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3. Voluntad

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Fuentes, que lo conocía bien, hace decir al Fidel imaginario de su autobiografía aquello que el verdadero Fidel no dijo nunca, pero era verdad: nosotros comenzamos a matar. Si hubiéramos esperado las condiciones objetivas para la revolución, se habría desarrollado el capitalismo. La revolución fue obra de la voluntad. Y fue así: al inicio la dictadura de Batista fue blanda, la vida en Cuba continuó como antes, toleró incluso algunas libertades civiles. Por lo tanto urgía un acto que obligara al régimen a reaccionar y a los cubanos a tomar partido: el Moncada. Yo ya era marxista, sostuvo luego Fidel; pero no actuó en base a los dictámenes del materialismo histórico. Actuó como soldado cristiano: la fe hace la historia, no la razón, ese fue el sentido. Quien le era cercano lo recuerda bien: no tenía nada del marxista.9

Las redes anchas del régimen le permitieron denunciarlo en los tribunales y acusar de pasividad a los partidos desde un nuevo diario, El Acusador, título que lo decía todo sobre el pedestal moral desde el cual predicaba. Ambicionaba a emplazarse, hierático y solitario, a la cabeza de la lucha contra Batista. La revolución de Batista no era fuente de derecho porque no era tal, dijo. Pero una revolución que hubiera introducido “una nueva concepción del Estado”, la suya, habría “generado derecho”.10

Democracia y Constitución eran hojas de parra. ¿Batista y Prío? Iguales; todo era el mal, él era el bien. ¡Acusó a Prío de haber censurado a la prensa desde la cual lo había insultado! A Batista no le perdonaba los pecados: tus mentiras te condenan. Dada la perdición, a “Cuba le queda una vía”: la inmolación, la heroica rebelión nutrida por la sangre derramada. ¿Los dirigentes ortodoxos, que pedían moderación? “Cobardes” que “apartan a la juventud del sacrificio”.11

El léxico no había cambiado: espíritu contra materia, ideales contra riqueza, muerte y regeneración; al culto de héroes, virilidad y juventud lo adornaba el odio por la pequeña burguesía, numerosa en la capital. Era un nacional-católico, animado por el vitalismo antiburgués típico de las juventudes fascistas. Celebró el centenario de Martí con un desfile militar entre antorchas encendidas: todos pensaron en la falange. Quien lo conocía bien advirtió: si él debiera triunfar, adiós a la democracia.12

Fidel Castro

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