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CAMINO DE SANTIAGO

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Pero no se puede entender del todo la historia de la península Ibérica en el primer tercio del siglo XII sin considerar la importancia que tuvo el Camino de Santiago. Una red mercantil ligada, como su nombre indica, a la explotación de un sentimiento religioso, la necesidad de peregrinación de los europeos a la tumba del apóstol donde la tierra acaba, finis terrae. Entiendo aquí por red, siguiendo a MacNeill y MacNeill, «una serie de conexiones que ponen a unas personas en relación con otras. Estas conexiones pueden tener muchas formas: encuentros fortuitos, parentesco, amistad, religión común, rivalidad, enemistad, intercambio económico, cooperación política e incluso competición militar».

El desarrollo del Camino de Santiago muestra una nueva ironía de la historia, ya que el mundo de las emociones, de las creencias y de las supersticiones forjó una economía basada en el dinero, es decir, una economía moderna, donde la bolsa era tan importante, o más, que la vida. Por supuesto, antes del siglo XII no se dudaba del valor del dinero en la vida social, pero se le comprendía de un modo limitado, salvo en el caso de algunos pioneros que no fueron entendidos en su tiempo como fue el barcelonés Ricard Guillem. El dinero sustentaba el mercado urbano: era un medio de intercambio; en el siglo XII, sin embargo, el dinero se convierte en un elemento indispensable de la existencia humana. Pero lo más chocante, lo más escandaloso de la visión del dinero en la sociedad del siglo XII, es que construye redes de intercambio y favorece el control de las materias estratégicas. El dinero hace su aparición también en el mundo de la nobleza, en los torneos. Enriquecerse se convirtió en un tema de debate moral.

Con sutil atención, Benjamín de Tudela coleccionó datos y anécdotas en su largo viaje con el fin de comprender las redes internacionales del dinero y de las materias estratégicas. Con esa información compuso un célebre libro. Sirvámonos de él para entender la economía del siglo XII: el motor de ese siglo no fue el aumento de la renta feudal, siendo importante, sino la internacionalización de las mercancías. El descubrimiento de que un producto traído de India, China o África resulta más rentable que los beneficios agrícolas fue, para el porvenir de Europa, más importante que el más turbador de los ideales de cruzada. No se puede imaginar la sociedad sin el irresistible incremento de las redes internacionales de intercambio de mercancías o de ideas que, una vez adaptadas a la sociedad, aunque fuera por medio de la creación de escuelas de traductores, se transformaron en una fuerza que impidió cualquier intento de regresar al pasado.

España, una nueva historia

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