reino godo de Toledo; no quiere adaptarse a los cambios de su época. Por el contrario, sus principales rivales, los condes de Castilla, están abiertos a esas sugerencias bajo la sombra protectora del rey de Navarra. Y así es porque los descendientes de Fernán González saben seguir en esos años el viento que sopla en la meseta.