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5. Moncada

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¿Qué piensa de un ataque al Moncada?, preguntó Fidel al profesor Portell Vilá. Sería suicida, respondió el experto. Pero no cambió de idea. ¿Por qué? Según algunos porque se consideraba más experto que todos, o tenía confianza ciega en la fuerza de la fe. Pero se diría que a Fidel no le importaba la improbable victoria que provocara la improbable sublevación popular: el desastre militar era el precio del triunfo político. ¿Habría habido muertos? Mejor. La redención cuesta sangre, los mártires tendrán la gloria. Aquel “sacrificio”, dijo, salvó el honor de la nación. Fue un “revés”, admitió, pero una “victoria moral”. ¿Quién recordaba las decenas de muertos?18

Del Moncada se sabe todo: fue el primer acto de la revolución, el 26 de julio de 1953. La versión de Fidel es la oficial, pero las hay para todos los gustos: minuciosas investigaciones, narraciones polémicas, dichos populares. El más impiadoso: Fidel “llegó tarde, no entró, se marchó temprano”.19

Fidel siempre declaró que habría vuelto a hacer todo del mismo modo: curioso, habiendo fallado. Culpa de la inexperiencia y de “la casualidad”, dijo. Su versión devino Escritura. Pero es tan tambaleante y apologética que hace dudar. “Me había tomado la tarea más riesgosa”: conducía el primer automóvil, el fusil en la mano izquierda, la pistola en la mano derecha, textual. ¿Por eso chocó e hizo saltar el efecto sorpresa? Pero no huyó: dejé el auto a un compañero, quedé solo, “era indiferente a la muerte”.20

La idea era que con las armas sustraídas al Moncada habría lanzado la insurrección, el pueblo lo habría seguido, estaba seguro. Yo era marxista, dijo. ¿Muchos militantes eran católicos? Irrelevante. Luchar contra “la explotación del hombre por el hombre” iba bien para todos; yo lo había sufrido, exageró. El manifiesto para leer en caso de éxito evocaba típicos temas del nacionalismo latino, embebido de moral cristiana: regeneración moral y justicia social, no lucha de clases y socializaciones. Sin embargo, admitió que si la revolución hubiera triunfado, habría sido precoz, no habríamos tenido la protección soviética. Como todo en su vida, también la derrota fue providencial.21

Otras versiones dicen que fue una desbandada y que Fidel huyó cuando sus hombres aún estaban atrapados en el cuartel; no llegó primero, ni disparó un tiro, dijeron algunos testigos. ¿Y el plan militar? Era tan débil que no podía creer en el éxito, lo que le importaba era el efecto político. Tomar con ciento veinte hombres un cuartel de mil soldados exigía ayuda desde el interior: había dicho que la tenía, pero no se los vio. ¿Había mentido para conseguir reclutas? No se sabe. Sin embargo, tenía sentido: si era el primer paso hacia la revolución, el líder no podía perecer. Se comprende que dijera que sentía “sobre la conciencia el enorme peso” de haber comprometido a esos jóvenes en una empresa tan azarosa. ¿Arrepentido? No, su sangre había servido a la causa, el fin justificaba los medios.22

El Moncada cambió el curso de la historia cubana. Dado que en el asalto habían muerto veintidós muchachos, la mayor parte soldados, prevaleció el horror hacia los asaltantes. Pero apenas se supo que el ejército había masacrado y vejado a sesenta y un rebeldes capturados, la rabia golpeó al régimen: criminal y autolesivo, le había servido a Fidel una victoriosa derrota. Fortalecido por todos aquellos mártires, su popularidad subió a las nubes.23

Fidel Castro

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