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6. El obispo

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¿Cómo logró Fidel fugarse del Moncada? ¿Cómo evitó correr la suerte de los compañeros? ¡Era el primero en la lista de los militares sedientos de venganza! En medio del infierno, él y Raúl salieron sin rasguños. Su relato es tan edificante y elogioso de sí mismo que no se sostiene: huyó junto con dos rebeldes hacia los montes sobre Santiago; hallada una cabaña, nos dormimos agotados; fue entonces que una patrulla nos encontró. La guiaba un ángel, el subteniente afrocubano Pedro Sarría, que impidió a la tropa que lo mataran y lo bendijo: “No se matan las ideas, dijo para sí mismo” el oficial, narró Fidel. Otras veces cambió versión: no lo murmuró ¡sino que lo “gritó con formidable energía”! A tal punto se enamoró de tal historia que cada vez la fue condimentando con nuevos detalles.24

Pruebas y testimonios cuentan otra historia: Fidel salvó el pellejo por las relaciones sociales de su familia. La primera que pidió ayuda fue Mirta: Fidel estaba prófugo y el régimen no hacía prisioneros; su padre era ministro y su hermano poco menos; recurrió también al cardenal Arteaga. Pero decisiva fue la familia Castro. Ángel se deshizo en lágrimas cuando supo que Fidel había corrompido al amado Raúl, pero la madre corrió a Santiago y buscó a Pérez Serantes: arzobispo, amigo de familia, gallego. Este contactó al jefe militar de la provincia, de quien obtuvo que se ahorrara la vida de Fidel. Y como desconfiaba, escribió una carta pastoral para hacer público el compromiso de clemencia. Un campesino fue a avisarle que Fidel quería entregarse a él, pero cuando fue a buscarlo ya estaba en manos de Sarría.25

Fundiendo historia y leyenda para hacer del evento una etapa de su vida sagrada para enseñar al pueblo, Fidel canceló al verdadero salvador, Pérez Serantes, y exaltó a Sarría. Era lo que le convenía: el primero era un príncipe de la Iglesia, el segundo un humilde soldado. Pero el arzobispo había sido decisivo, al punto que Bohemia le dedicó la tapa. Dudaba de Fidel: tenía fama de joven violento, pero para todos era el católico vástago de una familia católica.26

¿Y Batista? Quién sabe cuántas veces se habrá arrepentido de haberle perdonado la vida a Fidel. Le gusta la buena vida, dijo, no durará. Se le escapó la vocación, lo subestimó. En todo caso para Fidel aquel arresto quedó como algo embarazoso, trató de justificarlo de mil maneras. Se había rendido pero juzgaba a la rendición una debilidad moral, era vergüenza, carencia de virilidad; no se la perdonaba a nadie, figurarse a sí mismo. No por casualidad sus enemigos se lo imputaron y él negó siempre, desafiando a la evidencia: “Nunca me rendí al ejército”.27

Fidel Castro

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