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14. Dinero

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Fidel despreciaba el dinero: no “hace la felicidad”, decía. Nunca se había tenido que preocupar por ello. Al salir de la cárcel le habían ofrecido un trabajo: lo rechazó indignado, tenía bien otras cosas que hacer. Pero hacer la revolución costaba, hacía falta dinero. “No aceptaremos ayuda de malversadores”, juró. Después: “Sé lo que es el hambre de un hijo teniendo el dinero de la patria en el bolsillo”. Pero su precariedad económica no era fruto de la injusticia, sino de sus elecciones de vida.55

Buscó ayuda: parece que la pidió a Perón, que fue derrocado en esos días. Se dirigió entonces a los cubanos en los Estados Unidos. Fue a Miami y Nueva York a perorar la causa: ¿cómo es posible, gritó, que tantos cubanos dejen un país potencialmente rico? Qué ironía, con el sino del después. Algo recolectó, pero engañaba al anunciar diez mil afiliados al M26 y mentía sin pudor declarando que en Cuba tenía cien mil hombres en armas. Nuestro movimiento tiene virtudes franciscanas, decía: se sabe que “vivimos pobremente”. Por eso seremos ayudados: estaba seguro. ¿Cómo? Quién sabe. A nadie, escuchando el léxico religioso, le vino a la mente el comunismo. Bohemia escribió que el M26 guiaba la “lucha antimarxista”. Fidel aplaudió.56

De ello las jugosas ayudas recibidas por furibundos anticomunistas: Justo Carrillo, fundador de la Agrupación Montecristi, estaba vinculado a los bancos y lo ayudó mucho. Quién sabe si esos banqueros eran los “malversadores” de los cuales Fidel decía no querer dinero. No los nombró jamás; habló sólo de “humildes manos” que aportaban pequeñas cuotas. Aquellos notables se suicidaron: alguno en sentido metafórico y otros, más tarde, literal.57

Fidel Castro

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