Читать книгу Poesía - Juan Ariel Pullao - Страница 19

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Yo sabía que la lluvia no te traía consigo, ni que el viento era más que el viento que pasaba.

Sabía que la tarde encontraba las casas del barrio vacías; y que los juegos se oxidaban con el paso del invierno.

Y mientras las palomas se alejaban con la estación, y las hojas de los álamos se pudrían en los canteros, afuera todo temblaba en la distancia.

Todo se humedecía con la tarde de mayo. Todo se agitaba en la noche apagada.

El golpe de las bocinas ascendía gastando los edificios. El viento se alejaba por las calles girando en vueltas locas.

¿Y el resto?

El resto fue un cuaderno mojado por la lluvia, fueron los renglones que trazaron mis manos y las palabras que grité contra el crepúsculo. El resto fue un libro que la lluvia escribió sobre los campos;

un poemario que los pinos labraron cuando la tarde descendía sobre la ciudad y la lluvia golpeaba las casas.

Oh, nada más hubo. Nada más hubo. Solo el aire levantando hojas. Solo la tarde quebrantando espejos.

Tú tenías el sombrero de castaños colores y el suéter negro que brillaba con el sol.

Tú tenías el rostro cubierto de juventud, y la boca confundida con rosas y rocíos.

Y mientras el aroma de la tarde se confundía en tu cabellera, en tus ojos las luces abandonaban su fulgor eléctrico.

Y mientras doblaban lejanas campanas y lejanos vientos, tu cuerpo estaba cargado con el polen de la aurora.

Y en el desenlace del crepúsculo, y bajo las luces del poniente, tú tenías el corazón cargado de distancias y sollozos.

Oh, tú tenías la tristeza de los juegos de la tarde, y el pecho golpeado por el silencio; e ibas por la lluvia escuchando el repiqueteo del agua, la canción que se deshojaba en el viento sin ser nada, mientras la tarde descendía sobre la ciudad rompiéndose en tus ojos.

Poesía

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