Читать книгу Poesía - Juan Ariel Pullao - Страница 18

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A veces me canso del día claro y lleno de sol y de clara aurora. El paisaje opaco tiene un encanto que la primavera no concibe.

Extraño la lluvia cuando no llueve, y el viento en mi cabello y el color negro de las hojas.

Extraño el invierno derribando los árboles, rompiendo las casas, quebrando el silencio de la noche.

Extraño la voz del viento acarreando las hojas de los álamos y el murmullo de las calles y el aroma de la lavanda.

Y cómo detesto la bandera del sol ondeando sobre la ciudad, detesto el amontonamiento

de las personas en las esquinas de los cafés, o en las veredas donde cantan los músicos o en los parques donde caen las hojas.

Oh, todo tiene una intranquilidad que asciende por mi alma. Todo es una mala sensación por la que debo pasar cuando recorro la ciudad.

Por verte cruzo estas calles que no guardan ningún sosiego; estas calles que los perros ensucian, que las personas recorren, y cuyo aire se mezcla con el aroma del chocolate que bebe el extranjero.

Por estas veredas camino con la cabeza baja, dueño de un silencio que colma el día, de una tristeza que asciende entre los edificios como una enredadera negra.

No quisiera vivir aquí, entre las personas y el tumulto.

La ciudad no me conoce. La ciudad no sabe quién soy. Brillan las luces y las lámparas amarillas.

Se cierran las cortinas, las puertas, los edificios. Nadie sabe quién fui. Nadie me conoce.

Colapsan bajo la lluvia las hojas. Otra vez se desbordan las canaletas. El agua corre por los canteros, el metal herrumbrado se azota, y sobre mi odio y sobre las casas, la lluvia desciende con monótona caída.

Poesía

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