Читать книгу Fidel Castro - Loris Zanatta - Страница 38

10. El honor de Mirta

Оглавление

Mientras estaba preso, el matrimonio de Fidel acabó con un estallido. Su corazón no palpitaba más por Mirta, lo hacía por Naty Revuelta, a quien lo unía la complicidad política. Es fácil imaginar la humillación de Mirta cuando recibió una carta destinada a Naty. Pero dejando de lado los paños de marido mujeriego, Fidel vistió en un instante aquellos de la víctima cuando oyó en la radio una noticia que lo dejó helado: Mirta había obtenido un salario estatal. El mundo se le cayó encima: ¡era lo que solía denunciar! Su fama de revolucionario integérrimo peligraba. Se sintió traicionado y ensuciado. Trató de aplacar los “odios mortales” que tenía en su pecho; meditó venganza contra el cuñado, a quien atribuía la conjura; por fortuna “tengo el corazón de acero”, escribió. Dudo que un hombre “haya sufrido como yo he sufrido en estos días”: tanto valía para él “el honor”. Debía “devolver la ofensa”.

Mirta sabía, dijeron algunos; no, era un obsequio del hermano, según otros; Fidel era responsable, pensaron muchos: no se había ocupado de ella; ¡alguien debía hacerlo! Mirta estaba destruida por la culpa y Fidel no le perdonó haber puesto en peligro su misión histórica. Los tribunales le habrían quitado a su hijo, pero pidió el divorcio: el “deber hacia la patria” importaba más que los sentimientos; seré el vencedor moral, escribió. Cuando salió de la cárcel se sacó las ganas o consumó la venganza: dejó embarazada a Naty primero y luego a María Laborde. La idea de que Fidelito creciera entre los odiados enemigos lo hacía enloquecer: lo habría recuperado.40

Fidel Castro

Подняться наверх