Читать книгу Trienio liberal, vintismo, rivoluzione: 1820‐1823. España, Portugal e Italia - Remedios Morán Martín - Страница 33
VI El ciclo revolucionario de 1820 y el legislador del Trienio Liberal: expectativas programáticas y resultados normativos
ОглавлениеEmilio Lecuona Prats
Profesor Contratado Doctor de la Universidad de Málaga
El restablecimiento de la Constitución de Cádiz en marzo de 1820 por Fernando VII constituye, como ha sido apreciado multitud de veces, una de las contradicciones más interesantes de la historia de España. Actuación forzada y poco sincera por parte del Rey, fruto sólo del inesperado éxito que había tenido el alzamiento de Riego, suponía la desacreditación del propio absolutismo que hasta entonces había defendido y la asunción de unas ideas liberales que no compartía, como había demostrado con creces. De este modo, el principal símbolo del Antiguo Régimen, el monarca absoluto, fingía aceptar ahora los principios del más importante símbolo de la revolución, el mitificado texto de 1812, y se comprometía a ser “siempre su más firme apoyo”1; al tiempo que justificaba que la reacción de 1814 era sólo consecuencia del mal asesoramiento que había recibido.
De poco importa lo poco creíble que resultara todo aquello. Entre los liberales españoles aquella declaración fue vista como un evidente triunfo y si bien es muy probable que muchos dudasen de la sinceridad de Fernando VII, sin duda prefirieron aceptar su conversión amparados en un lógico sentido de Estado. Al fin y al cabo, que el propio Rey aceptase el marco de la Constitución era lo ideal para un tránsito moderado a un nuevo sistema liberal, la propia confirmación de que esta no se había equivocado al nombrar a Fernando VII Rey constitucional2.
Las expectativas que supuso este acontecimiento entre los liberales españoles fueron por lógica enormes. El restablecimiento de la Constitución era mucho más que la recuperación de un marco político respetuoso con la Soberanía Nacional, era el paso previo a la recuperación de la más amplia normativa de las Cortes de Cádiz y, sobre todo, el anuncio de que nuevas medidas podrían ir sacando a España de su tradicional anquilosamiento para convertirla en un Estado avanzado y próspero.
El convencimiento de que con estos acontecimientos se iniciaba una nueva fase en la historia del liberalismo no sólo existía en España. En el conservador marco de la Restauración europea e incluso en Ultramar, lo sucedido en España fue también un elemento catalizador para que los liberales de otros lugares vieran una oportunidad de cambio. Como acertadamente indicó Varela Suanzes-Carpegna “en 1820 el epicentro de la revolución europea se había trasladado a España”3. De esta manera, la revolución española influyó en los inmediatos intentos liberales que se produjeron en Portugal y Nápoles (1820), en Piamonte e Iberoamérica (1821)4.