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El humorismo

Un joven dibujante, humorista, ha abierto al público una exposición de sus obras.15 Sorprende ver la ironía sana, riente, con que el artista sabe tratar los asuntos. Sorprende y desconcierta, porque no es la ironía saludable, franca, buena, la que estamos acostumbrados a gustar en los dibujantes y en los escritores de nuestra tierra. Siempre, en el fondo, nuestros humoristas son hombres combativos, demoledores o gemebundos poetas que aman la muerte y el dolor; todos tienen esa manera latina de ver agria, amargamente la vida. Tal vez será cuestión de raza, fruto de unos oscuros atavismos que han dejado en las almas un sedimento de tristeza y de agresividad; tal vez esa mezcla de sangre ibera, mística y rebelde, y de sangre india, melancólica y taimada, sometida y rencorosa, que llevamos en las venas y que nos hace ser cejijuntos, violentos, ofensivos.

Se dice que sólo saben reír alegremente aquellos pueblos anglosajones, fuertes, dominadores, bien alimentados, que aman la vida armoniosa y libre, la gimnasia y el sport, que son optimistas, rubicundos y casi ingenuos, como los buenos gigantes de los cuentos. En cambio, nuestra raza decadente que ha soportado el peso de muchas esclavitudes, raquítica, perezosa, enferma de melancolía y de misantropismo, no comprenderá la amable virtud de sonreír bonachonamente ante el aspecto grotesco de las cosas, sin ofender, sin vapulear o sin demoler, hasta que una educación profunda, aireada, robusta, moderna, modifique pacientemente ese cúmulo de aflicciones sombrías, de aberraciones oscuras, ese apegamiento a vivir con las ventanas cerradas, ese odio al sol y a la luz, a los ejercicios rudos y saludables, ese gusto por las diversiones que hacen reír dolorosamente, como las piruetas lamentables de los payasos o los cascabeleos de las bailarinas, trágicas y enflaquecidas, que agonizan sonriendo sobre los tablados nocturnos.

Por eso me ha sorprendido que el excelente artista que expone ahora sus obras en el Salón Samper, se haya independizado un poco de esa torturante tradición humorística de dibujantes y escritores nuestros, de ese prurito cruel de satirizar biliosamente, de esa preferencia malsana por las ironías mordaces que dejan en el alma un amargor de hiel.

El Espectador, “Día a día”, Bogotá, 23 de julio de 1918.

15 Se trata de la exposición del caricaturista Ricardo Rendón, anunciada en una crónica del 17 de julio, titulada precisamente “Ricardo Rendón” y que fue publicada en la compilación de Miguel Escobar Calle, Mesa de redacción. La exposición de la obra del caricaturista fue convocada por la influyente revista Cultura. Es curioso y lamentable que los dibujos y acuarelas que presentó este artista en aquella ocasión no hayan quedado para la posteridad.

Nueva antología de Luis Tejada

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