Читать книгу Poesía - Juan Ariel Pullao - Страница 23

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La península es verde y ancha y como las copas de los árboles es atravesada por los vientos y mojada por la lluvia.

Oh, este lugar, esta extensión, este brazo, crece entre las aguas donde mi corazón te ama.

Aquí es donde te tengo, donde quiero amarte mientras los días de la estación cambian, mientras los rayos del sol se mezclan con la niebla y la humedad asciende entre los álamos.

A lo lejos los pinos aroman los caminos, la luz del sol pasa por los campos.

Sobre las orillas del lago, donde el agua salpica antiguas piedras, crecen pequeños pastos que hacia el cielo dirigen

sus puntas verdes.

Los pájaros cantan la canción de otoño y de cuando en cuando un perro ladra entre los árboles.

Pero tú, pequeña niña de boca oscura, yaces junto a mí, viendo pasar la aurora cargada de campesinos.

Tú no estás en la ciudad donde los semáforos alumbran el agua sucia de los charcos,

donde la corriente junta las basuras y las colillas de los cigarrillos,

donde las cloacas avanzan hacia el lago arrastrando el residuo oscuro de oficinas y comercios.

Oh, tú no estás en los arrabales, donde los edificios no dejan que el sol despeine la hierba que asoma en los canteros.

Tú estás aquí, dormida en mis brazos, pegada a mi cuerpo, con el amor que crece en tus ojos, con el cabello cubierto por el aroma de la noche, con la boca inquieta buscando el amor de la aurora.

Tiembla la luz en el cielo, tiembla la claridad entre los pinos. Sin que nadie lo sepa te has dormido a mi lado entre la luz y la humedad

de los rincones. Sin que nadie lo sepa nos hemos amado toda la noche sintiendo en el cuerpo

cómo el sueño se enredaba sobre nosotros dejando caer hojas y flores.

Oh, no te levantes, aún tienes mojadas las manos, aún tienes mojado el cabello.

Permanece a mi lado mientras la lluvia avanza por los caminos del día.

Mientras se confunden los árboles en la distancia con el camino viejo de la península.

Mientras la lluvia mezcla el barro y las hojas con las huellas del sendero.

Oh, se golpean las ramas en la espesura; se colman de negros pájaros los pinos, se elevan en el horizonte las puntas claras de los álamos.

Pero nada más. Nada más. Nada más sucede en el último momento de esta hora. Nada sucede,

mientras la lluvia pasa y regresa y salpica con su voz de viento el día y la aurora.

Poesía

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