Читать книгу Poesía - Juan Ariel Pullao - Страница 5

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De ella me gustan las trenzas claras; el oro que mueve sobre su cabeza cuando el sol se detiene delante de los prados;

los ojos en los que se agita el color del cielo mientras la estación sobreviene arrastrando nubes y auroras y pájaros;

las pecas claras, el gesto soberbio, la mirada dulce; la risa que vuela llevando consigo los lupinos del campo, las margaritas,

las pequeñas flores violetas;

el vello suave y dorado que crece detrás de su sien, el movimiento de su paso, el elevado dominio de sus senos.

Oh, te he concebido como lo más bello. Te he adorado como lo más puro.

Te he invocado en la hora última de la noche, y en el alba tallé tu nombre en las piedras del lago y en las cortezas del nogal. Pero es tarde. Tarde. Tarde.

El crepúsculo se desangra en el cielo de la estación.

El viento deshoja los árboles del campo. Crece una tristeza desde el fondo del poniente que se hunde entre las casas.

Y en el agua de los charcos, y en el barro del camino, las hojas de los pinos tiemblan con el paso del día mientras el paisaje negro y rojo y amarillo se repite sobre el campo peninsular,

y la tristeza crece devorando las negras tonalidades del suelo y la distancia campesina.

Oh, todo culmina en el estertor. En la humedad de la tarde. En la sombra de los pinos.

Todo termina en el silencio del bosque. En el barro del día. En las humaredas del campo.

Todo termina en mi espíritu sin ser más que sombra. Todo se apaga en el atardecer bajo la luna mortecina.

Pero tú eres ajena a las estaciones y al silencio del valle. Eres ajena a la soledad del camino y al creciente deseo de la hierba.

Guardas en tus ojos el fulgor del cielo, y tu cabello se refleja en las orillas del río.

Y mientras se apagan las torres del día,

y mientras vuelan los pájaros del cielo, la tarde avanza con la estación quebrándose en el hemisferio.

Ah, la tarde avanza, la tarde avanza, y todo el deseo y toda la furia y todos los delirios, descienden

sobre los campos, mientras el agua corre entre los árboles y el vapor del día asciende por los juncos.

Poesía

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