Читать книгу Poesía - Juan Ariel Pullao - Страница 24

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Arrastrando la voz del otoño y el perfume amargo de las enredaderas la lluvia cae sobre los campos mientras el humo de las casas se pierde en la espesura.

Aquí y allá la lluvia avanza asediando los caminos de la península, inundando los bosques del leñador,

desplazando las corolas del otoño, hundiendo el día en el aroma húmedo de los álamos.

Oh, la lluvia desciende con su golpeteo que se repite en los vidrios, que resuena en los techos desapareciendo sobre las casas del campo.

En el interior de los hogares la leña arde y crepita y estalla en rojas brasas, y a través de los cristales se proyectan las sombras

que cruzan los cuartos

y las pequeñas velas que avanzan en las cocinas donde la familia espera que la aurora emerja como una bandada de pájaros.

Desde mi cuarto vemos los pinos que se doblan con el viento; los perros que ladran incontables veces hacia el bosque;

la humedad que se levanta entre las carretas de los establos; los troncos que la estación derribó haciendo temblar la espesura.

Oh, pero más allá de estos campos, más allá del agua que desafía las rocas peninsulares y el aire que hace girar las aspas

del molino,

las hojas tiemblan, escondidas, en el frío patagónico, los botes se sacuden con el oleaje

y la espuma del lago, los pájaros giran en vueltas negras sobre el contorno del cielo, y los gritos de los animales se elevan, repentinamente, en el desorden.

Oh, pero tú duermes a mi lado y sientes el olor de la madera y el latido del corazón silvestre.

¡Oh, tú estás conmigo bajo la lluvia, dulce amiga de ojos negros!

Sobre tu frente el cabello desciende como un racimo de hilos dorados, en tus hombros las pecas dibujan estrellados senderos,

sobre tu boca la risa se eleva en silencio, y como un arco de marfil mojado por la lluvia tu cintura brilla con el sol.

Poesía

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