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VOCES EN EL DESIERTO

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Las voces más destacadas sobre los efectos de la llegada de los almorávides a la península Ibérica no son la de un historiador bereber ni la de un cronista leonés, sino la de un poeta sevillano y la de un escritor granadino, al-Mutamid de Sevilla y ‘Abd Allâh de Granada: adversarios irreconciliables mientras reinaron en sus respectivas taifas, el exilio les unió en la ciudad marroquí de Agmat, un pueblo demasiado duro para morir, aunque acabaron falleciendo allí. ¿Tuvieron suerte de no ser asesinados como les pasó a muchos de sus amigos y vecinos? Es cuestión de opiniones. Madame de Staël solía decir que el exilio es en ocasiones, para los temperamentos vivos y sensibles, un suplicio mucho más cruel que la muerte. El exilio comporta crueldad, y Agmat era un lugar excelente para comprobarlo.

El poeta al-Mutamid no pudo soportar el exilio y en menos de cuatro años murió de melancolía, como se percibe en sus últimos versos. Llevaba un tiempo arrellanado entre los cojines de su casa, distante, como si nada de aquello tuviera que ver con él. Las noticias que venían de Sevilla le indicaban que su regreso era poco menos que imposible. Después de todo, la única razón por la que podría mantenerse con vida era volver a ver otra vez su palacio junto al Guadalquivir, oler el aroma de su ciudad, hablar con su gente. Se sintió un poco culpable por ello. Mientras languidecía en medio de brillantes metáforas poéticas (habrá que esperar a García Lorca y a su Poeta en Nueva York para encontrar algo parecido) redactó un epitafio para su muerte.

A los que creímos que jamás el moho

nuestro brillo a atacar se atrevería,

ahora, empañados, la sabiduría

nos da en el polvo comprensión de todo.

¿Por qué no escribir las memorias de una vida en lugar de versos llenos de melancolía?, se debió preguntar ‘Abd Allâh ibn Bullugin, el último rey de los ziríes de Granada al llegar a Agmat en compañía de su mujer y de sus hijos. Después se hizo un largo silencio, durante el cual ‘Abd Allâh se dedicó a repasar su vida y la vida de los suyos hasta la cuarta generación ascendente, aspirando a limpiar con su escrito el honor de la familia, dañado por una dura campaña de los integristas islámicos de Fez. Se sintió recompensado por lo que iba descubriendo de la historia de Granada y deseó formar parte de ella para siempre. Quizás miró en alguna ocasión a su vecino de exilio, el poeta sevillano, e intentó sin mucha suerte sacarle de su melancolía. Así que concentró su esfuerzo en escribir un «libro de memorias» que el arabista Emilio García Gómez tituló El siglo XI en primera persona; en efecto, se trata de una mirada personal sobre un siglo de vida de al-Andalus, no solo de Granada.

Para ‘Abd Allâh, el destierro es un hecho singular, donde la saudade es una vivencia dramática sobre el paraíso perdido de la infancia; un desgarro entre el pasado que nunca volverá y el futuro al que se dirige contra su voluntad y su deseo. De esa actitud nace el Tibyân, rescatado del olvido por el cronista Lisan ad-Din ibn al-Jatîb a mediados del siglo XIV. ‘Abd Allâh es crítico con su tiempo, en particular con la actitud de sus carceleros, ya que los almorávides postulan una refundación del jihâd de los primeros siglos del islam, es decir, en el sentido de guerra santa contra los infieles. Condena lo que no pudo ser y describe el sueño de una umma sin la injerencia de los partidarios de crear un reino santo en la tierra. ¿Por qué escribe sus memorias cuando todo está perdido? Una respuesta podría ser esta: escribir sobre uno mismo es una manera de comprenderse en los momentos de turbación inmediatos al destierro. ¿Y cuando se escribe sobre el pasado familiar? Es el uso de la memoria como vindicación. ‘Abd Allâh declara a los que estén dispuestos a escuchar una voz discordante con las doctrinas oficiales, rebelde, que no cabe esperar nada bueno del imperio de los almorávides. El reproche del integrismo religioso va de boca en boca desde el Atlas hasta Sierra Nevada. Ese gesto altivo e inmortal llegó a hacerse sospechoso con el paso del tiempo.

España, una nueva historia

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