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8. Equívocos

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En su arenga, Fidel mencionó a Thomas Paine y Franklin D. Roosevelt, comparó a Lincoln y Martí. ¿Basta para asimilarlo al New Deal e incluirlo en el reformismo democrático? Para nada: el reformismo rooseveltiano es coherente con el constitucionalismo liberal de los Estados Unidos; Fidel es del todo extraño a aquel universo ideal y no es un reformista: es un redentor. Recordando la arenga, declaró que ya admiraba a Lenin y definió a Stalin “un militante honesto y devoto”: lástima sus “graves errores”.32

Por otra parte, Fidel citó también a Montesquieu, Locke y la Constitución de Filadelfia: pero nada hace pensar que los conociera y apreciara; en el futuro se los tomaría en broma. Y ningún pensador socialista comparece entre tantos citados en la arenga. ¿Cómo explicarlo? Con la mano de Mañach, anticomunista radical, o de otros como él. Y con la necesidad de adaptar los medios a los fines: debía pasar por constitucionalista si quería imponerse como guía de la oposición. Devota de la causa, Haydée Santamaría explicó cómo eran las cosas: el alma de su hermano, muerto en el Moncada, vivía en Fidel, dijo; el racionalismo iluminista no tenía nada que ver.

Fidel luego intentó justificar la ausencia de referencias al socialismo: hubieran sido imprudentes, Cuba no estaba pronta. Exaltaba así su agudeza táctica. Otras veces pretendió que hubiera en su arenga un ataque implícito al capitalismo: las ideas socialistas estaban, pero los cubanos no le hicieron caso. Finalmente se superó: en la arenga, donde defendía la propiedad privada, “están los elementos básicos de una futura revolución socialista”. ¿Qué decir? Fidel manipulaba el pasado para tornarlo coherente con su ideal. Como las vidas de los santos, en la suya no había contradicciones.33

Fidel Castro

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